Con
motivo del fallecimiento de Paul Krassner (ayer, 21 de julio), leyenda de la contracultura y editor
de la mítica The Realist, decidí traducir esta jugosa nota escrita por él a comienzos
de la década de 1980.
El
artículo originalmente fue publicado en High
Times Magazine, en febrero de 1981.
Tomado de la publicación digital en The Psychedelic Shakespeare Solution.
Traducción:
Mazzu
Mi
viaje ácido con Groucho
por
Paul Krassner
“Siempre
quédate en tu propia película” - Ken Kesey
Si
se toma el nombre de cierto ex vicepresidente, Spiro Agnew, y revuelve las
letras, puede reorganizarlo para que diga Grow
A Penis (desarrolle un pene).
Dicha adecuación puede causar estrías permanentes a tus límites de la coincidencia. Después de todo, cuando el senador Charles Goodell se pronunció
en contra de la guerra en Vietnam, fue Agnew quien lo llamó “la Christine
Jorgensen (la primera transexual famosa) del Partido Republicano”, comparando
así el poder militar con la mera presencia de una verga.
Hace
años, cuando Mike Wallace me entrevistó para 60 Minutes y me preguntó sobre la diferencia entre la prensa underground y los medios de comunicación
tradicionales, le conté sobre el anagrama anterior y dije: “la diferencia es
que podría imprimir eso en The Realist,
pero será borrado en la edición de este programa”.
Mi
predicción fue precisa, por lo que, naturalmente, me prometí inmediatamente no
aparecer en ningún programa de televisión nuevamente sin estar colocado. Lo que a su vez explica por
qué comer hongos mágicos era prácticamente un requisito previo para que me
entrevistara con Tom Snyder.
Ahora,
Andy Friendly estaba haciendo su trabajo leyendo el número “Sex and Dope” de HIGH TIMES en septiembre de 1978. Como
productor del programa Tomorrow,
siempre estaba buscando posibles invitados, y había allí una entrevista particularmente
extraña conmigo sobre ese tema, así que me llamó para invitarme al programa.
Hubo
algunas conversaciones telefónicas previas para explorar las áreas que podría
cubrir la entrevista televisada. Surgió el tema del uso de drogas y dije: “bueno,
tal vez podríamos hablar de mi viejo chauvinismo psicodélico. Tomé el LSD en
todo tipo de situaciones inusuales: cuando testifiqué en el Juicio por
Conspiración en Chicago; en el Johnny
Carson Show – Orson Bean era el anfitrión invitado – fui una especie de
guía para Groucho Marx una vez; mientras estaba investigando el caso de Manson
tomé ácido con algunas mujeres de la familia, entre ellas Squeaky Fromme y
Sandra Good. Era una especie de periodismo participativo...”
La
entrevista fue programada para el 30 de noviembre.
“Ese
día es mi cumpleaños”, me dijo Abbie Hoffman, todavía fugitivo, “¿Me desearías
un feliz cumpleaños en el programa?”
El
programa Tomorrow me pagó el vuelo de
San Francisco a Los Ángeles y una limusina con chofer me llevó a un lujoso
hotel, donde procedí a ingerir esos hongos mágicos. Mi estado de ánimo era
intensamente sensual. Lo que realmente quería era un exquisito masaje. Llamé a
una vieja amiga que es masajista profesional.
Dado
a que ella también era una antigua amante, no es del todo sorprendente que
empezáramos a coger en la cama incluso antes de que ella instalara su mesa. Finalmente,
rompió el dulce silencio de nuestra satisfacción post-coito con este susurro:
“pero tendré que cobrarte por el masaje”.
Noviembre
de 1978 fue el mes de aquella masacre atroz de Jonestown y, una semana más
tarde, el asesinato político del alcalde de San Francisco, George Moscone y el
del supervisor gay Harvey Milk, en manos del ex policía Dan White. Los hongos
realmente se estaban poniendo intensos cuando Tom Snyder, que tiene una mente
de FM en un cuerpo de AM y aparentemente estaba haciendo su versión de la
imitación que Dan Aykroyd de Saturday
Night Live hacía de él, me pidió, en efecto, que justificara a San Francisco como el escenario de tal horror
secuencial.
