Mostrando entradas con la etiqueta John Keel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta John Keel. Mostrar todas las entradas

sábado, 2 de marzo de 2024

Algunas notas sobre Ghostbusters (1984) Cuarta Parte

 


Por Mazzu

Cuarta parte de esta serie sobre Los Cazafantasmas (1984); si pensaron que en la entrega anterior me había ido al pasto, esperen a leer esta…  (Ver Parte IParte II y Parte III)

 

Reitman hizo una película 100% neoyorquina (aunque muchos interiores hayan sido filmados en Los Ángeles). Lo primero que hace es mostrarnos marcadores geográficos de la ciudad (la Biblioteca Pública de N.Y., la Universidad de Columbia, la Quinta Avenida, etc.) para ubicarnos sin lugar a dudas en el lugar. Estos puntos de referencia son cruciales para conectar a los Cazafantasmas con el lugar y con la realidad. Decíamos en la segunda entrada, que la arquitectura juega un papel significativo en Ghostbusters y hablamos sobre el protagonismo de las estatuas. Ahora trataremos sobre otro protagonista sustancial: el edificio del 550 Central Park West, donde transcurren gran parte de los sucesos significativos de la película.

Retrocedamos a un punto antes de la aparición de Gozer en la terraza de dicho edificio. Walter Peck, del EPA, ordena arrestar a los Cazafantasmas a la vez que los espectros crean pánico en toda la ciudad. Mientras esperan en la cárcel, Spangler, Stantz, Venkman y Zeddemore reconocen que el edificio de Dana era un enorme superconductor diseñado y construido expresamente con el propósito de atraer y concentrar turbulencias espirituales. El alcalde (David Margulies) ordena la liberación de los Cazafantasmas de la cárcel. Tiene una conversación con ellos sobre el problema mientras Peck intenta contraatacar su historia. Al final de la discusión, Venkman se gana al alcalde, lo que les permite poner manos a la obra para evitar una posible catástrofe, dejando a Peck echando espuma por la boca.

 


¡Santas turbulencias espirituales!

 

Pero vamos a centrarnos en el diálogo que mantienen los Cazafantasmas cuando están encarcelados:

Spengler: La estructura de esta terraza es exactamente igual al rastreador telemétrico que la NASA utiliza para identificar pulsares muertos en el espacio profundo.

Stantz: Vigas remachadas con núcleos de selenio puro (…) ¡nunca nadie construyó nada semejante! El arquitecto era un genio desconocido o era un pelmazo auténtico…

Venkman: Ray, por un momento finge que no sé nada sobre metalurgia, ingeniería o física, y solo dime qué demonios está pasando.

Stantz: No estudiaste, ¿verdad?… El edificio completo es una enorme antena superconductora que fue diseñada y construida expresamente con el propósito de atraer y concentrar turbulencias espirituales. Tu novia vive en el Penthouse de la esquina de Central Espectro.

Spengler: (…) algo terrible está a punto de entrar en nuestro mundo, y este edificio es obviamente la puerta. El nombre del arquitecto era Ivo Shandor también era doctor, realizaba muchas cirugías innecesarias, y después de 1920 inició una sociedad secreta (…) “los Adoradores de Gozer”; después de la Primera Guerra Mundial, Shandor decidió que la sociedad estaba demasiado enferma para sobrevivir… ¡y no era el único, tenía casi mil seguidores cuando murió! Efectuaban rituales sobre la terraza; rituales extraños que pretendían simular el fin del mundo… ¡y ahora creo que está sucediendo realmente!”



Este diálogo es jugosísimo y deja mucha tela para cortar.

Como decíamos anteriormente, la ciudad de New York y su arquitectura también son protagonistas de la película. Pareciera haber una cuestión psicogeográfica en la trama. La idea de la psicogeografía fue desarrollada por la Internacional Situacionista y, Guy de Debord, uno de los principales teoristas de dicha organización, describe a la psicogeografía como “el estudio de los efectos específicos del entorno geográfico, conscientemente organizado o no, sobre las emociones y el comportamiento de los individuos” y, en términos generales, postula que ciertos entornos influyen en las emociones y el comportamiento de la gente. La película nos pasea por New York: primero por la Biblioteca Pública, la Universidad de Columbia, luego por el Central Park, etc. Vemos el lado copetudo de la ciudad, representado por el edificio del 550 Central Park West, y vemos el lado “bajo” de la ciudad, que es donde los Cazafantasmas alquilan un ex cuartel de bomberos, en un barrio que ya comienza a mostrar signos de una gentrificación incipiente de New York a comienzos/mediados de los 80s. Spengler dice que el vecindario “es como una zona desmilitarizada”



“¡Amo este lugar!”

La neoyorkinidad de la película se acentúa aún más cuando Louis, poseído por Vinz Clortho, recorre las calles y se topa con típicos personajes de New York de los 80s: artistas callejeros, cocheros de carruajes del Central Park, una “bag lady” revolviendo la basura, e incluso un policía que habla con Noo Yawk Accent. Esta es la parte psicogeográfica. Sin embargo, el edificio erigido como “una enorme antena superconductora diseñada y construida expresamente con el propósito de atraer y concentrar turbulencias espirituales” sobrepasa a la visión materialista de la psicogeografía, y nos interna de lleno en un terreno netamente ocultista. Aquí confluyen la psicogeografía y la teoría de las redes telúricas.

Con G de Gozer

Tanto en diferentes ramas del ocultismo, así como en la radiestesia e incluso en la ufología, se especula que las redes telúricas están formadas por líneas de energía geomagnética que convergen en numerosos nodos o vórtices a lo largo y lo ancho de la superficie del planeta. El autor y “conspirólogo” norteamericano Michael A. Hoffmann II, en la introducción del King-Kill/33° (obra de otro famoso conspirólogo, James Shelby Downard), escribe sobre el tema:

Las escuelas mistéricas tradicionales de Oriente y Occidente siempre han enseñado que el planeta, al igual que los seres humanos, tiene un cuerpo sutil y puntos sagrados especiales donde los chakras de Terra Mater derraman sus atributos únicos. Sin embargo, se ha prestado poca atención a la invocación de estas fuerzas mediante ubicaciones precisas y rituales geománticos al servicio del control mental y político.

