OCULTISMO
Y CONTRACULTURA
Por
Erik Davis
(Fragmento de The Occult World, editado por
Christopher Partridge)
Traducción: Mazzu
Tal vez el vector más
importante para la popularización de la espiritualidad ocultista en el siglo XX
es la explosión contracultural asociada a "los años sesenta" – una
era cuya dinámica política y cultural difícilmente cabe dentro de los límites
de esa década en particular. Un término más útil fue acuñado por el crítico
social de Berkeley Theodore Roszak, que utilizó la palabra "contracultura"
para describir una cultura joven masiva cuyo utopismo y cuya experimentación
psicosocial hedónica estaban unidos a una crítica generalizada al racionalismo,
la tecnocracia, las religiones establecidas y las instituciones sociales. Como
tal, la contracultura se superpone significativamente al crecimiento paralelo
de la Nueva Izquierda y a su ideología, y en ocasiones a su violenta lucha
contra casi el mismo "sistema". Unos pocos años después de su
aparición a mediados de la década de 1960, la contracultura había transformado
las formas sociales, la producción creativa, los estilos de vida personales y
la experiencia religiosa en todo el mundo. Aunque la contracultura es un fenómeno
mundial, sus orígenes y muchas de sus dinámicas esenciales se encuentran en EEUU,
y ese será el tema central de este ensayo.
Muchas de las actitudes
y prácticas relacionadas con la contracultura salieron de movimientos
anteriores más bohemios y marginales. Podría decirse que el catalizador clave
para el surgimiento de una contracultura masiva fue la disponibilidad y el uso generalizado
del LSD y otras sustancias psicoactivas carismáticas. Para muchos, los efectos extraordinariamente
noéticos y emocionales del LSD parecieron una evidencia directa de que la
alteración o de expansión de la conciencia individual, junto a los correspondientes
cambios en el yo y sus valores, podrían precipitar un nuevo orden social y
cultural. Estas experiencias también fueron caracterizadas tempranamente por la
notable dimensión mística o religiosa del texto fundacional sobre la mescalina de
Aldous Huxley Las Puertas de la Percepción
de 1954. Una vez que las personas comenzaron a "encenderse" en masa,
una contracultura espiritual amorfa y visionaria surgió casi inevitablemente.
En consonancia con el
argumento de Catherine Albanese de que la tradición metafísica estadounidense
es esencialmente recombinante, los nuevos buscadores combinaron promiscuamente
y a menudo superficialmente el dualismo vedántico, el yoga tántrico, la
meditación zen, la Teosofía, el simbolismo nativo americano, y otros discursos
y prácticas religiosas. Este guiso visionario también incluía muchos elementos
"profanos": la ficción pulp,
la parapsicología, la ufología, las ciencias sociales cibernéticas, y un
hedonismo reicheano que enfatizaba la libertad erótica por encima de la
represión y la moderación. De hecho, una fuente primaria de la sed de la
contracultura por la espiritualidad fue su aceptación - sólo paradójica en
apariencia - del cuerpo intensificado. La sexualidad permisiva y experimental,
junto a los rituales extáticos colectivos propulsados por las drogas en los espectáculos
de rock en vivo, ayudaron a forjar una sensibilidad dionisíaca que fácilmente buscó
y absorbió los transportes imaginales y energéticos de la fantasmagoría
ocultista y los protocolos de la mística.
Con el tiempo, esta
explosión de novedad esotérica abrió el espacio para la cristalización de
estructuras e identidades religiosas más definidas, y ayuda a explicar el
surgimiento de los nuevos movimientos y "cultos" religiosos a finales
de los 60s y, especialmente, a principios de los 70s. Al mismo tiempo, la contracultura
también acogió un entorno cultual - u "ocultual" - que incluía la
astrología, la brujería, el I Ching,
el Tarot, los chakras, la reencarnación, y la tradición Teosófica y
etnofarmacológica. A pesar de que muchas de estas ideas, símbolos y prácticas
ya circulaban por los márgenes metafísicos de los EEUU del siglo XX, no siendo
de ninguna manera algo exclusivo de los bohemios, la contracultura las llevó
más o menos al centro del escenario para que ayudaran a definir lo que podemos
llamar auténticamente un Zeitgeist. A
principios de la década de 1970, cuando la contracultura se había transformado
en el motor de la cultura popular, Occidente se vio anfitrión de una
"ocultura pop[1]"
omnipresente y comercializada cuya larga sombra se proyecta hasta la
actualidad, desde la New Age hasta la
música black metal, los seminarios de
crecimiento personal, y la cultura rave.
