La Semántica del
"Bien" y del "Mal"
Robert Anton Wilson
Ensayo publicado
en Critique: A Journal of Conspiracies
and Metaphysics nº28, 1988
Traducción:
Mazzu
El
fallecido Laurance Labadie una vez me contó una parábola acerca de un rey que
decidió que cada vez que se encontrase con alguien le patearía el trasero, sólo
para enfatizar su poder. Mi memoria puede haberla elaborado un poco con los
años, pero básicamente sigue de esta manera: puesto que este maniático llevaba
una corona y tenía un ejército, las personas pronto aprendieron a tolerar las
patadas con bastante frecuencia, e incluso comenzaron a aceptarlas filosófica o
estoicamente, como aceptan los impuestos y otras imposiciones de reyes y
gobernadores. Incluso aprendieron a inclinarse tan pronto como veían que el rey
se acercaba.
Finalmente,
el rey murió y su sucesor natural continuó la tradición, pateando a todo quien
se le cruzase. Pasaron los siglos, y, en el curso normal de las cosas, la
nobleza en su conjunto había exigido y adquirido el mismo "derecho"
que el rey: cualquier barón podía patear a alguien de menor rango, y los
caballeros podían patear a todo el mundo excepto a los barones o la familia
real, etc. Una gran parte de la población pasaba la mayor parte de sus horas de
vigilia frente a una pared, agachada, en la espera de la siguiente bota en las
posaderas.
La
llegada de la democracia, en ese increíble universo paralelo, sólo puede
entenderse mediante las formas de pensamiento tradicional o hábitos mentales adquiridos
de las extrañas personas que allí vivían. Por lo tanto, para esas personas
peculiares, la democracia significó que cualquiera podía patear a los demás,
siempre y cuando el pateador pudiera probar que él (o ella) tenía un saldo
bancario más grande que el de la persona que recibía la bota en la grupa. En el
marco de la rejilla o túnel de la realidad de ese mundo, la
"democracia" no podía tener otro significado pensable. (Si esto les
suena fantástico, consulten La
Construcción Social de la Realidad de Berger y Luckman)
Por
supuesto, al principio todo el mundo se regocijó con la Constitución de la
nueva democracia, porque ahora la "justicia" (como ellos la
entendían) había sido alcanzada: si tenías buena salud y buena suerte,
eventualmente podías acumular suficiente dinero en el banco para tener el
"derecho" de patear a tanta gente como la que tenía
"derecho" de patearte a ti, y si eras especialmente sagaz o
afortunado, podías llegar al nivel donde pudieras patear a casi todo el mundo y
casi nadie pudiera patearte.
Por
supuesto, con el tiempo aparecieron los herejes en ese mundo, como en el
nuestro. Estas personas querían que las patadas fueran abolidas por completo, y
se negaron a admitir que esto fuese una "idea loca y radical."
Dijeron que para ellos era "sentido común" y "decencia".
Naturalmente, nadie cuerdo tomaría a esos locos en serio ni por un segundo. Con
el fin de evitar la reflexión acerca de los argumentos de los herejes, los
ciudadanos cuerdos desarrollaron un vocabulario para deshumanizarlos y
desacreditarlos. Cualquier individuo que se opusiese a ser pateado regularmente
era llamado "llorón", "descontento", "cobarde",
"marica", " gallina liberal", "perdedor",
"defectuoso", "desviado", "chiflado",
"vago", etc.
Verán,
la gente de ese mundo había sido condicionada a creer que si adosaban esas
etiquetas a los herejes, no tendría que considerar ninguno de sus argumentos.
(Voy a pasar por alto la posibilidad escalofriante de que ciertos
contribuyentes de Crítique hayan
llegado desde esa realidad alternativa ridícula manteniendo intactas sus ideas
de lo que constituye el debate razonable durante la transformación
espacio-temporal.)
Larry
Labadie tenía su propio motivo en la creación de esa parábola: como anarquista,
creía que los socialistas de estado tenían los peores rasgos del capitalismo en
su propuesta utópica. Para mí, sin embargo, la parábola tiene un significado
más general, que expresaré de la siguiente manera: Si la gente ha vivido con
algo todos los días de su vida, y sobre todo si saben que eso se ha mantenido
durante muchos siglos, se hace casi imposible cuestionarlo sin sonar como una
especie de pervertido o excéntrico, o, a lo sumo, como un intelectual
sabelotodo que puede ser sospechado de estar haciendo simples juegos mentales o
sencillamente de "jugar con las ideas." En el peor de los casos, los
cuerdos domesticados decidirán que uno quiere destruir el mundo o destituir a
la deidad o que uno intenta alguna atrocidad igualmente drástica, y van a
conspirar para silenciarlo.