Según la idea de las redes telúricas, estos vórtices o chakras ctónicos serían “lugares de poder”, “lugares sagrados” (y malditos también, claro), y – mediante las adecuadas técnicas correspondientes, los materiales indicados y la sensibilidad necesaria – ese poder concentrado podría ser utilizado e incluso podía ser direccionado. Así surge la noción de que esa es precisamente la función de los templos y otras estructuras erigidas en estos lugares “sagrados”. Según esta línea de pensamiento, tanto las pirámides, como Stonehenge o la Catedral de Notre Dame y otras construcciones monumentales habrían sido edificadas sobre estos “chakras telúricos” gracias a un conocimiento arcaico o bien ya perdido, o mantenido fuera del alcance de la plebe mediante la transmisión secreta dentro de “gremios de constructores”. Por esto los Masones siempre parecen ser el epicentro de todas las teorías conspirativas. Y si vamos a la biografía de Ivo Shandor, artífice de aquella “enorme antena superconductora para atraer y concentrar turbulencias espirituales”, vemos que era arquitecto y fundador de una sociedad secreta… la conjunción de arquitectura y sociedad secreta ¿a qué les suena?

¿G de Gozer?

 

En la entrada anterior hacíamos una comparación entre el sistema thelemita de Crowley, donde la unión de la Bestia y la Mujer Escarlata o Babalon provocan la llegada del Nuevo Eón, el Eón de Horus, el Niño Conquistador y la idea de Ghostbusters de que la unión entre Vinz Clortho y Zuul va a provocar la llegada de Gozer, y – por ende – una nueva era. Tenemos, también, que Gozer (en la mitología de la película) es una divinidad mesopotámica. Babilonia fue la ciudad más importante de la Mesopotamia desde el siglo XX a.C. hasta su caída a manos de Ciro el Grande en 539 a.C. El arquitecto Ivo Shandor, adorador de Gozer, le dio a la parte superior de su edificio la adecuada forma de un zigurat mesopotámico.

 


Heródoto de Halicarnaso, en sus Nueve Libros de la Historia, escribe sobre Babilonia y, en los fragmentos CLXXXI-CLXXXII, describe un zigurat:

Se ve fabricada una torre maciza que tiene un estadio [unos 20 metros] de altura y otro de ancho. Sobre esta se levanta otra segunda, después otra tercera y así sucesivamente, hasta llegar al número de ocho torres (…) En la última torre se encuentra una capilla, y dentro de ella una gran cama magníficamente dispuesta y al lado una mesa de oro. Nadie pasa allí la noche salvo una mujer (…) a quien entre todas escoge el Dios. (…) También dicen los sacerdotes caldeos, aunque yo no les doy crédito, que el Dios desciende por las noches y duerme con ella.

En los Cazafantasmas tenemos un zigurat (el edificio de Ivo Shandor) que en su “última torre” tiene una cama (bueno, no es una cama precisamente, es un altar, pero es utilizada como cama por Vinz y Zuul) donde Babalon/Babilonia tiene relaciones carnales con una divinidad caldea…



¿Aykroyd y Ramis estarían leyendo a Heródoto de Halicarnaso mientras estaban escribiendo el guión de Ghostbusters? Poco probable pero no imposible. Aunque creo que la influencia no vino del propio Heródoto: es altamente probable que Dan Aykroyd (considerando sus gustos literarios – ver Primera Parte) hubiera leído ese párrafo de los Nueve Libros de la Historia en el libro de un ufólogo. John A. Keel no solo reproduce ese fragmento de Heródoto, sino que toma el nombre de su libro directamente de esa cita: The Eighth Tower, La Octava Torre (reeditado no hace mucho por Reediciones Anómalas). Dice Keel allí:

Una vez arrastré mi cuerpo hambriento y arruinado a través del desierto de Irak hasta el lugar donde había estado Babilonia para contemplar la pared donde una vez escribió el dedo en movimiento, y me paré frente al montón de escombros que una vez fue, supuestamente, la Torre de Babel.



Aquí Keel procede a citar el fragmento de los Nueve Libros de la Historia de Heródoto que copié más arriba, y luego continúa:

“Aunque yo no les doy crédito”. Obviamente Heródoto no sabía mucho sobre dioses cachondos; estaban engendrando por todas partes. Cada cultura desarrolló reglas y prácticas diseñadas para alimentar con hermosas jóvenes vírgenes a dioses enloquecidos por el sexo. La universalidad de estos mitos subidos de tono y sacrificios extraños debería hacernos reflexionar y preguntarnos si tal vez no había algo de “verdad” en ellos. Los babilonios creían lo suficiente en las prácticas sexuales sobrehumanas como para dedicar su tiempo, esfuerzo y valiosas materias primas a la construcción de ese lugar de encuentro cósmico, dotándolo de muebles de oro. Se construyeron torres similares, o pirámides escalonadas, en todo el mundo. Se pueden encontrar en China, México, América del Sur, el norte de Europa e incluso en islas remotas del Pacífico. Por lo general, en sus cimas se encontraba un templo o una cámara especial. ¿Fueron éstos, como la Torre de Babilonia, utilizados para seducciones cósmicas?

 

Hay otra cosa que me pareció significativa. Keel señala el “hambre de oro” que parecen tener “los dioses”

El uso generalizado del oro en artefactos religiosos puede tener una importancia especial. El oro es un metal inútil. Es demasiado blando para usarlo en herramientas o utensilios de cocina. También es raro y difícil de extraer, especialmente para los pueblos primitivos. Pero desde los tiempos más remotos el oro fue considerado un metal sagrado, y a los hombres que se encontraban con los dioses se les ordenaba que se lo proporcionaran. Una y otra vez la Biblia nos cuenta cómo se ordenó a los hombres que crearan objetos de oro macizo y los dejaran en las cimas de las montañas donde los dioses pudieran alcanzarlos. Los dioses estaban hambrientos de oro ¿Pero por qué?