Sobra decir que
"contracultura", "espiritualidad" y "ocultismo"
son conceptos muy complejos y multidimensionales que describen dominios que
también cuentan con un alto grado de informalidad y diversidad interna – y que incluso
se contradicen. Esto hace que las generalizaciones condensadas sobre su
interacción sean particularmente complicadas. Un tema especialmente importante
es la cuestión de la orientalización. El lenguaje dominante de la mística
contracultural en la década de 1960 estuvo marcado por conceptos y prácticas
asiáticas traducidas; ¿es correcto pensar en esto como parte del
"ocultismo"? Sin lugar a dudas, el giro hacia Oriente ha sido una parte
integral del ocultismo occidental desde la Teosofía y las primeras obras de Crowley;
por otra parte, el budismo tibetano, el taoísmo, el yoga, e incluso el Zen
tienen sus propias formas de "magia". Sin embargo, a pesar de que
Christopher Partridge ha ayudado a definir la concepción de
"ocultura" de una manera lo suficientemente amplia como para abarcar el
ingreso asiático junto al esoterismo occidental, hay que resistirse a incluir per se la aparición popular del budismo
occidental y el hinduismo no étnico en la década de 1960 al ocultismo. Por
estas razones, tal vez sea mejor considerar una "contracultura
espiritual" más amplia dentro de la cual podemos identificar las
tradiciones asiáticas, así como la superposición con corrientes ocultas pero
también caracterizadas de manera más específica.
Los
Antecedentes Bohemios de la Contracultura Ocultista
Dependiendo del ángulo
y la profundidad del enfoque, uno podría identificar cualquier número de
antecedentes cruciales de la contracultura. Un antepasado directo del "regreso
a la naturaleza" de los hippies fue el movimiento de alimentación sana de
la costa oeste de los "Nature Boys", una subcultura inspirada
directamente en ideas e individuos relacionados al movimiento alemán Wandervogel, y por lo tanto con la sensibilidad
organicista, neorromántica y "pagana" forjada en el subsuelo
esotérico de habla germana del siglo XIX. Del mismo modo, las aspiraciones
transformadoras, el folklore atlante, y el misticismo con inflexiones asiáticas
de la Era de Acuario es inconcebible fuera del contexto del evolucionismo
espiritual de la Teosofía. Pero para rastrear los antecedentes específicos de
la contracultura ocultista, es mejor recurrir a los pintores, poetas y otros
artistas bohemios de la posguerra. La informalidad (o incoherencia) del
misticismo hippie tardío en parte está ligada al hecho de que las influencias
más cercanas no provenían de maestros espirituales o sectas organizadas, sino
más bien de artistas cuyo cultivo de la idiosincrasia personal y la expresión singular
brindaba a sus exploraciones ocultistas y religiosas una dimensión asistemática, visionaria, y con frecuencia
hedonista.
Una figura emblemática y
prematura fue Henry Miller, que ya rondaba los 50 años de edad cuando se mudó a
Big Sur en 1944. Miller ya había escrito las novelas eróticas experimentales
que le brindarían tanto la fama como la infamia, pero su influencia en Big Sur
fue fundamental, al transformarse en una meca menor para los artistas, los aventureros
sexuales, y los anarquistas políticos. Miller representa un verdadero puente
entre generaciones y continentes - en 1930, en París, él ya estaba leyendo a Blavatsky,
Rudolph Steiner, y Gurdjieff. En California continuó estudiando astrología y a los
maestros espirituales orientales y occidentales, escribió un libro sobre el
misticismo utópico de los Hermanos del Libre Espíritu, y transmutó sus obsesiones
pornográficas previas en lo que Jeffrey Kripal llama un "misticismo
natural panerótico". También visitó los baños termales que más tarde
formarían el ónfalo del Instituto Esalen, cuya devoción institucional por las
prácticas físico-mentales llevarían, a partir de la década de 1970, al tai chi,
el tantra, y otras prácticas esotérico-físicas de iluminación a la corriente
principal de la cultura psicológica americana.
Otra figura singular de
la proto-contracultura de posguerra fue el gran pensador, etnomusicólogo, cineasta
experimental y documentalista Harry Smith. Criado por padres teósofos en el Noroeste
del Pacífico, Smith vivió en el área de la bahía durante la década de 1940,
fumaba marihuana, pasaba el rato en los clubes de jazz, y hacía animaciones
abstractas pintadas a mano inspiradas en parte por la teoría esotérica de los colores.
Smith se mudó a Manhattan, y en 1952 hizo su contribución más duradera a la
contracultura: la Antología de Música Folk Americana, una colección potente y
misteriosa de los primeros blues y música antigua que se convirtió en la piedra
de Rosetta para folkies como Bob
Dylan y los Fugs; entre las notas obsesivas, Smith incluyó citas de Robert
Fludd y Rudolph Steiner. Las películas de Smith se volvieron más iconográficas,
y comenzó a incluir montajes animados de formas divinas tibetanas, árboles
cabalísticos interconectados y hongos Amanita
muscaria. Smith también fue un estudiante serio de Aleister Crowley, una
predilección entonces oscura que compartía con Kenneth Anger, un cineasta
experimental de la costa oeste mucho más influyente que comenzó a hacer
películas en 1947. Los cortos de Anger, a menudo marcados con simbolismo oculto
y homo-erótico, más tarde se convirtieron en pilares del circuito de cine de
medianoche; a pesar de no ser hippie, Anger vio a la contracultura como el
cumplimiento del profetizado Eón de Horus de Crowley.