“Lero,
lero” comencé, “mi ciudad es más violenta que la tuya...”
Cuando
me preguntó sobre el viaje ácido con Groucho, respondí: “bueno, hay un contexto
completo” pero, debido a las exigencias del ritmo televisivo, apenas nos habíamos
metido en el tema cuando Snyder quiso saber sobre mis seis meses como editor de
Hustler y qué fue lo que dije a los
Hare Krishna del aeropuerto. Sin embargo, justo antes de que terminara el
programa, logré recordar desearle a Abbie Hoffman un feliz cumpleaños.
Recientemente,
un editor de HIGH TIMES recordó haber
visto esa entrevista en la televisión y me invitó a escribir la historia, que
finalmente completa este ciclo de mediático.
La conexión
Timothy Leary
Piensen
en esto como una pieza de historia de combate. Para comprender completamente el
contexto en el que se ha llevado a cabo esta batalla por la voluntad, uno
necesita volver sobre el perfil cronológico de G. Gordon Liddy desde su papel
como el abogado del distrito de Poughkeepsie que allanó la mansión de Millbrook
donde el LSD era un sacramento experimental, hasta su función como agente de la
CIA que se ofreció para asesinar a Jack Anderson en nombre de la administración
de Nixon.
Si
a Liddy le hubieran dado el visto bueno, el columnista Anderson no habría aquí para
avergonzar a la administración de Carter para que no invadieran Irán, y
podríamos estar en medio de la Tercera Guerra Mundial en este preciso momento.
En
1963, en mi calidad de editor y bastardo zen de The Realist, asigné a Robert
Anton Wilson para investigar el juego que se jugaba en Millbrook. En mi calidad
de cómico y virgen de las drogas, me había estado burlando de cosas que nunca
había probado.
Wilson
regresó y me presentó nuestra historia de portada, “Timothy Leary y su bomba H
psicológica”. Después de que se publicara, Leary me invitó a pasar un fin de
semana en Millbrook. Trabajando con él estaban Ralph Metzner y Richard Alpert.
De alguna manera, a pesar de todos los elementos de religión oriental, la
escena era bastante estadounidense. Incluso este nivel superior de la jerarquía
psicodélica consistía en un católico, un protestante y un judío.
Sin
embargo, estaban realizando una tarea cósmica, este trío de doctores
inconformistas, ayudando a difundir la expansión de la conciencia en medio de un
imperio sadomasoquista cuya perpetuación dependía de la contracción masiva de
la conciencia.
Originalmente,
la CIA tenía la intención de utilizar el LSD como un medio más para manipular a
la población. Ese escenario fracasó. Una generación que confiaba en sus amigos
más que en su gobierno se desprogramó de la sociedad que los había formado y
luego se reprogramó en una variedad infinita de encarnaciones.
Los
think tanks no habían formulado un
plan de contingencia para esta contracultura que se negaba al lavado de cerebro
para convertirse en zombis consumidores y militares. Esta – ¡mutación! – debía
ser desacreditada.
El
LSD influyó en la música, la pintura, la espiritualidad y el mercado de
valores. Tim Leary me hizo escuchar una llamada de un corredor de Wall Street
dándole las gracias por iniciarlo en el ácido, ya que le había dado el coraje
de realizar ventas al descubierto.
Leary
sentía cierto orgullo por las personas famosas que él y sus asociados habían
introducido a la poción mágica. Cary Grant se había convertido en padre a los
74 años gracias al LSD, y de la misma manera, Herman Kahn, del Instituto
Hudson, hablaba ahora de “espasmos” de información.
Años
más tarde, llevé a Kahn por un recorrido ligero por el Lower East Side. Nos
detuvimos en una librería. Entre las compras impensables se encontraba LSD and
Problem Solving (El LSD y la
resolución de problemas) de Peter Stafford.