El oro es un excelente conductor de electricidad y es un metal pesado, cercano al mercurio y al plomo en la escala atómica. Podríamos simplificar las cosas diciendo que los átomos de oro, elemento 79, están muy juntos. Si los dioses antiguos eran reales en algún sentido, es posible que provinieran de un continuo espacio-temporal tan diferente al nuestro que su estructura atómica fuera diferente. Podían atravesar paredes porque sus átomos podían atravesar los átomos de la piedra. El oro era una de las pocas sustancias terrestres lo suficientemente densas como para que pudieran manipularlas. Si se sentaran en una silla de madera, se hundirían a través de ella. Necesitaban muebles dorados durante sus visitas.

Si bien, en Ghostbusters no se menciona el oro con referencia a la estructura del edificio, sí se mencionan “vigas remachadas con núcleos de selenio puro”. Si bien el selenio no es un metal pesado (de hecho, no es un metal sino un elemento químico) y no posee la densidad del oro (la densidad del selenio es de 4790 kg/m3, mientras que la del oro es de 19.300 kg/m3), sí es un excelente conductor: posee un efecto fotoeléctrico, convirtiendo la luz en electricidad, y, además, su conductividad eléctrica aumenta al exponerlo a la luz. Vaya uno a saber de dónde tomaron los guionistas la idea de las vigas remachadas con núcleos de selenio puro, pero la característica del selenio de convertir la luz en electricidad es verdaderamente intrigante – sobre todo considerando que Gozer lanza rayos eléctricos de las manos. Tal vez Gozer necesitaba vigas remachadas con núcleos de selenio puro durante sus visitas.

 


Como referíamos anteriormente, el nombre Babilonia deriva del semítico Bab-Il, que significa “la puerta de Dios” y Crowley decía haber cambiado “Babilonia” por “Babalon” (al igual que cambió magic por magick) para darle un sentido gemátrico específico. En el Apocalipsis, el griego original es Βαβυλὼν, cuya suma – utilizando la isopsefía griega – da 1285, número que para Crowley no tenía un resultado significativo. La ortografía corregida de Crowley es Βαβαλον que suma 156. Este sí era significativo para el ocultista inglés, ya que es la cantidad de letras que contienen cada una de las tabletas enoquianas recibidas por John Dee (12 columnas por 13 filas).



Crowley se refería al número 156 como el de la “Ciudad de las Pirámides”, donde los iniciados pasarían la “Noche de Pan”. Babilonia era conocida por sus zigurats, las pirámides escalonadas construidas para que los dioses descendieran y los humanos ascendieran, que sirvieron de modelo para la Torre de Babel bíblica, también inmortalizada en el arcano XVI del Tarot.



Acá es donde me voy bien al pasto:

El arcano XVI del Tarot es llamado generalmente “La Torre”, pero su nombre en el tarot francés del siglo XVII es La Maison-Dieu, la Casa de Dios (¿o la Casa del Dios?). La figura muestra a una torre rematada con una corona, que es derribada por un rayo divino que la golpea, mientras dos figuras humanas (generalmente un hombre y una mujer) caen desde la azotea.

Ahora tomémonos un momento para contemplar el mismo Arcano, pero en la versión del Tarot de Rider-Waite. Hay una escena de Ghostbusters que es casi idéntica:

 


Tal vez no se aprecia mucho en el anterior fotograma del film, pero la azotea del edificio del 550 Central Park West ¡también está rematada por una corona!

 


Bienvenidos al pasto: Dana vive en el piso 22; si se toman el trabajo de contar la cantidad de “llamitas” o “chispas”, esas pequeñas figuras amarillas con forma de letra yod que hay en la versión de la Torre del Tarot de Rider-Waite, van a descubrir que son… ¡22! Los Arcanos Mayores del Tarot son 22, al igual que los senderos del Árbol de la Vida de la Qabalah, y que los 22 senderos qlifóticos del Árbol de la Muerte, los cuales – si recuerdan de la entrada anterior –, Kenneth Grant decía que se activaban mediante ritos de magia(k) sexual, como el que precisamente realizan Zuul/Dana y Vinz/Louis en lo alto de “La Torre de Babel/Babalon”.

 


Piso 22

22 llamitas

Cae la Corona

Aquí parece repetirse el patrón que señalábamos antes (ver Segunda Parte): el reemplazo de lo sagrado por lo técnico. La destrucción de la torre de Babel fue obra divina, sin embargo en Ghostbusters la Torre no es destruida por un relámpago celestial, sino por los rayos de protones de los Cazafantasmas.



--------------------------------------------------

“La puerta se abre para ambos lados”

En la terraza del edificio, después de abrir la puerta interdimensional, Dana/Zuul y Louis/Vinz se transforman Perros del Terror justo cuando llegan los Cazafantasmas. Gozer aparece en forma femenina (que recuerda a una mezcla de Ziggy Stardust con Grace Jones) y Ray intenta razonar con ella. Cuando esto falla, Gozer ataca, lo que obliga a los Cazafantasmas a intentar atraparla, pero ella se desmaterializa. Su voz incorpórea exige que los Cazafantasmas “elijan la forma del destructor”. Ellos tratan de poner sus mentes en blanco, pero Ray recuerda involuntariamente al logo de los malvaviscos que comía en los campamentos de su infancia, y Gozer reaparece en la forma de un gigante de malvavisco, “Stay Puft”, que comienza a destruir la ciudad. Egon le dice a sus compañeros que ignoren su consejo anterior y crucen sus rayos de protones en el portal de Gozer. La explosión resultante destruye al hombre de malvavisco, el portal se cierra y Gozer es desterrado de esta dimensión. Los Cazafantasmas rescatan a Dana y Louis de los escombros y son recibidos en la calle como héroes.