El antepasado más
directo de la contracultura espiritual sigue siendo la Generación Beat. Jack
Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, y Gary Snyder eran buscadores, y
sus exploraciones serias sobre el budismo, la cienciología, la magia, el tantra,
el zen, la psicodelia y el hinduismo llegaron a proporcionar modelos para los
lectores que buscaban un camino para salir de la aplastante cultura de la
conformidad de los Estados Unidos en la década de 1950. Dicho esto, sus viajes
espirituales fueron divergentes, e influyeron sobre la creciente corriente
ocultista de diferentes maneras. Kerouac, que a menudo se identificaba como
católico, comenzó a leer los sutras Mahayana en 1954; un año más tarde conoció
al poeta de la costa oeste Gary Snyder, cuya profunda interiorización del Zen
fue inmortalizada en la obra de Kerouac de 1958 Los Vagabundos del Dharma. Kerouac encontró el dharma a través de
su dolorosa lucha interior, inspirado a su vez por la retórica budista de la
inmediatez, en consonancia con sus propias prácticas formales de prosa
espontánea. Receloso del Zen, Kerouac encontró en los clásicos sutras Mahayana
un lenguaje de la paradoja y un panorama visionario que luego emuló en Mexico City Blues y La Escritura de la Eternidad Dorada, con su "fantástica
imaginación mágica de la iluminación, destellos, juegos, sueños..."
Hal Chasse, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs
La adopción del budismo
por parte de Snyder fue a la vez más formal y más fundamentada que la de
Keruoac. Estudió durante muchos años en un monasterio en Kyoto, y su dharma, al
igual que su poesía más contundente, se apartaba del narcisismo romántico de
Kerouac hacia una santificación concreta y sin inflexiones de lo cotidiano que
tenía poco que ver con los poderes ocultos o anómalos de la mente. En este
sentido, Snyder ayuda a definir la importante diferencia entre la contracultura
espiritual, que él ayudó a fomentar directamente, y el renacimiento ocultista,
cuya resaca esotérica rechazó. No obstante, incluso en sus formas más
minimalistas, el Zen ofreció a Snyder y a otros buscadores bohemios una especie
de iluminismo, especialmente en lo que se articuló en los textos límpidos y
enormemente influyentes de Alan Watts sobre el Zen.
De todos los Beats,
Ginsberg interpretó el papel más decisivo en la contracultura espiritual. En
parte gracias a sus experiencias visionarias de juventud, el trabajo de Ginsberg
tuvo una dimensión blakeana expansiva desde el principio. Al igual que Snyder,
su voz también insistía en la transformación más que en un escape de la
materialidad, y sus encuentros posteriores con el hinduismo y el budismo
tuvieron lugar dentro de un marco sólido inspirado por Whitman ayudando a
definir un dharma americano más carnoso. En los tempranos 60s, después de una
visita a la India junto a Snyder y otros, Ginsberg adoptó públicamente la
parafernalia de un hombre santo; apareciendo en conferencias o reuniones de
protesta envuelto en túnicas, solía entonar cánticos kirtan, cantar "Hare Krishna", y tocar el armonio. Bardo
místico y hedonista de la conciencia, Ginsberg también se unió a Snyder en la
negativa a honrar la división que muchos hicieron entre la contracultura
espiritual y el activismo político.
El más viejo y menos humanista
de los beats, William S. Burroughs, anticipa las dimensiones más oscuras y más
paranoicas del ocultismo contracultural. Burroughs desconfiaba del idioma como
vehículo de expresión personal y de la espontaneidad, por considerarlo más como
un campo de batalla oculto en donde las fuerzas de control libraban una guerra
contra los intentos subversivos e incluso nihilistas para romper el hechizo de
los signos convencionales. Sensible a la rivalidad y la paranoia que acarreaba
el pensamiento mágico, a principios de 1950 Burroughs le escribía a Ginsberg
sobre el uso de las maldiciones y la "magia negra"; también viajó a
América del Sur en una zambullida profética en las profundidades serpentinas del
yagé (ayahuasca). En París a finales de 1950, cuando también estudió
Cienciología, Burroughs desarrolló el método cut-up de composición artística inventado por Brion Gysin,
vinculando el tipo de yuxtaposiciones oraculares ya presentes en el dadaísmo y
el surrealismo a un modelo de procesamiento de la información de posguerra y a
la manipulación de los medios de comunicación. Gysin e Ian Sommerville, un
compinche de Burroughs, también construyeron la máquina de ensueño a principios
de la década de 1960, un dispositivo de bajo costo cuyo parpadeante efecto alterador
de la conciencia anticipó la búsqueda contracultural del uso de las drogas y los
medios de comunicación para, como escribió Burroughs en su Expreso Nova de 1964, "asaltar el estudio de la
realidad."
