Según Terence McKenna, la evolución del lenguaje hablado (y por tanto, de la ‘inteligencia’) en los homínidos se produjo a partir de la ingesta de alimentos que contenían sustancias psicotrópicas.
Terence Kemp McKenna (16 de noviembre de 1946 – 3 de abril de 2000), fue un escritor, orador, filósofo, etnobotánico e historiador de arte estadounidense. Nació en Paonia, Colorado, EEUU. Se graduó en la Universidad de Berkeley en una licenciatura distribuida entre Ecología, Conservación de Recursos y Chamanismo. Investigador y explorador consumado, viajó extensamente por Asia, Europa y Sudamérica durante toda su vida. Como autor ha escrito varios libros en relación a sus temas de estudio, también con la participación de su hermano Dennis Mckenna, del matemático Ralph Abraham y el biólogo británico Rupert Sheldrake. Vivió hasta sus últimos días en Hawai.
Terence McKenna
La gran vergüenza de la teoría evolucionista, que puede explicar la lengua del colibrí, la estructura de las orquídeas, los hábitos reproductivos de la marmota, y la migración de la mariposa monarca, es el error al diagnosticar la evolución formativa del neocórtex del cerebro humano. Lumholtz, (biólogo evolucionista ortodoxo) describe la evolución del neocórtex de nuestro cerebro como la transformación más dramática de un órgano mayor de un animal superior en la historia de la evolución. Y bien, ¿Por qué esto es vergonzoso? Porque es el órgano que pensó la teoría de la evolución misma ¿Pueden ver la redundancia? Exactamente ahí está el problema. Así que es necesario en la teoría evolucionista tomar registro de la dramática aparición de la neocorteza cerebral humana en este estrecho período temporal: básicamente, luego de 2 millones de años, pasamos de ser Primates Superiores (Homínidos) a ser verdaderos Humanos, tan humanos como ustedes y yo, apenas hace 140.000 años ¿Qué sucedió? ¿Cuál fue el factor clave?
De manera muy resumida (demasiado, tal vez), la teoría de McKenna conjetura que debido al avance de los hielos de la anteúltima gran glaciación (hace 200.000 años), una rama de nuestros ancestros primates en las selvas del norte de África (junto a otros grandes grupos de mamíferos) se vio compelida a salir del nicho ecológico en el que habían evolucionado, emigrando hacia las planicies y cambiando sus hábitos alimenticios. Uno de los ítems que incluía esta nueva dieta de los primates, eran los hongos (muchos de los cuales contenían psilocibina, una sustancia psicoactiva), que crecían en los excrementos de las manadas de los animales rumiantes que los acompañaban en su migración. Cuenta McKenna:
Bueno, yo mismo en Kenya he visto babuinos dispersándose por la pradera, y noté que uno de sus comportamientos normales es el de voltear heces viejas de vacas. ¿Por qué? Porque hay montones de insectos ahí. Así que ya tenían un sesgo conductista en la búsqueda nutricional de proteínas que los llevaría a investigar los excrementos de vacas. Bien, en el Amazonas, después de unos cuantos días de niebla y lluvia, estos hongos psilocibos (Stropharia cubensis) pueden llegar a ser del tamaño de un plato; en otras palabras, no puedes perderlos de vista: si eres un primate omnívoro, los tienes que ver. Y el sabor es agradable. Además la psilocibina tiene características únicas, tanto alucinógenas como otras que la hacen el químico elemental para detonar procesos superiores.
Los cambios provocados en los primates por la ingestión de esta droga fueron muchos - según McKenna -, por ejemplo: que una dosis leve de psilocibina eleva la calidad visual y, por ende, el éxito de recolección alimenticia; en dosis medianas crea excitación sexual en los primates, lo cual provoca un crecimiento poblacional superior en las especies que la ingieren, en comparación con las que no lo hacen; y que la sinestesia provocada por una dosis mayor de psilocibina pudo haber abierto las puertas al desarrollo del lenguaje hablado (Sinestesia: la habilidad de inducir imágenes mentales a través de los sonidos vocales, la capacidad de unir percepciones y emociones que provienen de dos campos sensoriales diferentes en una expresión metafórica; el arte de asociar elementos en apariencia disímiles; la abstracción).
Según McKenna:
Comes aún más hongos, y ya no estás preocupado por la dieta ni entretenido en los menesteres con el sexo opuesto. En lugar de eso, estas clavado en el piso en éxtasis alucinógeno. Una de las cosas grandiosas de la psilocibina en una dosis, digamos, de 5 o 6 gramos , es que causa glosolalia. Brote espontáneo de comportamiento lingüístico bajo el obvio control de la sintaxis interna. Y yo creo que la sintaxis existió antes que el lenguaje hablado, que la sintaxis controla el comportamiento espacial y el lenguaje corporal, y que no está estrictamente reducida a la producción del lenguaje vocal. Ahí está todo resumido. Comiéndolo, abrimos nuestro camino hacia la conciencia elevada. El hongo nos hizo mejores cazadores, mejores sobrevivientes, la población que los usó aumento su activad sexual que por ende superó a aquellos que raramente lo consumían, y finalmente creó un fenómeno neuroléptico que provocó estas descargas de vocalización sintáctica, que se volvió el material original para la evolución del lenguaje.
La sinergia de la psilocibina en la dieta del Homínido nos sacó de la simple mente animal hacia el mundo lenguaje articulado y el de la imaginación.
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