 


Detalle de color: después de haberla visto docenas de veces, recién en esta última revisión me di cuenta de que hay un “presagio” del arribo del Hombre de Malvavisco durante la primera experiencia paranormal de Dana en su cocina:

 


Continuará

 

lunes, 8 de enero de 2024

Sin visitantes: una hipótesis extraterrestre no boba para nuestros tiempos bobos

 

Sin visitantes: una HET no boba para nuestros tiempos bobos

Por Eric Wargo (post original en el blog The Nightshirt)

Traducción: Mazzu




“En la actualidad, utilizando el principio de parsimonia, mi 'suposición de investigación' es... que estamos lidiando con visitas extraterrestres como núcleo central del problema”. Jim Lorenzen

“La evidencia de que la Tierra está siendo visitada por vehículos controlados inteligentemente desde fuera de la Tierra es abrumadora”. Stanton Friedman

“Creo que estos vehículos extraterrestres y sus tripulaciones visitan este planeta desde otros planetas”. Gordon Cooper

 

La hipótesis extraterrestre o HET fue una deducción natural para los observadores del fenómeno OVNI de mediados del siglo XX, incluyendo a militares y astronautas respetables como Gordon Cooper, quienes, al mismo tiempo que reconocían la realidad de los platillos voladores, afirmaban con seguridad que se trataba de naves tripuladas por seres de otros planetas. La ciencia y la ciencia ficción de esa época hicieron inevitable tal hipótesis. Pero si bien la ciencia ha avanzado, esa visión retro de ciencia ficción ha demostrado ser exasperadamente duradera; hasta el día de hoy, el público escucha “OVNI” y todavía ve en su mente una nave espacial con un piloto extraterrestre detrás del volante... posiblemente estrellándose y muriendo en el desierto estadounidense. Con el tiempo, el HET, bastante sensata, se convirtió en AET, aceptación extraterrestre, que lamentablemente ya no es tan sensata.

AET ha perjudicado a la ufología no sólo limitando la imaginación de la gente sino también facilitando a los escépticos a parodiar todo el tema OVNI o reducirlo a una simple opción: o son enanitos verdes (o grises) de otros planetas que vuelan desde miles de años luz para llegar hasta aquí en pequeñas naves desvencijadas o son sólo producto de imaginaciones hiperactivas. Lo absurdo de la primera imagen ha llevado a muchas personas inteligentes a la segunda posición por defecto, sin darse cuenta de que en realidad hay una gran e interesante área gris (¿entienden? ¿área gris?) llena de un verdadero zoológico de diferentes posibilidades científicamente plausibles, que escritores desde John Keel y Jacques Vallée hasta Mac Tonnies y muchas personas menos conocidas han explorado en una literatura vasta y a menudo reflexiva.



Incrustado en la simplista AET hay un corolario que actúa como un grillete igualmente fuerte para la imaginación y es una munición igualmente poderosa en el arsenal del escéptico: la suposición de que los encuentros con OVNIs (en caso de ser reales) representarían algún tipo de visita. Esa nave espacial imaginaria con el piloto ET al volante sólo tiene sentido en el contexto de seres que realmente viven en otro lugar, realizan largos y traicioneros viajes a nuestro mundo para espiarnos o estudiarnos, y tienen la intención de regresar a casa después. En cuanto a las conjeturas OVNI, Rich Reynolds puso recientemente en perspectiva la tontería de esa idea al señalar la insignificancia de la Tierra en el esquema galáctico de las cosas y la verdadera inmensidad de las distancias cósmicas. Somos un páramo, dice, y por esta razón, cualquier noción de que nuestro planeta y su civilización dominante sean objeto de visitas activas e interesadas es ridícula.

Fue en parte esta suposición (que los extraterrestres estarían aquí para “visitarnos”) lo que alejó a Jacques Vallée de la hipótesis extraterrestre a finales de los años 1960: el gran número de encuentros registrados (y mucho menos estimados) es enorme, y se remonta demasiado atrás en la historia, como para representar algún tipo de programa espacial estilo Apolo de misiones espaciales ET para volar aquí, recolectar algunas muestras de suelo y rocas, obtener algunos espermatozoides y óvulos de desventurados terrícolas y luego regresar a casa. También vale la pena señalar que, si bien Carl Sagan siempre jugó para el equipo escéptico, su imaginación, totalmente de acuerdo con la existencia de extraterrestres “allá afuera”, siguió una lógica similar cuando se trataba de la cuestión de las visitas: pasarían a visitar para echar un vistazo, pero sólo cada unos tantos miles de años más o menos. De alguna manera eso sería suficiente para reunir la información necesaria.

Es difícil no estar de acuerdo con Reynolds: las visitas extraterrestres son ridículas. Pero también creo que la hipótesis (no la aceptación) ET tiene mucho mérito residual siempre y cuando descartemos toda la noción de “visita”, revisemos radicalmente nuestra noción de lo que entendemos por “ET” y acerquemos nuestra imagen de posibles motivos y métodos extraterrestres más a nuestra comprensión actual de la ciencia, la exploración espacial y nuestra propia evolución futura.



Que seres de carne y hueso piloteen naves espaciales a través de vastos años luz para visitarnos es realmente una tontería, y nos haríamos un favor si educáramos al público en general que eso no es lo que queremos decir con “OVNIs”. Por otro lado, la idea de que máquinas locales permanentemente arraigadas (drones) que llevan a cabo una vigilancia desapasionada a largo plazo en nombre de una o más civilizaciones extraterrestres avanzadas (probablemente muy antiguas) con fines tanto científicos como de seguridad (o lo que he llamado “antropología profunda”) no es tan tonta como hipótesis. Para ver por qué, simplemente necesitamos pensar de manera realista sobre nuestra propia presencia futura en el espacio y al mismo tiempo tener en cuenta los modelos matemáticos que muestran que las primeras civilizaciones de la galaxia ya deberían tener presencia, de algún tipo, en todo ella.

 

La verdadera paradoja de Fermi

Enrico Fermi preguntó a sus colegas de Los Álamos durante un almuerzo en 1950: “¿Dónde están?”. Esta pregunta presupone dos cosas: que “ellos” (ET) tendrán algún motivo para venir aquí, y que “ellos” aún no están aquí. Era una pregunta sensata en aquel momento: los matemáticos sofisticados como Fermi sabían que era poco probable que estuviéramos solos; y también calcularon que, incluso dadas las enormes distancias que implicarían los viajes interestelares y la colonización, en un universo “de cierta edad” (como podríamos decir cortésmente), deberíamos ser como recién llegados a una metrópolis cósmica ya ruidosa y bulliciosa. Algunos han tomado los diversos modelos matemáticos que muestran que nuestra galaxia, incluido nuestro páramo, ya debería estar colonizada por las civilizaciones que surgieron por primera vez como evidencia de que puede haber algo mal en nuestras suposiciones. En efecto. Yo reformularía la paradoja de Fermi con la siguiente hipótesis: ya están aquí y (paradójicamente) nunca salieron de casa.