El
LSD Como una Religión Mistérica Química
Junto a otras
sustancias psicoactivas, el LSD ayudó a catalizar la transformación del
esoterismo bohemio marginal en la ocultura
pop de finales de los 60s y en los 70s. Desde los inicios de su difusión en la
cultura juvenil, el ácido vino ya "envasado" con asociaciones que lo
vinculaban a estados místicos de conciencia, en parte gracias a La Experiencia Psicodélica (1964), una
guía de viaje muy popular de Timothy
Leary, Richard Alpert, y Ralph Metzger que basa su cartografía de los estados
alterados en la remezcla teosófica de Evans-Wentz del Libro Tibetano de los Muertos. Más importante aún, la propia
experiencia con ácido brindaba evidencia inmediata de las capacidades transrracionales
de la conciencia, estados que podían ir desde una sensación de fusión
vibratoria unitiva con el cosmos a una explosión mitopoética de simbolismo
religioso y sobrenatural a una calesita perceptual de sincronicidades engañosas
y posibilidades paranormales. El ácido socavó los esquemas instrumentales de la
acción individual, y devolvió a muchos usuarios a la línea de base con un gusto
creciente por el pensamiento libremente asociativo, los estados de éxtasis, y los
acontecimientos colectivos espontáneos. Como era de esperar, el uso de LSD y
otras drogas alentó un compromiso caleidoscópico con las prácticas
espirituales, los sistemas metafísicos y los misterios ocultistas, los cuales
vinieron a complementar, refractar, y hasta cierto grado sustituir los raptos
noéticos insostenibles del ácido.
Las paradojas de un
sacramento químico - cuyos estados sagrados eran instrumentalmente catalizados
por un producto comercial - se ven bien reflejadas en la carrera de Timothy Leary, quien fue más responsable que nadie de ‘encender’ a la generación joven.
(Ginsberg, a quien Leary primero le proveyó psilocibina, también jugó un papel
vital.) Cuando Leary tomó hongos psilocibos en 1960, y LSD, poco después, era un
exitoso profesor de psicología que, a pesar de rechazar el conductismo reinante
de la época, no era humanista. Aunque estaba firmemente arraigado en la ciencia
social impersonal, sus experimentos con los estudiantes y profesores lo
llevaron hacia discursos y marcos cada vez más esotéricos. Su amigo Huston
Smith, profesor de religión en el MIT, lo introdujo a las nociones
perennialistas de una "experiencia mística" núcleo que acecha bajo la
aparente variedad de la fenomenología religiosa, un concepto controvertido que
dio forma fundamentalmente al pensamiento psicodélico posterior. Después de una
experiencia de descubrimiento en un templo Vedanta local, el personaje de Leary
de los 60s se estableció: después de salir de la Universidad de Harvard y
convertirse en un líder contracultural, Leary adoptó el personaje de un gurú enérgico
y entrelazó ideas místicas hindúes junto a otras ideas esotéricas en su
discurso. Pero como sugiere su discurso sobre el ADN y los "juegos"
sociales, en realidad nunca abandonó el marco de las ciencias sociales o el
materialismo filosófico, y estaba espiritualmente más alineado con el enfoque a
veces manipulador y "bribón (trickster)"
de Gurdjieff, a quien Leary comenzó a leer en 1965.
El enfoque elitista de
la costa este de Leary de la psicodelia convencionalmente contrasta con el
estilo más informal y carnavalesco de la costa oeste de Ken Kesey y los Merry
Pranksters, uno de los cuales se refirió memorablemente a la fascinación de
Leary con los bardos tibetanos como un "viaje de cripta (crypt trip)".
Por el contrario, la "espiritualidad" de los Pranksters se puede ver
como una suspensión anárquica, demótica, y a veces boba de la diferencia entre
lo sagrado y lo profano, más como una evasión a la racionalidad convencional
que una trascendencia disciplinada. Uno de los objetivos clave de su happening interminable era la sincronicidad,
el extraño fenómeno de las coincidencias sorprendentemente significativas
descrito por primera vez como tal por Jung. Para los Pranksters y muchos otros cabezas-de-ácido, la sincronicidad llegó
a ser vista como una especie de Gracia profana o psicodélica - en la conjunción
fortuita significativa de los eventos ordinarios, la sincronicidad implica un
orden de correspondencia paranormal al tiempo que conserva la materialidad
cotidiana. Los Acid Tests (sesiones
de ácido) que los Pranksters realizaban antes de que California prohibiera el
LSD en 1966 implementaban creativamente tecnología de iluminación y sonido que
acompañaba las improvisaciones de los por entonces jóvenes Grateful Dead,
estableciendo así un modelo para la cultura psicodélica masiva naciente. Pero los
Acid Tests pueden entenderse como
máquinas de sincronicidad social – una celebración envolvente, cibernética, y McLuhanesca
de la guerra de cut-ups de Burroughs
contra el control.