Mientras
tanto, me había convertido en un fanático cabeza-de-ácido, un propagandista
público. Escribí mucho sobre el LSD. A veces, me subía al escenario al comienzo
de una actuación, compartiendo verbalmente mi viaje con la audiencia, esperando
poder reírme mientras mantenía mi malabarismo al mismo tiempo sin dejar caer
ningún cromosoma y dañarlo.
La conexión
Charles Manson
Hay
una banda de new wave cuyo nombre en sí, Sharon
Tate's Baby, es un homenaje a las distorsiones del tiempo en todas partes.
Ya hace casi una docena de años que Charles Manson, verdugo y víctima
engendrado por el sistema penitenciario, envió a su pervertida comunidad para
mutilar y matar a un grupo de personas en la privacidad de su hogar. Entre los
muertos estaba Sharon Tate, una actriz embarazada.
Su
esposo, Roman Polanski, director de Rosemary's
Baby estaba fuera del país en ese momento. Ahora está de nuevo fuera del
país, esta vez para evitar el procesamiento por consorcio carnal con una
voluptuosa menor de 13 años.
Los
jóvenes idealistas que se dirigían al Festival de Woodstock ese fin de semana
de verano del '69 pasaban al lado de los puestos de periódicos con titulares sobre el sangriento asesinato
múltiple. No surgieron todos los detalles. Otros muertos:
–
Jay Sebring, peluquero, dealer de marihuana y cocaína
–
Voytelc Frokowski, quien junto Sebring se estaba preparando para convertirse en
distribuidor estadounidense de MDA;
–
Abigail Forger, heredera cafetera, novia de Frokowski y activista del primer
alcalde negro de L.A., Tom Bradley, estaba muy lejos de la imagen conservadora
de la Sra. Olson en los comerciales de televisión de su padre.
Manson
era un ecléctico. Tomó prestadas técnicas de análisis transaccional y
Cienciología por igual. Incluso había un E-Meter
(detector de mentiras) cienciológico en el rancho del ciego donde Charlie mantenía
su harén. Él utilizaba el sexo, la música, el aislamiento, el ritual y la simulación
– todo lo que funcionara. Era un proxeneta y un hipnotizador. Dispensaba
tabletas de LSD como si fueran golosinas para perros de liberación retardada.
Entrevisté
a Preston Guillory, quien había sido ayudante en el Departamento del Sheriff de
Los Ángeles cuando finalmente reventaron el rancho Manson. Declaró que antes de
los asesinatos se les había dicho que dejaran tranquilo a Charlie, a pesar de
las quejas por violaciones a la libertad condicional (incluida, irónicamente,
la violación estatutaria – estupro), porque “algo importante estaba por pasar”.
“¿Por
qué te dieron esa orden?”
“No
lo sé”, respondió Guillory. “No cuestionamos a nuestros superiores”.
“¿Al
menos has especulado sobre la razón?”
“Oh,
solo pensamos que iban a matar a miembros de las Panteras Negras”.
Así,
el racismo de los sheriffs los convirtió en colaboradores de Charles Manson,
que había querido iniciar una guerra racial. Él instruyó a sus seguidores para
que dejaran pistas que hicieran parecer que los responsables de los asesinatos
habían sido militantes negros. Cuando la familia fue arrestada, sin embargo,
simplemente sirvió para darles mala reputación a los hippies.
Antes
de que Willie Nelson hiciera que ese look fuera respetable nuevamente, estaba
John Linley Frasier, un loco de las montañas de Santa Cruz que llevaba el pelo
largo y bandana, que estuvo involucrado en un impresionante asesinato en masa
un año después de Charles Manson. Más tarde se convirtió en el compañero de
prisión de Manson, mencionando en una carta que “Charlie y yo todavía estamos
tratando de averiguar cuán largas habían dejado nuestras correas y quién ha
estado orinando en ellas...”
Y
así sucedió que Charles Manson estaba encerrado en confinamiento solitario en
la prisión de Folsom cuando un nuevo preso fue colocado en la celda contigua.