El problema es asumir que los viajes de ida y de expansión son un camino inevitable o incluso probable para una especie tecnológica avanzada. Los seres mortales, frágiles, tienen el impulso de formar familias numerosas, crecer y extenderse, colonizando nuevos territorios en nombre del Lebensraum, la “sala de estar”. La mayor parte de la historia humana registrada encaja en esa imagen, por lo que era natural proyectar tal suposición en nuestro propio futuro y, por extensión, en los extraterrestres. Pero como han prometido innumerables futuristas y escritores de ciencia ficción más recientes, nos estamos acercando a una especie de cúspide: una tormenta tecnológica y social perfecta que, incluso en sus versiones más conservadoras, cambiará el juego en todo tipo de formas que simplemente no podrían haberse previsto o imaginado hace 65 años. Cuando se reconoce que una sociedad debe evolucionar a la par de su tecnología, esa suposición de expansión “en la carne” parece cada vez menos plausible.



La capacidad del vuelo espacial sólo surgirá junto con avances proporcionales en la informática y la robótica, y junto con ellos, avances masivos en la producción de energía, manipulación de la materia (por ejemplo, impresión 3D y nanotecnología) y, lo más importante, avances biotecnológicos como la ingeniería genética y todas las “ómicas” de la ciencia médica y de la salud de vanguardia actual (por ejemplo, genómica, proteómica, transcriptómica, etc.). En conjunto, estos desarrollos combinados no sólo tenderán a automatizar el negocio de la exploración espacial sino que también extenderán radicalmente nuestras vidas, lo que desincentivará los tipos de migración interestelar y colonización (y construcción de imperios) que la generación de Fermi no tenía motivos para dudar y que generaciones de escritores de ciencia ficción dramatizaron en sus óperas espaciales. Hicieron grandes historias, pero esos futuros son tremendamente irreales desde el punto de vista de la “futurología existencial”.

Ya podemos ver que a medida que aumenta la longevidad, el tamaño de la familia disminuye. Los humanos de hoy, afortunados de vivir en sociedades avanzadas y prósperas y de tener una esperanza de vida de más de 80 años, no tienen tantos hijos como sus ancestros de vida más corta. Siga la curva: la vieja noción estándar de grupos familiares humanos que se extienden por la galaxia en vastas oleadas de colonización representa una incapacidad para imaginar la promesa más radical (y probablemente realista) de la Singularidad: la inmortalidad parcial o total a través de alguna combinación de bioingeniería y el perfeccionamiento con máquinas. No necesariamente sucederá a mediados de este siglo, como prometen los rapturólogos nerds más entusiasmados, pero probablemente sucederá al menos en el próximo. La inmortalidad niega cualquier visión del futuro que se parezca a nuestra sociedad actual; reducirá radicalmente, entre otras cosas, la familia y la reproducción, y así, en última instancia, eliminará la necesidad de expandirse más allá del planeta acogedor y seguro o, al menos, del sistema solar radicalmente terraformado (o con esfera de Dyson).

Consideremos la visión literaria más rica y coherente desde el punto de vista sociológico de una sociedad interestelar en un futuro lejano: la serie Dune de Frank Herbert. Es muy significativo que el creciente imperio galáctico de Herbert requiriera un ingenioso recurso literario (una antigua y estricta prohibición de las computadoras) para hacer plausible su visión de un futuro lejano. Sin la Jihad Butleriana, todos los aspectos dramáticos y emocionantes del universo Dune – humanos mortales que viajan a través del espacio, participando en políticas feudales sangrientas que involucran cuestiones de escasez de recursos, protegiendo y alimentando líneas de sangre genéticas a través del sexo, librando cruentas guerras interplanetarias y todo el resto —, en realidad no tendrían ningún sentido. Un futuro lejano tecnológicamente avanzado no se parecerá al universo Dune, ni al imperio galáctico de la Trilogía de la Fundación de Asimov, ni al universo Star Wars, ni al universo Star Trek. Es probable que se parezca mucho más a las culturas más “avanzadas” (y aparentemente aburridas) del Señor de los Anillos de Tolkien. Esto se debe a que, además de eliminar cualquier necesidad o motivo para los viajes interestelares “en la carne”, la inmortalidad también eliminará o redefinirá ese preciado rasgo redentor de los “hombres mortales condenados a morir”, es decir, el coraje.

 


El futuro de la valentía

Uno de los primeros principios de la futurología existencial es que, contraintuitivamente, el valor de la vida aumenta con su duración. Una existencia desagradable, brutal y corta alienta no sólo a tener muchos bebés sino también a arriesgar la vida y la integridad física por un mañana mejor para esos bebés, lo que incluye a veces subirse a embarcaciones chirriantes y emigrar a costas extrañas y futuros inciertos, con el entendimiento de que esta vida es sólo un breve y doloroso esfuerzo en el camino hacia la otra vida. Por el contrario, nuestros descendientes de larga vida probablemente serán personas que se queden en casa, materialistas en su perspectiva y extremadamente celosos de su seguridad y salud, no muy diferentes de las razas élficas de Tolkien (o, menos atractivamente, como Howard Hughes). Al igual que los elfos, generalmente se contentarán con dejar que seres inferiores hagan el trabajo sucio de exploración y aventuras en su nombre. Para nosotros, esos 'seres menores' serán nuestras máquinas.



Los viajes espaciales, no importa cuán avanzados sean, seguramente serán un dolor de cabeza peligroso y aburrido. Es difícil imaginar que los futuros Galadriels y Elronds estén interesados ​​en viajes arriesgados a través del espacio interestelar en persona. Realmente tendrían pocos motivos, porque podrían explorar e interactuar con el cosmos, e incluso en cierto sentido “habitarlo”, por medio de extensiones mecánicas de ellos mismos: la otra promesa realista de la rapturología nerd. Al esparcir drones autorreplicantes (sondas Von Neumann) para cubrir el universo y todos sus mundos, los humanos del futuro traerán el universo hacia ellos y nunca tendrán que abandonar la comodidad y seguridad de sus Lothloriens y Rivendels. Por “máquinas” y “drones”, por supuesto, no me refiero a nada que ahora podamos reconocer como tal: estos sensores y efectores remotos podrían parecer orgánicos, luminosos, microscópicos o invisibles. Quién sabe. ¿Recuerdan la famosa tecnología de Clarke indistinguible de la magia? De eso estoy hablando. (Y es también por eso que deberíamos leer los libros de Tolkien como ciencia ficción, no como fantasía... pero estoy divagando).