La sincronicidad no
exige explícitamente interpretaciones ocultistas, pero sin duda se presta a
ellas. Una herramienta esotérica tradicional que era popular entre los Pranksters,
y que también satura la cultura bohemia y psicodélica en general, es el I Ching. Publicado por primera vez en la
famosa edición de Wilhelm/Baynes en 1950, el I Ching, o el Libro de las Mutaciones, es un antiguo sistema
oracular chino que utiliza la tirada al azar de tallos de milenrama (o simplemente
tres monedas) para generar cifras que corresponden a uno de los sesenta y
cuatro hexagramas, cada uno de los cuales viene adornado con una variedad de
comentarios a menudo enigmáticos. Aunque presentando un perfil más fresco y más
filosófico que el Tarot, el I Ching sigue
siendo utilizando por muchos como una herramienta ocultista, que simultáneamente
rechaza las nociones convencionales de la "casualidad" mientras
abraza un sistema orgánico de signos que prometen reconfigurar la voluntad a
los poderes cósmicos holísticos en lugar de líneas instrumentales. Otro sistema
adivinatorio significativo era la astrología, que se convirtió en un armazón
tipológico y una lingua franca generalmente
disponible para la contracultura, así como una herramienta para armonizar ese
colectivo emergente con el medio ambiente cósmico. Entre los astrólogos clave para
la contracultura están Gavin Arthur - que contribuía al Haight Street Oracle - y Dane Rudhyar, que decisivamente moldeó la
astrología moderna mediante la introducción de convenciones interpretativas más
humanistas y junguianas. Aunque la popularidad de la astrología no se limitaba
a la juventud – las columnas astrológicas habían sido populares en los
periódicos estadounidenses desde la década de 1940 -, la "Era de Acuario"
se convirtió en la etiqueta más popular para el sentido amplio y apasionado de
un cambio de época inmanente de esa generación.
Un importante vehículo
popular para el simbolismo esotérico y ocultista fue el arte psicodélico,
particularmente el que floreció a través de los afiches de conciertos, los diseños
de los LP, y, en menor medida, en los comix
underground. En efecto, si el manual del bardo de Leary y los Acid Tests de Kesey pueden entenderse
como el desarrollo de la forma
psicodélica, la cultura hippie semi-comercializada que ayudaron a engendrar
puede entenderse más en términos de desarrollo del contenido psicodélico. Las portadas de los discos explotaron
explícitamente la imaginería ocultista y mitopoética, siendo The 5000 Spirits or the Layers of the Onion
de The Incredible String Band y el Axis:
Bold as Love de la Jimi Hendrix Experience los ejemplos más sobresalientes
de 1967. Por otro lado, los comix
underground se saturaron con obsesiones satíricas y pornográficas que
hicieron a la mayoría de las publicaciones considerablemente menos místicas
que, por ejemplo, las hazañas en Marvel Comics del Dr. Strange, ilustrado por Steve Ditko, que se estrenó en 1963 y
fue amado por muchos cabezas-de-ácido. Una excepción importante fue Rick
Griffin, un creador de cómics, así como uno de los principales diseñadores de
carteles de rock de la era psicodélica. A pesar de que creció en el ámbito del arte
surfer a comienzos de los 60s, el estilo maduro de Griffin – a menudo asociado
a los Grateful Dead - presentaba un simbolismo pesado e idiosincrático que iba
desde el Orange Crate Art, a las Enseñanzas Secretas de Todos los Tiempos
de Manly Hall, hasta el modernismo blobular y su propia imaginación intensa.
Griffin remezcló las imaginerías cabalística y cristiana esotérica para la
revista de R. Crumb Zap, mientras que
el cartel del globo ocular volador que diseñó para un concierto de Jimi Hendrix
en el Fillmore sigue siendo tal vez la imagen más emblemática de la época, una
mezcla desconcertante de surrealismo pop, pesadilla sobrenatural e invasión
divina. Al igual que muchos carteles psicodélicos jugaban con la tensión entre
los patrones bidimensionales y las formas orgánicas tridimensionales, la obra popular
de Griffin superponía las profundidades de la imaginería esotérica sobre la
superficie pura de diseño comercial.
