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sábado, 20 de abril de 2013

"REALIDAD" por Robert Anton Wilson

Fragmento de "Cosmic Trigger" (R. A. Wilson, 1977)

 
 
“Realidad” es una palabra del idioma español que resulta ser (a) un sustantivo y (b) singular. Por lo tanto, pensar en español (y en las lenguas indoeuropeas cognadas) nos programa subliminalmente a conceptualizar la “realidad” como una entidad de una-sola-pieza, algo así como un enorme rascacielos de Nueva York, en el que cada parte sólo es otra “habitación” dentro del mismo edificio. Este programa lingüístico es tan generalizado que la mayoría de la gente no puede “pensar” por fuera del mismo, y cuando uno trata de ofrecer una perspectiva diferente, imaginan que uno dice tonterías.

 

La noción de que la “realidad” es un sustantivo, una cosa sólida como un ladrillo o un bate de béisbol, deriva del hecho evolutivo que nuestro sistema nervioso normalmente organiza el baile de la energía en tales “cosas” de una-sola-pieza, probablemente como señal instantánea de bio-supervivencia. Esas “cosas”, sin embargo, se disuelven nuevamente en energía danzante —procesos, o verbos — cuando el sistema nervioso es sinergizado por ciertas drogas, o es trasmutado mediante ejercicios de yoga o chamánicos, o es ayudado por instrumentos científicos. Tanto en el misticismo como en la física, hay un acuerdo general en que las “cosas” son construidas por nuestro sistema nervioso y que las “realidades” (plural) pueden describirse mejor como sistemas o paquetes de funciones de la energía.

 

Eso para la “realidad” como sustantivo. La noción de que la “realidad” es singular, como un frasco sellado herméticamente, no cuadra con los hallazgos científicos que, en este siglo, sugieren que la “realidad” puede considerarse mejor como algo fluctuante y serpenteante como un río, o interactiva, como una danza, o evolutiva, como la vida misma.

 

La mayoría de los filósofos sabe, al menos desde alrededor de 500 A.C., que el mundo percibido por nuestros sentidos no es “el mundo real” sino una construcción que nosotros creamos — nuestra obra de arte privada. La ciencia moderna comenzó con la demostración de Galileo de que el color no está “en” objetos sino “en” la interacción de nuestros sentidos con los objetos. A pesar de este conocimiento filosófico y científico de la relatividad neurológica, que ha sido más claramente demostrado con cada gran avance de la instrumentación, debido al idioma, todavía creemos que detrás del universo fluctuante, serpenteante, interactivo, y evolutivo creado por la percepción, hay una sola “realidad” sólida, monolítica, perfilada tan dura y nítidamente como una barra de hierro.

 

La física cuántica ha socavado esa barra de hierro platónica de la “realidad”, mostrando que tiene más sentido científico hablar sólo de las interacciones que experimentamos realmente (nuestras operaciones en el laboratorio); y la psicología de la percepción ha socavado la “realidad” platónica exponiendo que asumir su existencia conduce a contradicciones insalvables al momento de explicar cómo hacemos realmente para percibir que un hipopótamo no es una orquesta sinfónica.

 

Las únicas “realidades” (plural) que experimentamos realmente y de las que podemos hablar significativamente, son las realidades percibidas, las realidades experimentadas, las realidades existenciales — realidades que nos involucran como editores — y todas son relativas al observador, fluctuantes, evolutivas, susceptibles a ampliaciones y enriquecimientos, pasando de baja resolución a alta fidelidad, y no encajan juntas como las piezas de un rompecabezas en una única Realidad con R mayúscula. Más bien, se iluminan entre sí por contraste, como las pinturas de un gran museo, o los diferentes estilos sinfónicos de Haydn, Mozart, Beethoven y Mahler.

 

Alan Watts tal vez lo expresó mejor que nadie: “el universo es una gigantesca mancha de tinta Rorshach”. La ciencia le encuentra un significado en el siglo XVIII, otro en el siglo XIX, y otro más en el XX; cada artista descubre significados únicos en otros niveles de abstracción; y cada hombre y mujer encuentra diferentes significados a diferentes horas del día, dependiendo de los entornos internos y externos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El Mapa no es el Territorio (Fragmento de Cosmic Trigger II, de Robert Anton Wilson)

El mapa no es el territorio. Usando esta especie de proverbio -que repite muchas veces- Korzybski intenta transmitir muchas cosas: Nuestras palabras no son las impresiones sensoriales que denotan (la palabra "agua" no te mojará)
Nuestras impresiones sensoriales no son los eventos en el espacio tiempo que dan lugar a estas impresiones (cuando una roca te golpea, el dolor no está "en" la roca sino en la interacción de la roca con tus sentidos). Nuestros modelos científicos o filosóficos (orquestaciones de palabras y otros símbolos) no son el universo no-verbal que pretenden describir o explicar. El menú no sabe como la comida ni tiene los mismos nutrientes o aditivos que la comida, etcétera.
Resumiendo, nuestro archivador mental nos puede ser útil (o no) a la hora de clasificar y comprender el mundo, pero incluso en el mejor de los casos no debemos confundirlo con el mundo.
El mapa no muestra todo el territorio. Un mapa de Los Ángeles que mostrase "todo" Los Ángeles tendría que ocupar el mismo espacio que Los Ángeles y por tanto no serviría en absoluto como un mapa. Además, para mostrarlo "todo" sobre Los Ángeles, el mapa tendría que incluir el tiempo y evolucionar como L. A. durante un periodo de eones, siendo desde un desierto inhabitado, al emplazamiento temporal de los nativos en Norteamérica, a una pequeña misión española, etcétera, hasta el presente y hacia el futuro indefinidamente.