Incluso con los cuadricópteros actuales controlados por iPhone, ya estamos en el camino hacia este tipo de expansión cyborg del yo. En uno o dos siglos, drones rápidos, sensibles y poderosos que son en cierto sentido extensiones de nuestros cuerpos y mentes explorarán, tocarán e interactuarán con el mundo en general para nosotros, siendo nuestros ojos, oídos, manos y pies errantes. Cuando ahora, a través de Internet, disfrutamos de las últimas imágenes y transmisiones de los exploradores de Marte y los robots de aguas profundas, solo estamos obteniendo una mínima muestra de lo que ese sensorio ampliado implicará algún día como una forma de “habitar” otros entornos. Con el tipo de tecnología robótica que nos ofrecerá el próximo siglo, ¿por qué nos arrojaríamos – nosotros, nuestras familias y nuestras cosas – a una colonia de mierda, estrecha e incómoda en Titán, o incluso en Marte o la Luna, cuando podemos ir a todos esos lugares virtualmente, incluso a todos a la vez (el futuro de la multitarea)? El cuerpo y sus necesidades orgánicas, incluida su ubicación en el espacio, definirán y limitarán cada vez menos la calidad y el alcance de nuestra experiencia.

 

La paradoja de Fermi debería reformularse: ya están aquí y (paradójicamente) nunca salieron de casa.

La velocidad de la luz, por supuesto, limitará la “inmediatez” de nuestra conexión con nuestros servidores proxy más remotos a distancias planetarias y (especialmente) interestelares y, por lo tanto, nuestros ojos y manos drones deberán ser IA completamente autónomas, que tomen decisiones por sí mismas, se reparen y se repliquen y que participen no sólo en la observación pasiva sino también en la recopilación activa de conocimientos e incluso en la experimentación. En otras palabras, los drones que enviemos a lo largo y ancho de la galaxia serán en realidad plataformas científicas totalmente autoguiadas, que recopilarán datos paciente e incansablemente para generar ricas simulaciones en su mundo natal. Estos representantes serán los elegantes e inteligentes descendientes de la Voyager o el rover Curiosity, pero serán capaces de tomar sus propias decisiones, aunque (y este es un argumento demasiado grande para este artículo) no sean sensibles. Experimentaremos y habitaremos el universo a través de esa tecnología, sin necesidad de “visitas”.

Es una hipótesis razonable que la misma trayectoria tecnológica/social básica se aplicará a cualquier civilización tecnológica que haya surgido “allá afuera” y, por lo tanto, cualquier presencia extraterrestre aquí será una presencia automatizada y mediada por máquinas. No habría “visitantes”, porque las visitas riesgosas a través de vastos años luz por parte de criaturas que dan un gran valor a sus vidas simplemente no tienen sentido. Nuestros parientes mayores y avanzados, los patriarcas y matriarcas cósmicos, no dejarán de vernos como unos fulanitos atrasados ​​aquí en nuestro páramo; se quedarán en casa, como la abuela y el abuelo, prefiriendo (si hay alguna visita) que los jóvenes vengan a ellos, tal vez a través de alguna tecnología exótica como los agujeros de gusano... que de hecho podrían ser lo que son algunos OVNIs. Las “visitas” aparentes de tales seres serían, a lo sumo, simulaciones o avatares, no “presencia real” en el sentido en que la entendemos nosotros, los que todavía estamos atados a la carne.

 

Antropología profunda

Si imaginamos civilizaciones ET post-escasez capaces de enviar máquinas científicas autorreplicantes que se multiplican y propagan a todos los rincones de la galaxia hogar, copiándose a sí mismas y recabando datos a largo plazo dondequiera que encuentren cosas interesantes, y también imaginamos (como dictan las matemáticas) que las primeras civilizaciones de este tipo habrán surgido hace miles de millones de años, entonces el dos más dos es igual a cuatro del asunto es este: las plataformas científicas extraterrestres probablemente ya estén aquí, y probablemente ya estuvieran aquí incluso antes de que fuéramos musarañas arbóreas... tal vez incluso antes de ser algas. Estas máquinas serían tan avanzadas que probablemente ni siquiera sabríamos que están aquí... excepto, claro está, cuando el propósito de un experimento o intervención específica lo requiera.

En este panorama, es crucial recordar que una carrera espacial avanzada, incluyéndonos a nosotros mismos en los próximos siglos, no se limitará a los tipos de recolección de datos escasos permitidos por las misiones Apolo o incluso el rover Curiosity. La informática y la robótica permiten aumentos exponenciales en la cantidad de datos que un programa espacial puede recopilar, transmitir, almacenar y analizar, todo con un mínimo de participación humana directa. Y el principio fundamental de la ciencia básica (aprende todo lo que puedas, tenga o no beneficios previsibles en el mundo real) dicta que no existen límites deseables para ese aprendizaje. Aprender no es sólo observar, es realizar experimentos controlados con muestras grandes y luego repetirlos muchas veces para lograr un alto nivel de predicción y control. Cuando los recursos lo permitan y pueda ser totalmente automatizado, cualquier programa espacial científico intentará “saber todo lo que se puede conocer”, como V'ger en Star Trek: The Motion Picture, ignorando la cuestión de la aplicación. Esto genera lo que hoy se llama “big data”.