El
Renacimiento Mágico
Roszak termina su The Making of a Counter-Culture con la invocación
del chamán y la magia creativa de la imaginación visionaria encarnada. En
términos religiosos, este espíritu se manifiesta menos en las interpretaciones
hippies del Zen o del misticismo vedantista que en el surgimiento de religiones
explícitamente mágicas: la brujería, el satanismo, el paganismo, siendo este
último una autodescripción surgida de la contracultura. Los antecedentes para
estos desarrollos incluyen a la Wicca británica y la tradición americana Feri
de Victor Anderson, pero cualquier punto de vista amplio de las corrientes
mágicas en la década de 1960 debe considerar los ámbitos más pulp de la cultura popular, donde
circulaban imágenes y atmósferas que más tarde se materializarían como práctica
espiritual. Particularmente importante fue el mercado de la ficción fantástica
establecido por la tremenda popularidad de El
Señor de los Anillos de JRR De Tolkien, que se convirtió en un éxito
después de aparecer en una edición de bolsillo no autorizada en 1965. Editoriales
como Lancer y Ballantine también estaban reeditando (frecuentemente con portadas
morbosas) ficción extraña estadounidense de la generación anterior, por lo que
la nigromancia alienígena de Lovecraft y los cuentos de espada y brujería de Robert
E. Howard se hicieron disponibles. A pesar de que los cómics traficaban hacía
rato con los poderes sobrenaturales, desarrollaron una resonancia más en onda
con la década de 1960; Dr. Strange, cuyo
héroe – que a pesar de ser un Mago occidental ha adquirido su sabiduría en el
Tíbet - ya ha sido mencionado. Las películas de terror sobrenatural presenciaron
un renacimiento sexy de los vampiros en Hollywood; los ejemplos incluyen la serie
febril de adaptaciones de Poe de Roger Corman protagonizada por Vincent Price.
De hecho, es un
ejercicio interesante considerar la diferencia exacta entre los rituales
satánicos escenificados, digamos, en La
Máscara de la Muerte Roja de Corman y los "psicodramas" satánicos
organizados por el ocultista estadounidense más famoso de la década de 1960,
Anton LaVey. Aunque fue despreciado muchas veces como un simple charlatán,
LaVey mezcló su filosofía libertaria de individualismo satisfecho con un fuerte
sentido de teatralidad subversiva y con más que una pizca de lascivia. Fundó la
Iglesia de Satán en 1966, organizando eventos sensacionalistas en la "casa
negra" en San Francisco, y se convirtió, junto a la popular astróloga y
bruja británica Sybil Leek, en una de las principales fuentes para los
periodistas que escribían sobre el renacimiento mágico. Aunque LaVey mismo fue
crítico de la moda hippie de las drogas, uno de sus dinámicos co-conspiradores fue
Kenneth Anger, cuyo compromiso con la Era de Acuario se ve reflejado en su
oscuro y contundente corto de 1969 Invocation
of My Demon Brother, que en gran parte fue filmado Haight. En una de las
sincronicidades más espeluznantes de la época, la película contaba con Bobby
Beausoleil, un compinche de Charles Manson que más tarde fue condenado por el
asesinato de Gary Hinman, instigado por Manson. Mucho más que los escarceos de moda
con diablo que llevaron a los Rolling Stones (a instancias de Anger) a titular Their Satanic Majesties Request a su
disco de 1967, Charles Manson cristalizó, en el imaginario social y hasta
cierto punto en la realidad, el diablismo espiritual potenciado por la
zambullida caprichosa de la contracultura en el sexo, las drogas, y la
metafísica no dual.
El crecimiento del lado
infernal de la religión ocultista - verdadero, imaginado, o representado – tuvo
en los 60s su paralelo en las religiones más equilibradas y positivas basadas
en la naturaleza, que en parte sacralizaban el ethos contracultural del encanto de la carnalidad. La Wicca inglesa
se abrió camino a lo largo de todo el país, pero sin duda la parte más importante
del renacimiento mágico era la voluntad contracultural de demoler la autoridad
espiritual con invención imaginativa en lugar de adquirir narrativas de
transmisión histórica ininterrumpida. Emergiendo en 1961 de una mezcla
profética de ciencia ficción, liberalismo, y la psicología del Potencial Humano
de Maslow, la Iglesia de Todos los Mundos ya estaba en camino a convertirse en
un grupo mágico con foco en la naturaleza cuando se convirtió en la primera
religión natural en recibir un acta constitutiva. En California, en 1968, la Nueva
y Reformada Orden Ortodoxa de la Golden Dawn se formó cuando los estudiantes
universitarios comenzaron a mezclar la brujería de Gerald Gardner con las ideas
radicales de Norman O. Brown y las posibilidades creativas de la performance grupal y el juego ritual.
Incluso los movimientos seculares de recreación como la Sociedad para el
Anacronismo Creativo y la Feria Renacentista proveyeron contextos culturales
para la fabricación de identidades explícitamente paganas. La lección de la
contracultura era que, mágicamente hablando, la actuación colectiva de la
imaginación creativa era al menos tan importante como la iniciación y la
réplica de una "tradición".