Notemos que las formas más "bajas" de intolerancia -por ejemplo, afirmaciones sobre "todos los judíos", "todos los negros", "todos los hombres", "todas las mujeres", etcétera, asumen implícitamente que un "mapa" (modelo) muestra todo el territorio. Pero veamos también que incluso las formas más sofisticadas y educadas de intolerancia, por ejemplo, científicos convencidos de que tienen la única teoría correcta y que el resto con teorías rivales son "incompetentes", descansa sobre una percepción ilusoria similar relacionada con poseer un mapa que puede mostrar todo el territorio. Una vez tenemos un mapa, podemos hacer un mapa del mapa, un mapa del mapa del mapa, etcétera
En su nivel más simple, esto significa que una vez que los humanos tienen impresiones sensoriales pueden (al contrario que otros animales conocidos) fabricar "mapas" y modelos para clasificar y organizar estas impresiones. Una vez que he aprendido la palabra "silla", puedo clasificar todo lo que hay en casa en "sillas" y "no sillas". Más adelante, puedo hacer un mapa de este mapa de un mapa, y clasificar las sillas en la categoría superior de "muebles", y así en adelante, hasta que llego a conceptos como "el Producto Nacional Bruto" y me encuentro desarrollando un modelo económico del mundo, o hasta que llego a conceptos como "energía" y "masa" y empiezo a desarrollar un modelo físico-matemático, o hasta que llego a 92 "elementos" y empiezo a desarrollar un modelo químico, etcétera.
Parece no haber razón para creer que este proceso de realizar mapas de mapas de mapas ("abstrayendo a niveles cada vez más altos") tenga algún fin. Ya tenemos ciencias como la biología matemática, neurogenética, neurolingüística, psiconeuroinmunología, etcétera.

Una vez que nos acostumbramos a pensar en mapas en conjunción con mapas de mapas, y mapas de mapas de mapas, etcétera, se hace fácil encontrar nuestra salida a las confusiones sobre la "realidad".
Desde esta perspectiva, un científico que ingenuamente afirme que estos mapas de un alto orden abstracto "son" la "realidad" parecen semánticamente tan ignorantes como los artistas que retroceden ante este tipo de mapa porque piensan que si esto "es realidad" entonces toda la vida normal y la percepción, incluyendo la percepción artística, "no es realidad"

Ya que el mapa definitivo de todos los mapas que incluye todos los territorios de la existencia no existe, y ni siquiera podemos imaginar cómo producirlo, lo mejor que podemos decir de cualquier túnel de realidad, ya sea sensorial o matemático abstracto, filosófico o "supersticioso" que haya sido creado por nuestra tribu o por una distinta (y por tanto inferior, claro), "científico", "político" o "artístico", es que sólo puede consistir en, "Este mapa parece funcionar bastante bien para mis propósitos, hasta el momento, en la mayor parte de los casos" (O en lenguaje más académico, "los datos no justifican aún revisar la teoría")

Toda "realidad" permanece relativa al instrumento utilizado al detectarla o medirla. En la mayor parte de los casos, para la mayor parte de los humanos en su vida normal, el instrumento que determina nuestras "realidades" -o más exactamente, túneles de realidad-, sería nuestro sistema nervioso en general y nuestro cerebro en particular.

Todo esto no deriva directamente de lo que escribió Korzybski en Ciencia y Cordura en 1933, o lo que leí en ese libro cuando lo descubrí alrededor de 1949. Deriva también de muchos otros científicos y filósofos cuyos trabajos Korzybski citó y que entonces leí (especialmente Wittgenstein, Bohr, Bridgman, Whitehead y Poincaré) y de otros que escribieron sobre el lenguaje y la comunicación después de Korzybski (especialmente Shannon, Whorf, McLuhan y Bateson). He encontrado en el modelo de Korzybski meramente la "bolsa" más general y útil en la que podrían mezclarse las perspicacias de otros analistas lingüísticos en un sistema coherente.
Quizá he visto a Korzybski en una luz distinta que muchos otros de sus comentaristas porque le releí varias veces con marihuana. Con hierba, parece bastante fácil entender que la percepción supuestamente "sin refinar" contiene tanta inferencia y organización-o-orquestación como nuestros formalismos más obviamente generados por la mente en la matemática, o los dogmas religiosos.
Si he conseguido aclarar a Korzybski, el lector debería entender ahora que la rojedad de las rosas pertenece al reino de nuestra percepción sensorial, mientras que el no-color de los átomos pertenece al reino de nuestro software cerebral más abstracto. También debería ver por qué los científicos sociales se han rendido en gran medida ante la palabra "realidad" por completo y hablan de rejillas o modelos o (el término que a Tim Leary y a mí nos parece más claro), túneles de realidad. Atribuir "realidad" a cualquier nivel de abstracción, desde lo más sensorial a lo más teórico, condena implícitamente otros niveles a la "no-realidad" incluso si ellos, también, representan la experiencia humana normal.

He encontrado todo esto muy útil a la hora de entender a Einstein; cada instrumento, como cada cerebro, crea un túnel de realidad distinto, y nuestras funciones cerebrales más altas crean modelos matemáticos para traducir los distintos túneles de realidad en abstracciones que sirven a la ciencia incluso si contradicen la experiencia sensorial o existencial.