Era Tim Leary, recién llegado luego de ser perseguido por todo el mundo.
Finalmente fue capturado junto a Joanna Harcourt Smith, quien luego admitió
haber trabajado para la Agencia de Control de Drogas.
“Te
sacaron de las calles”, informó Manson a Leary, “para que yo pudiera continuar
con tu trabajo”.
Charlie
no podía entender cómo Leary le había dado ácido a tanta gente sin tratar de
“controlarlos”. Sin embargo, recuerdo un cierto interés personal que Leary
tenía por haber sido un catalizador para la transformación de dichas personas.
Disfrutaba de la influencia que había ejercido en el cambio de actitud hacia el
LSD que Henry Luce había aportado a Time
y Life.
Pero,
una vez, Leary comentó: “considero a Otto Preminger uno de nuestros fracasos”.
La conexión
Otinger Preminger
El
FBI ha tenido mala prensa últimamente. Han sido acusados de incitar a Jean
Seberg al suicidio. Los documentos demostraron que habían difundido la historia
de que estaba embarazada de un líder del Partido de las Panteras Negras. Luego,
para defenderse, el FBI lanzó la grabación de una conversación telefónica en la
que Jean Seberg le dice a un sorprendido Black Panther lo contento que debería
estar de que ella estuviera llevando su bebé.
Es
suficiente para que los lóbulos izquierdo y derecho de tu cerebro empiecen a coger
entre sí. ¿Cuál será la siguiente capa de realidad? ¿Revelará otro documento
que el miembro de las Panteras Negras era en realidad un agente encubierto?
Pero
el FBI no fue el primero en jugar con el destino de Jean Seberg. Ella fue
elegida originalmente por Otto Preminger entre miles de concursantes para el
papel protagónico en su película Juana de
Arco. Mientras la quemaban en la hoguera, sus prendas realmente tomaron
fuego. Jean Seberg gritó con tal pasión por la supervivencia en ese momento que
parecía imposible toda eventualidad de suicidio.
Y
Otto Preminger, gracias a su corazón profesional, sabía que esta era una escena
que tenía en la primera toma.
Me
encontré con Preminger en dos ocasiones. La primera fue en 1960. Estaba
dirigiendo un panel de censura para Playboy.
Preminger había desafiado el sello oficial de aprobación de Hollywood al no
censurar The Moon Is Blue. En
retrospectiva casi no parece un acto valeroso, pero Preminger se negó a
eliminar la palabra “virgen”.
De
todos modos, al final de nuestra entrevista, preguntó: (acento austríaco) “Cuanto
transcrrifas esto, ¿fas a arreglar el inglés mío?”
“Oh
claro”, respondí rápidamente. “Por supuesto”.
Me
fulminó con la mirada y gritó: “¿Porr qué? ¿Qué tenerr de malo inglés mío?”
La
segunda vez que vi a Preminger fue una década después. Ambos habíamos sido
invitados al programa de Merv Griffin (Orson Bean era el anfitrión invitado
nuevamente). Yo había tomado mescalina para la ocasión. Otro invitado era el
comediante Jackie Vernon. Refiriéndose a la longitud de mi cabello, dijo: “¿Por
qué no te das un buen baño?”
Nunca
nadie me había preguntado eso en la televisión. Más tarde, (...) George Carlin aportaría
una sugerencia estilo Aikido “deberías haber dicho: ‘Gracias, Jackie, no lo
había considerado’”, pero en ese instante me atrapó con la guardia baja y me
quedé en silencio. Lo mismo hizo la audiencia. La tensión fue rota por Otto
Preminger.
“Essa
ess la enferrmetat de nuesstrra ssocietat, essa actitud esterreotípica”.
Ahora
el público aplaudió. Y luego nos fuimos a un comercial. Hay un ritmo definido
que un director pone a un programa de televisión...
Entre
esas dos ocasiones, Otto Preminger hizo una película llamada Skidoo. Era una propaganda pro-ácido,
disfrazada como una comedia de aventuras.