Tal vez la expresión
pública más audaz de esta lección, una que ha ido más allá de la brujería e incluso
de la contracultura espiritual, fue el "exorcismo del Pentágono", que
tuvo lugar en octubre de 1967. Siguiendo a la masiva manifestación que tuvo
lugar en el Lincoln Memorial para protestar contra la guerra de Vietnam, cerca
de 50.000 personas marcharon hasta el Pentágono. Junto a miles de activistas de
derechos civiles, pacifistas e izquierdistas, la multitud incluía a muchos representantes
coloridos y festivos de la contracultura. Uno de los grupos de protesta que
buscó explícitamente combinar el activismo con dicha pompa feral fueron los Yippies, cuyo cofundador Abbie Hoffman,
en un acto de teatro consciente, trató de utilizar la energía psíquica allí reunida
para hacer levitar físicamente al Pentágono, volverlo color naranja, y finalizar
la guerra. Allan Ginsberg apoyó el esfuerzo con cantos budistas, mientras que
los Hare Krishnas bailaban y la multitud coreaba "Om". En otro
momento el grupo folk underground de Nueva York The Fugs dirigió una ceremonia (¿en
parte?) paródica para exorcizar los demonios del Pentágono, mientras que
Kenneth Anger realizaba hechizos mágicos crowleyianos por su cuenta y sin un
ápice de ironía. La compleja mezcla de absurdismo y sinceridad que los diversos
actores brindaron a esta electrizante protesta mágica refleja el grado al cual lo
oculto se había generalizado volviéndose un lenguaje cultural de posibilidad
colectiva y no sólo una orientación "espiritual".
La política progresista
también caracterizaría la evolución de las corrientes explícitamente paganas y
mágicas en la década de 1970. La más notable de ellas fue el desarrollo de la
brujería feminista, tal vez el ejemplo más extremo del alcance de la
feminización de la religión y la espiritualidad de la década. En 1971, Z.
Budapest estableció el coven exclusivo para mujeres ‘Susan B. Anthony no. 1’ con
líneas esencialmente feministas. Budapest, que fue arrestada en California en
1975 por violar la ley contra la "adivinación" (ley que ella más
tarde combatió para anular), fusionó la retórica del feminismo radical con un
enfoque exclusivo en las deidades femeninas en lugar de la polaridad sexual de
la Wicca tradicional; para su aquelarre y muchos otros, "el despertar de
la conciencia" se había vuelto el despertar consciente de la energía de la
diosa. La estudiante más influyente e importante de Budapest fue Starhawk, que
popularizó ampliamente la brujería con su libro de 1979 The Spiral Dance, y cuya forma de práctica pagana muy visible y
políticamente activa canalizó las viejas energías de la contracultura hacia el
asediado panorama político y ambiental de la década de 1980 y más allá.
Ocultura
Pop a Principios de la Década de 1970
Algunos señalan el
final de la contracultura en 1970, cuando Charles Manson fue a juicio por los
asesinatos de Tate-LaBianca y la Guardia Nacional mató a cuatro estudiantes que
protestaban en Kent State. Un punto de vista más abarcador e inercial la extiende
hasta mediados de la década de 1970, caracterizando el comienzo de los 70s como
el nebuloso crepúsculo de los ídolos hippies. (Más allá de este punto podemos
hablar de contraculturas - punks okupas, trotamundos, ecologistas radicales,
Ravers - pero la retórica de unidad generacional ha terminado). Los 60s
estuvieron marcados por una sensación generalizada de transformación colectiva
inminente, pero luego la Era de Acuario se eclipsó, al igual que la Gran
Sociedad de Johnson dio paso a la recesión, el escándalo de Watergate, y la
política de la paranoia. Así que mientras las costumbres "liberadas"
o permisivas comenzaron a transformar a la corriente mainstream de la vida social, los estragos del abuso de drogas y la
confusión existencial, introducidos por la dislocación psicosocial endémica de
la contracultura, se convirtieron en cosas imposible de ignorar. La conciencia
ambiental creció en intensidad - el primer Día de la Tierra fue en 1970 - pero
iba acompañada por la sensación derrotista de que la única manera de mantener
vivo el sueño era retirarse a una vida rural o a una naturaleza no humana idealizada.
Estas condiciones
ayudan a explicar la innovación espiritual que caracterizó a los tempranos 70s,
que desde el punto de vista de la historia de las religiones fue una era de
descubrimientos y reinvenciones, extraordinariamente fértil y a veces
desesperada. El desarrollo más notable fue el crecimiento sin precedentes de
los movimientos religiosos nuevos y
trasplantados, como la Iglesia de la Unificación, Siddha Yoga, y una amplia
variedad de sectas cristianas. Acompañando a estos grupos y al crecimiento
paralelo de los nuevos movimientos religiosos anteriores como los Hare Krishna
o la Cienciología, había un creciente debate público en torno a los "cultos".
Por lo general, dirigidos por maestros o gurúes carismáticos y, a veces
apoyándose en la ya establecida sensibilidad ocultista brindada por la
contracultura - con la secta basada Los Angeles de Father Yod /YaHoWha/James
Baker representando a un grupo profundamente en deuda con el esoterismo
occidental -, estos movimientos interiorizaron las expectativas utópicas y
colectivas de la época mientras proporcionaban estructuras metafísicas y
sociales cristalizadas en lugar de la deriva existencial.