Hace un par de años sostuve en este blog que la noción de ciencia de “cortes finos” implícita en el importante artículo de Vallée de 1989 en contra de la HET no sólo se ha vuelto obsoleta por los avances en computación y robótica de las dos décadas y media desde entonces, sino que también se vuelve poco realista por la forma en que se conducen las ciencias sociales y la psicología actuales. Para producir resultados válidos y útiles, cualquier estudio de nosotros por parte de una entidad extraterrestre (máquina o no) tendría que ser un proyecto de experimentación longitudinal, activo y abierto, no muy diferente de los escenarios que se desarrollan en los laboratorios de psicología de cualquier campus universitario, aunque en una escala inconmensurablemente amplia: interacciones extrañas diseñadas para probar hipótesis extrañas, realizadas con muestras de personas lo suficientemente grandes como para producir resultados estadísticamente significativos (junto con grupos de control igualmente grandes para comparar), y luego repetidas con otras muestras prístinas para replicar los hallazgos, y luego seguido con diferentes permutaciones del experimento (y nuevos grupos de control) para probar diferentes hipótesis que surjan, y así sucesivamente, hasta el infinito.



Cuando revisamos nuestra imagen de la 'Tierrología extraterrestre' como un proyecto de psicología masivo, en su mayor parte sigiloso y verdaderamente interminable, conducido por máquinas científicas artificialmente inteligentes pero insensibles, que nunca se aburren y están programadas para saber todo lo que es cognoscible —incluido lograr un alto grado de poder predictivo sobre el comportamiento colectivo e individual de una especie inteligente impredecible y en continua evolución—, entonces los millones de “aterrizajes” en la historia comienzan a parecer cada vez menos excesivos. De hecho, todo empieza a parecerse mucho al “sistema de control” que el propio Vallee postuló. Sin querer, creo que es Vallee, con su comprensión más matizada del fenómeno OVNI, quien brinda el mayor apoyo a la hipótesis básica que consideraba desafiante su propio trabajo: un origen extraterrestre plausible para al menos una parte de los millones de Encuentros con OVNIs a lo largo de los siglos.

 

En el Noöverso, a todos les chupa un huev#

A través de las máquinas de Von Neumann, un programa automatizado y autónomo de “saber todo lo que se puede conocer” puede explorar los sistemas estelares y planetarios del universo sin el gasto de ninguno de los recursos de Lothlorien o Rivendell y sin ningún esfuerzo o cuidado mental por parte de sus habitantes (si es que siguen vivos después de todo este tiempo). Por lo tanto, no deberíamos sentirnos especiales: incluso si la Tierra está bajo un microscopio (o un millón de microscopios), también lo están todos los demás planetas, probablemente incluso aquellos en los que no hay nada más interesante que las musarañas y las algas. Tal vez incluso todos los cinturones de asteroides y las nubes de Oort tengan sondas que recorren y mapean pacientemente cada trozo de polvo y hielo que deriva lentamente.

Esta imagen da un nuevo significado al “universo conocido”. Basándonos únicamente en las matemáticas de la materia, el universo debería ser plenamente conocido, multiplicado por tecnologías antiguas y muy avanzadas, si no por los seres sintientes que las crearon originalmente. Incluso podríamos llamarla noöverso, por este motivo. (Hace un par de años me pregunté si las montañas de datos que esto generaría podrían ser tan enormes que la información pudiera explicar la masa faltante de los modelos cosmológicos actuales, de alguna manera secuestrada en el tejido mismo del espacio-tiempo por los antiguos V'gers que rastreaban las galaxias. Un lector versado en computación cuántica me corrigió amablemente: el almacenamiento de información tiende a ser minúsculo; por lo tanto, sea lo que sea la materia oscura, no son servidores ni discos duros vastos y antiguos).

Ésta no es ni la única ni la mejor respuesta al problema OVNI, pero creo que es una versión más madura (e interesante) de la HET que es al menos plausible tanto exotecnológica como exosociológicamente y, por lo tanto, digna de ser puesta a consideración y debate junto con los diversos contendientes anti-HET en competencia (e igualmente meritorios), incluidos los interdimensionales (Vallee), criptoterrestres (Tonnies), ultraterrestres (Keel) y varias otras hipótesis psicológicas o esotéricas. Sólo necesita reemplazar la narrativa fácilmente trivializada del “piloto de OVNI visitante” que la cultura popular y los medios (y desafortunadamente también algunos en la comunidad ufológica) todavía no parecen poder superar. (Y no, no espero que las tan esperadas “Diapositivas de Roswell” vayan a cambiar mi evaluación; sea lo que sea lo que hay en esas imágenes, dudo que sean extraterrestres).

Con el debido respeto a los defensores de las visitas extraterrestres del siglo pasado, otra parte de lo que hace que el viejo escenario del “piloto de OVNI” sea cada vez más difícil de comprender hoy es precisamente, como dijo Reynolds en su blog, nuestra propia pequeñez en nuestra atmósfera cósmica cada vez más amplia. Imagen: En una galaxia de 400 mil millones de soles que probablemente ha albergado, en ocasiones, muchas civilizaciones avanzadas y debe estar completamente repleta de flora y fauna sorprendentemente diversas, sin mencionar una geología cool y exóticos objetos estelares y planetarios de todo tipo, es terriblemente antropocéntrico imaginar que las antiguas eminencias o sus máquinas sucesoras se preocupan mucho por nosotros y nuestro pequeño planeta azul, por muy edénico que nos guste imaginarlo. Venir aquí es ridículo: ¿por qué molestarse en enviar drones aquí? En un universo enorme y fascinante, ¿ese nivel de atención no supone un nivel de importancia que es, como mínimo, neurótico, o incluso demencial?



En realidad, no es así. Con las máquinas de Von Neumann, lo que no te chupa un huevo se puede automatizar y subdelegar a tecnología no sensible (léase: que sí te chupe un huevo) que se multiplica como conejos y hace ciencia por iniciativa propia. Y hay otra muy buena razón, bastante alejada del imperativo científico básico (es decir, conocer todo lo que se puede conocer), para mantener un ojo automático constante sobre lo que sucede alrededor de cada uno de esos 400 mil millones de soles, y esa es la seguridad. Ese mismo primer principio de futurología existencial ya mencionado (el valor de las vidas largas) también predice que los extraterrestres inmortales establecerían una vasta red de vigilancia mecánica, que en última instancia abarcaría toda la galaxia, simplemente como medida de seguridad. La mirada es, seguramente, bastante desapasionada, pero para ser eficaz tendría que ser también muy amplia y de largo alcance.