Y
el papel de Dios fue interpretado por Groucho Marx. Recientemente Tim Leary me confesó
alegremente: “Otto Preminger me engañó. Esta mucho más en la onda que yo”.
La conexión
Lenny Bruce
Steve
Allen se convirtió en el primer suscriptor de The Realist en l958. Él envió varias suscripciones de regalo,
incluyendo una para Lenny Bruce, que estaba ocupado luchando contra la etiqueta
de prensa “cómico enfermo”. Lenny y yo desarrollamos una estrecha amistad. En
1962, Playboy me asignó como editor
de su autobiografía, How to Talk Dirty and
Influence People, que estaban serializando.
Viajar
con Lenny Bruce era una delicia increíble. Verlo moldear sus percepciones de la
vida diaria en rutinas cómicas para el escenario fue pura educación teatral.
Pero a medida que la sala de audiencias se convertía cada vez más en su entorno
cotidiano, las contradicciones de la ley se convirtieron cada vez más en el
lienzo de su oficio.
Aunque
Lenny fue una tremenda influencia para mí como artista, yo no estaba en
absoluto en la onda de la droga en ese momento. Una vez le pregunté sobre la
aparente inconsistencia entre su estilo de vida libre y su forma de detener
todo para meterse un chute. Él respondió: “bueno, uno tiene que parar para
comer, ¿no?”
Describía
que la heroína era “como besar a Dios”. ¿Y quién podría culparlo por eso?
En
el invierno de 1964, colocado con una combinación de DMT y LSD, Lenny cayó
hacia atrás a través de la ventana de su habitación de hotel en San Francisco.
En el preciso momento en que estaba suspendido en el aire, exclamó: “¡El hombre
se elevará por encima de la regla!” Luego se rindió a la ley de la gravedad y
se desplomó contra la acera de abajo. Tuvieron que enyesarle ambas piernas y por
un tiempo se convirtió en el Ermitaño de Hollywood Hills.
Alrededor
de ese tiempo, Jerry Hopkins, que había abierto la primera head shop en L.A. y que más tarde se convirtiera en el biógrafo de
Elvis Presley y Jim Morrison, estaba produciendo el show de Steve Allen. Él me
organizó una presentación de una noche en el teatro Steve Allen. Lenny Bruce
estaba en la audiencia, y también Groucho Marx.
En
un momento en el programa yo estaba hablando de la importancia de tener empatía
por las perversiones de otras personas... Durante la sesión de preguntas y
respuestas que siguió, Lenny se puso de pie con sus muletas y me preguntó qué
había querido decir con eso.
“Bueno,
una vez que estaba sentado en el subte, era hora pico y estaba muy lleno, y las
nalgas de una señora mayor no paraban de frotarse contra mi hombro, y comencé a
excitarme...”
“¡Estás
enfermo!” Gritó Lenny.
“Gracias,
señor presidente”, respondí, terminando el programa allí mismo.
Más
tarde, conocí a Groucho Marx por primera vez.
“Eso
fue muy inteligente, la forma en que terminaste”, dijo. “Además, me estaba poniendo
inquieto en mi asiento”.
La conexión Ram
Dass
A
mediados de la década de los sesenta, me había hecho tan adicto que guardaba
toda mi provisión en una caja de depósito de la bóveda del banco. Una vez a la
semana me ponía mi camiseta de Cosa Nostra (“¡Apuntamos a complacer!”) y
buscaba mi suministro de LSD para regalar, tragar, lo que sea.
Era,
para ustedes fanáticos de las marcas, el White Lightning de Owsley – 300 microgramos
de una realidad aparte. Compré mi ácido a Dick Alpert para financiar su viaje a
la India, donde su gurú le cambió el nombre a Baba Ram Dass. “Ven a joder el
universo conmigo”, me invitaba en una postal, pero yo ya tenía un gurú
estadounidense: Mortimer Snerd, el muñeco del ventrílocuo Edgar Bergen. Una
vez, Bergen le preguntó a su muñeco principal, Charlie McCarthy: “¿Qué estás
haciendo?” Charlie respondió: “Nada”. Y luego, Mortimer Snerd dijo con su
estilo bobalicón y campechano “bueno, ¿y cómo sabes cuando has terminado?”