Más importante aquí,
sin embargo, es el establecimiento a principios de la década de 1970 de una
forma más informal pero omnipresente de "ocultura pop". Esta sensibilidad
cultural generalizada se produjo en parte gracias a fuertes fuerzas comerciales
que ya estaban construyéndose hacia el final de la década de 1960, cuando, por
ejemplo, el número de libros recién publicados sobre ciencias ocultas y
parapsicología aumentó en más del 100 por ciento anual. Del mismo modo,
mientras que había varios programas televisivos populares en los años 60 que incluían
poderes ocultos - como la serie gótica Dark
Shadows y la comedia I Dream of
Jeannie – el paisaje mediático de la década de 1970 estuvo saturado por lo
sobrenatural, desde el nacimiento del metal pesado y el rock progresivo, a la
iconografía cada vez más cósmica de los cómics y el arte de los pósters. El
esoterismo fue un gran negocio - las principales editoriales como Doubleday establecieron
series de ocultismo, mientras que US Games emitió su popular versión (y con
copyright exclusivo) del famoso mazo de Tarot de Rider-Waite en 1971. La
necesidad de publicar también marcó a los grupos independientes y subterráneos
ya identificados con la contracultura espiritual: Llewellyn emitió una versión
americana del legendario Libro de las
Sombras de Gerald Gardner en 1971, mientras que la Iglesia de Todos los Mundos y otras religiones naturales desarrollaron el discurso pagano a través
de una agitada red de publicaciones periódicas.
Al igual que con los
nuevos movimientos religiosos y regímenes de superación personal como el est, la explosión de la ocultura - libros,
herramientas oraculares, narrativas populares, efemérides, etc.- ayudó a
organizar el flujo desterrado de la conciencia contracultural a medida que se
comprometía con una era más oscura y paranoica con su ansia de encantamiento
muy intacta. Un ejemplo notable de este ajuste fue la serie de bestsellers de Carlos Castaneda, en la
cual el antropólogo de la UCLA describía (o, más probablemente, inventaba) su
larga iniciación de la mano del "hombre de conocimiento" yaqui Don
Juan Matus, quien daba drogas psicodélicas a Castaneda junto a una variedad de
prácticas interesantes. Aunque el primer volumen apareció en 1968, fueron los
libros que Castaneda publicó a principios de 1970 los que realmente resonaron,
presentando una accesible realidad mágica poblada por aliados ominosos y que requiere
de una vigilancia y una autodisciplina constante. Este punto de vista
"chamánico" amoral y más tradicional contrasta fuertemente con las visiones
acuarianas previas más beatíficas. Aunque los libros de Castaneda llegaron a
ser vistos por la mayoría de los antropólogos (aunque no todos) como fruslerías,
esto apenas hizo una diferencia para muchos lectores; al igual que Don Juan y
muchos de los gurús de "sabiduría loca" de la época, Castaneda mismo podría ser visto como un bribón capaz de despertarte.
Timothy Leary también
sintió el cambio en el aire. En su breve folleto de 1973 "Star Seed",
escrito en la prisión de Folsom, Leary aconseja a los lectores a rechazar la
"trampa hindú" que él mismo había adoptado anteriormente, con su
"con su cháchara suave y dulzona" de la unidad. En cambio, Leary
ofrecía una perspectiva "Psi-Fi" expansiva, futurista, y cada vez más
transhumanista sobre las posibilidades del desarrollo de las funciones para
reprogramar el sistema nervioso humano. Una de las influencias más importantes
de Leary en esta transición fue Aleister Crowley, muchas de cuyas obras más
importantes (incluyendo el extraordinario Libro
de Thoth) fueron publicadas o reeditadas a finales de los 60s y principios
de los 70s, lo que generó un profundo interés en Thelema que aún perdura
entrelazado con ciertas corrientes del rock y otras culturas populares. En
muchos sentidos, Crowley se ubica actualmente como el "antepasado" más
importante de la contracultura ocultista: amaba las drogas, utilizaba fuentes
esotéricas tanto de oriente como de occidente, encabezó una comuna
disfuncional, y colocó a la sexualidad en el núcleo de su Misticismo contra-normativo
y controversial. Su calva apareció en la portada del Sgt. Pepper’s Hearts Club Band (1967) de los Beatles (junto a Jung,
Aldous Huxley, Burroughs, y otros héroes de la contracultura), pero la bestia
recibió su más importante promoción rockera de la mano del guitarrista y
compositor de Led Zeppelin Jimmy Page, que vendió sus obras a través de su
librería ocultista y vivió un tiempo en la antigua mansión de Crowley. El hecho
de que una miríada de jóvenes aficionados de todo el mundo conocieran al escandaloso
mago ceremonial eduardiano por medio de del grupo de rock 'n' roll que
encabezaba las listas de éxitos es una caracterización tan buena como cualquier
otra para la dinámica de la ocultura pop en la década de 1970, cuando las
semillas espirituales de la contracultura se diseminaron por todas partes.
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