En otras palabras, exactamente por la misma razón por la que nadie nos “visita” en persona, también es una hipótesis realista que no hay ningún planeta apartado que sea demasiado modesto ni ninguna especie semiinteligente que utilice herramientas que sea tan tonta como para no ser el objetivo de enjambres de cámaras CCTV discretas (me gusta imaginarlas como orbes pequeños y suavemente brillantes, pero es cosa mía) que vigilan de cerca cómo se está desarrollando esa especie y cuáles son sus probables acciones futuras. Toda esa experimentación psicológica obsesiva tiene la misma recompensa de seguridad a largo plazo: predicción y control totales en caso de que nosotros o nuestras máquinas alguna vez representemos una amenaza en algún momento dentro de miles o millones de años.

En una publicación posterior, desarrollaré esta segunda parte del argumento: la cuestión de la seguridad a largo plazo tal como se aplica a los extraterrestres inmortales, por qué no debemos temer la invasión extraterrestre, pero también por qué, en un noöverso, no podemos tener expectativas de privacidad.



martes, 5 de diciembre de 2023

Breve análisis de la canción E.T.I. de Blue Öyster Cult

 Breve análisis de la canción E.T.I. de Blue Öyster Cult

Por Mazzu



En una encarnación previa que tuve en Facebook, hice un análisis de la letra de la canción E.T.I. (Extraterrestrial Intelligence) de los Blue Öyster Cult. Como FB cerró mi antiguo perfil, y como el público se renueva, decidí publicar algo parecido acá. Mi buen amigo Alejandro Agostinelli publicó una versión de este análisis en su blog Factor 302.4

 

E.T.I. es el cuarto tema del disco Agents of Fortune, de 1976. La canción, compuesta por Sandy Pearlman y Buck Dharma Roeser, en apariencia habla de un presunto avistamiento OVNI, o de un OVNI estrellado y un encuentro del protagonista con tres Hombres de Negro. Además, el tema está repleto de referencias a la ufología y a su folklore.




Letra

Come here…

I hear the music, daylight disc

Three men in black said, “Don't report this”

“Ascension,” and that's all they said

Sickness now, the hour's dread

 

All praise

He's found the awful truth

Balthazar

He's found the saucer news

 

Wait, let's move…

I'm in fairy rings and tower beds

“Don't report this,” three men said

Books by the blameless and by the dead

King in yellow, Queen in red

 

All praise

He's found the awful truth

Balthazar

He's found the saucer news

 

Dead leaves always give up motion

I no longer feel emotion

When prophecy fails, the fallin' notion

Don't report this, agents of fortune

 

All praise

He's found the awful truth

Balthazar

He's found the saucer news

 


Los Blue Öyster Cult en 1977



 

EXÉGESIS

 

La primera línea de la letra menciona un “daylight disk”, o disco diurno, es una referencia al sistema de clasificación de avistamiento de ovnis diseñado por J. Allen Hynek en The UFO Experience: A Scientific Inquiry (1972).

 

Los tres Hombres de Negro que le piden al hipotético protagonista que “no reporte esto”, son un clásico del folklore ufológico (difundido por autores como Gray Barker y John Keel), pero, sobre todo, es una referencia al título del libro de Albert K. Bender, autor en 1962 de Flying Saucers and the Three Men.






Ascencion” … ¿Abducción?

 

“Enfermedad (o nausea) ahora” (“Sickness now”) ¿el malestar y los síntomas de la exposición o la proximidad de un OVNI?

 

El estribillo lo veremos más adelante.

 

I’m in fairy rings and tower beds”, (“estoy en corros de hadas y camas de torres”), me parece una de las líneas más interesantes, y creo ver en ella una doble referencia alucinante: el corro de hadas refiere a la similitud entre las huellas de OVNIs con los círculos feéricos del folklore irlandés, escocés, galés y céltico en general, similitud señalada por Jacques Vallée en Pasaporte a Magonia (1969), y las camas en las torres a La Octava Torre (1975) de John Keel, para quien los zigurats o “torres” tenían camas para “conocer” a los “dioses”.




 

“Rey Amarillo, Reina Roja”, una clara referencia al Rey Amarillo (1895) de Robert W. Chambers –que tanto inspiró a H.P. Lovecraft– y a una Reina Roja, ¿será la Mujer Escarlata de Crowley? Es conocido el gusto por el ocultismo del productor Sandy Pearlman – escritor de la letra y virtual sexto miembro de B.Ö.C. –; además, el mago en la portada del álbum muestra cuatro arcanos mayores del tarot de Thoth del tío Aleister, más específicamente XIII La Muerte (recordemos que Agents of Fortune trae el gran hit Don’t Fear the Reaper), III La Emperatriz (¿la Reina Roja?), IV El Emperador (¿el Rey Amarillo?), y XIX El Sol (¿daylight disk?).

 



Dead leaves always give up motion” parece una referencia al movimiento de “hoja caída” o pendular que muestran algunos OVNIs, un término acuñado en la ufología clásica de los años 60s.

 



“Cuando las profecías fallan” (“when prophecy fails”) es un libro publicado en 1956 por tres psicólogos, Leon Festinger, Henry W. Riecken y Stanley Schacter, sobre una secta platillista que predicaba el fin del mundo (traducida recientemente al castellano por Reediciones Anómalas).

 

La línea más enigmática, creo, es la del estribillo – ahora sí – donde se dice que un tal Balthazar descubrió la “horrible verdad” en las “noticias de los platillos”, cosa que parecería referirse a lo de Roswell. Por ahí he leído que Balthazar se refiere a Dennis Balthaser, un investigador de OVNIs que escribió sobre el incidente de Roswell, pero la canción es de 1976, y Balthaser comenzó a escribir sobre OVNIs en la década de 1980. Además, lo de Roswell – si bien sucedió en 1947 – no se hizo notorio recién hasta fines de los 70s, ya que casi nadie recordaba el incidente hasta que los ufólogos Leonard Stringfield, William Moore y Stanton Friedman lo “reflotaron” en 1978. Así que es poco probable que se refiera a Roswell y a Balthaser y, por ende, no sé de qué Balthazar están hablando.

 

En resumen: además de ser un temazo de los Blue Öyster Cult, E.T.I. (Extraterrestrial Intelligence) rebalsa de referencias a temas que me fascinan y que – creo – interesa a algún potencial lector de este blog.