De
todos modos, Ram Dass siguió buscando la iluminación y que los extraños le besaran
los pies, mientras yo me quedé en casa y recibí una llamada de Groucho Marx.
Groucho
iba a estar en una película de Otto Preminger llamada Skidoo, que abogaba bastante por el LSD, y él nunca lo había
probado, pero no solo tenía curiosidad, sino que también sentía la
responsabilidad de no engañar a su audiencia, así que me preguntó si podría yo
conseguir algo de buen ácido y si me complacía acompañarlo en el viaje
No
me hice rogar.
El
ácido con el que Ram Dass – en sus últimos momentos como Dick Alpert – no pudo lograr colocar a su gurú, fue el mismo ácido que tuve el honor de tomar con
Groucho Marx. Cuando salí de la bóveda del banco esa semana, respiraba lenta y
profundamente para no cagarme de risa en el vestíbulo.
La conexión de
Groucho Marx
Ingerimos
esas pequeñas tabletas blancas una tarde en la casa de una actriz en Beverly
Hills.
Groucho
estaba interesado en el trasfondo social de la droga. Había dos artículos que
particularmente le hacían cosquillas a su fantasía.
Uno
era sobre el día en que se prohibió el ácido. Los hippies estaban en las calles
esperando el minuto exacto señalado para atacar, así que todos podían tragar públicamente su LSD en el segundo
exacto que se volvía ilegal.
La
otra era sobre un autobús turístico que recorría Haight-Ashbury y los pasajeros
trataban de tomar instantáneas de las criaturas alienígenas locales, quienes a
su vez sostenían espejos frente a las ventanas del autobús para que los
turistas se vieran a sí mismos enfocando sus cámaras.
Le
conté a Groucho que lo primero que le vendí al viejo show de Steve Allen era un
sketch llamado Unsung Heroes of
Television. Entre los héroes había un individuo cuyo único trabajo era
escuchar atentamente durante media hora hasta que alguien dijera la palabra
secreta en You Bet your Life y luego
dejar caer el pato de señuelo cuando la palabra fuera dicha.
Me
contó acerca de uno de sus competidores favoritos “un caballero con cabello
blanco, entrado en años, pero un tipo jovial. Le pregunté qué hacía para
conservar su carácter alegre. ‘Bueno, le diré, Groucho.’ Dijo ‘cada mañana me
levanto y tomo la decisión de ser feliz ese día’.”
Tuvimos
largos periodos de silencio y de escuchar música. Yo estaba acostumbrado a
poner rock 'n' roll mientras viajaba,
pero la colección de discos era de álbumes de música clásica y espectáculos de Broadway.
Después de escuchar Cantata No. 7 de Bach Groucho dijo: “puede que sea judío,
pero estaba viendo las más hermosas visiones de catedrales góticas. ¿Crees que
Bach sabía que estaba haciendo eso?”
Más
tarde, estábamos escuchando la banda sonora de una comedia musical, Fanny. Había una canción llamada Welcome Home, donde la letra dice algo
como “bienvenido a casa, dice el reloj”, y la silla dice “bienvenido a casa”, y
también lo hacen varios otros muebles. Groucho comenzó a representar cada línea
como si en realidad estuviera siendo recibido por el pato, la silla y lo demás.
Era como un niño, encantado por su propia capacidad para responder a la música
de esa manera.
Hubo
un momento en que nuestra conversación de alguna manera entró en un espacio
negativo. Groucho estaba igualmente amargado con las instituciones como el
matrimonio (“es como arenas movedizas”) y con personas como Lyndon Johnson (“ese
cabeza de patata”). Al final, le pregunté: “¿Qué te da esperanza?”
Groucho
pensó por un momento. Luego dijo una sola palabra: “Gente”.
Después
de un rato, él comenzó a reírse solo. Dudé en interrumpir su jolgorio.
Finalmente habló: “realmente me gusta mucho esta idea de interpretar a Dios
como un viejo verde en Skidoo.
¿Quieres saber por qué? ¿Te das cuenta de que la irreverencia y la reverencia
son lo mismo?”
“¿Siempre?”
“Si
no lo son, entonces hacer reír a la gente es una malversación de tu poder”
Y
justo después de que dijo eso, sus ojos comenzaron a lagrimear.
Cuando
volvió de orinar, dijo: “todo el mundo está esperando que ocurran milagros. El
cuerpo humano es un maldito milagro”.
Él
mencionó que “me enamoré un poco de Marilyn Monroe cuando estábamos haciendo Love Happy. Recuerdo que tuve una
erección solo hablando con ella en el set”.
Durante
un pequeño refrigerio: “nunca pensé que comer un higo sería la emoción más
grande de mi vida”.
Sostuvo
y olió un cigarro durante mucho tiempo pero nunca lo fumó.
“Todos
tienen sus propios Laurel y Hardy”, reflexionó. “Unos Laurel y Hardy de miniatura,
uno en cada hombro. Tu pequeño Oliver Hardy te berrea; dice: ‘bueno, es un buen
lío en el que nos has metido’. Y tu pequeño Stan Laurel se pone muy triste: ‘oh,
Ollie, no pude evitarlo, lo siento, hice lo mejor que pude’...”
Cinco
años más tarde, mi libro How a Satirical
Editor Became a Yippie Conspirator in Ten Easy Years fue publicado por
Putnam. El editor, William Targ le, envió una copia anticipada a Groucho y él
le devolvió una postal tan extraña como halagüeña: “gracias por el libro. Le
envío esta tarjeta porque no sé dónde vive el Sr. Krassner. O incluso si está
vivo. En cualquier caso, es un libro hilarante y predigo que en un tiempo
terminará como el único Lenny Bruce vivo”.
El
año después de eso estaba muy metido en mi investigación de Manson. Durante el
viaje ácido con tres miembros de su familia, Squeaky Fromme, Sandra Good y
Brenda McCann, recibí un cumplido aún más impresionante.
Sandy
Good me había visto una vez actuar en The Committee en San Francisco. Ahora me
decía: “cuando la gente me preguntaba cómo era Charlie, yo solía compararlo con Lenny Bruce y Paul
Krassner”.
Mi
corazón latió de forma bastante extraña.
Sandy
había sido una activista de los derechos civiles. Pero Charlie Manson pisoteó
sus anteojos, tiró sus píldoras anticonceptivas, remodeló su personalidad y
transformó su sistema de valores. Así que ahora ella repetía el racismo de
Charlie, y me pidió que le dijera a John Lennon que debía sacarse de encima a
Yoko Ono y “casarse con una de su propia especie”.
Nunca
me encontré con Charlie Manson, aunque he mantenido correspondencia con él. Sin
embargo he escuchado una cinta de su cháchara, y definitivamente usaba el humor
como una herramienta para el mal.
Por
primera vez entendí en mis entrañas lo que Groucho Marx había querido decir
sobre el mal uso del poder de hacer reír a la gente.
La conexión Jerry
Rubin
Después
de nuestro viaje ácido, tuve solo un par de contactos con Groucho.
El
primero era referido al rumor de que había dicho: “creo que la única esperanza
que tiene este país es que asesinen a Nixon”. Quería verificar si realmente lo
había dicho.
“Lo
niego todo”, bromeó, y luego admitió que lo había dicho en una entrevista
durante el almuerzo para una revista ya desaparecida, Flash.
“Eh,
lo siento, señor Marx, está bajo arresto por amenaza de muerte al presidente.
No puedo explicarle cuánto disfruté de A
Night at the Opera. Así, venga, simplemente póngase estas esposas de
plástico...”
Escribí
a la oficina del Departamento de Justicia de los EE. UU. En San Francisco,
preguntando sobre el estado del caso contra Groucho, particularmente en vista
de la imputación del Black Panther David Hilliard por usar una retórica
similar. Aquí está la respuesta que recibí:
Estimado
Sr. Krassner:
En
respuesta a su pregunta, la Corte Suprema de los Estados Unidos ha sostenido
que el Título 18, Sección 87 prohíbe únicamente las amenazas “verdaderas”. Una
cosa es decir que “yo” (o nosotros) voy a matar a Richard Nixon cuando usted es
el líder de una organización que aboga por matar personas y derrocar al
gobierno; otra muy distinta es pronunciar las palabras que se atribuyen al Sr.
Marx, un supuesto comediante. Tanto yo como el Fiscal de los Estados Unidos en
Los Ángeles (donde supuestamente se pronunciaron las palabras de Marx),
opinaron que esta última declaración no constituía una amenaza “verdadera”.
Muy
atentamente,
/
s /, / James L. Browning Jr. Fiscal de los Estados Unidos
La
segunda ocasión fue en la Feria del Libro de Los Ángeles en 1976, donde Groucho
tenía previsto hablar, junto con Tim Leary y Jerry Rubin.
Leary
estaba todo vestido de blanco, excepto por una corbata negra. Ahora estaba
abogando por las colonias suburbanas espaciales.
“La
migración,”. proclamó, “es la herramienta número uno del código de ADN”.
Se
especulaba que en realidad esto podía ser una metáfora sobre la forma en que
deberíamos comportarnos en la tierra. La planificación utópica para la vida en
una estación de paso celestial serviría como modelo para que las personas
cambiasen por sí mismas sus instituciones y sistemas en nuestro propio planeta,
ya sea que empecemos o no a enviar satélites cubiertos con Astroturf.
Leary
le tiró un pequeño palo a Rubin mencionando a un ex radical que decía “mata a
tus padres” y ahora había escrito un libro sobre cómo contactar a tus padres
fallecidos a través del viaje astral. Rubin había emitido un comunicado de
prensa solicitando a los medios de comunicación que no se refirieran a él como
un ex líder Yippie. En algún lugar debe haber un titular: “EX LÍDER YIPPIE PIDE
QUE NO SE LE LLAME EX LÍDER YIPPIE”
Unos
años antes, Jerry Rubin había ayudado a organizar una conferencia de prensa para
denunciar a Tim Leary como soplón, aunque Leary insistió en que nunca había
metido a nadie en problemas. Ahora, Rubin estaba programado para presentarse en
la Feria del Libro la misma noche que Leary, pero la reorganizó para la noche
siguiente para evitar una confrontación pública o, peor aún, un abrazo público
frente a todos esos flashes ansiosos por dispararse.
Sin
embargo, Jerry Rubin sirvió como unificador en la Feria del Libro.
Se
había anunciado que Groucho Marx no hablaría desde el escenario en el salón de
baile del Ambassador Hotel, sino más bien de uno a uno con las personas cuyos
libros estaría autografiando. Esto se convirtió en una escena de descontrol de
la muchedumbre. Así que Jerry encontró a la compañera de Groucho, Erin Fleming,
y sugirió que si tomaban cierto camino los llevaría directamente al escenario. Ella
siguió su consejo.
Groucho
parecía frágil y serio, pero estuvo alerta e irreverente cuando el público le
hizo preguntas.
¿Está
trabajando en una película ahora?
“No,
estoy respondiendo preguntas tontas”
¿Cuál
fue su película favorita?
“Duck
Soup”
¿Nixon?
“Debería
estar en la cárcel”.
¿El
humor es un tema importante en la campaña presidencial?
“Sácate
el dedo de la boca”.
¿Con
qué sueña?
“No
contigo”.
¿Qué
le inspira a escribir?
“Una
pluma estilográfica; un trozo de papel”.
No
podía soportarlo más. Grité: “Groucho, ¿qué te da esperanza?”
Esta
vez dijo: “El mundo”.
En
el auditorio apenas quedaba espacio para estar de pie, pero un hombre se sentó
en el suelo en lugar de sentarse en el asiento que ocupaba un muñeco de goma de
Groucho Marx.
**************