A
modo de ilustración: después de dos siglos, la mayoría de las personas educadas
pueden entender la filosofía del deísmo expuesta por Voltaire. Sin embargo, la
investigación histórica deja bien claro que la mayoría de los contemporáneos de
Voltaire no entendieron el deísmo en absoluto, las referencias a él como un
"ateo" se pueden encontrar continuamente, no sólo por parte de
escritores con intención polémica, sino también en muchos de los que
evidentemente pensaron que estaban escribiendo prosa expositiva objetiva. Para
la mayoría de las personas de esa época parecía imposible comprender que la
negación del Dios cristiano (Dc, convengamos) no significara negar a todos los
dioses posibles (Dx).
A
medio camino entre la época de Voltaire y la nuestra, Theodore Roosevelt, en un
célebre discurso, se refirió a Thomas Paine como un "pequeño y sucio
ateo." Relatos contemporáneos describen Paine como limpio y alto, y en sus
propios escritos expresa una filosofía deísta, no atea. Parece que alrededor
del año 1900 muchos todavía encontraban dificultades para reconocer que entre
la ortodoxia cristiana y el ateísmo muchas otras posiciones filosóficas
posibles – el principio aristotélico del “tercero excluido” - podían ser
halladas por la mente investigativa independiente. Para proceder desde el
kindergarten filosófico a la universidad en un solo paso, consideremos este
ejemplo más avanzado: entre los años 1900 y 1926, los físicos cuánticos
descubrieron que ciertas "leyes del pensamiento" aristotélicas
sencillamente no se aplican a nivel subatómico. En concreto, no se puede hablar
significativamente de una "partícula" sub-atómica como una cosa en sí
que posee "propiedades" permanentes, separadas del observador y el
aparato a través del que se la observa. Peor aún: una "partícula"
subatómica no puede ser llamada "partícula" sin las comillas, ya que
actúa como una onda con la misma frecuencia con la que actúa como una
partícula.
Como
digo, este no-aristotelismo subatómico surgió de experimentos y análisis en el
primer cuarto de este siglo. La mitad posterior del siglo ha confirmado que el
mundo subatómico actúa de una forma aún más no-aristotélica de lo que parecía
al principio, y ningún intento de hacer encajar los datos en un marco
aristotélico ha tenido éxito.
¿Qué
ha surgido como consecuencia de esto? Como indica la parábola del mundo
alternativo de Labadie, la consecuencia parece ser que la matemática cuántica
no sólo parece extraña a los laicos sino también a los propios físicos, que
tienen problemas para entenderse entre sí. Si un sistema científico no puede
ser propuesto en términos aristotélicos, nadie en nuestra sociedad está muy
seguro de cómo pueda ser descrito. Volviendo a nuestra metáfora, los filósofos
cuánticos parecen estar tratando de pensar en un mundo sin la patada en el culo
mientras sus mentes están sutilmente programadas por un mundo en el cual tal
patada en el culo sigue siendo una característica predominante.
Por
lo tanto, me parece que la famosa o infame "interpretación de Copenhague"
de Neils Bohr y sus estudiantes (1926-1928) quiere decir que no podemos hablar
con sentido acerca de ninguna "realidad" aristotélica absoluta
separada de nosotros, sino sólo de las "realidades" relativas que
encontramos y/o medimos existencial o experimentalmente - pero esta
interpretación de la interpretación de Copenhague deben ser entendida sólo como
la forma en que yo la he interpretado. Según el Dr. Nick Herbert de la
Universidad de California en Santa Cruz, la interpretación de Copenhague
significa que una cosa tal como la "realidad" nunca podrá ser hallada
en absoluto. No estoy exagerando: en Quantum
Reality, el Dr. Herbert realmente afirma que la opinión de Copenhague
significa que “no existe una realidad profunda”. Pero, luego, expresa su
disgusto por el punto de vista de Copenhague, calificándolo como "la
escuela de la Ciencia Cristiana de la física". El Prof. Mermin, de
Columbia, defendiendo la interpretación de Copenhague, suena tan radical como
el Dr. Herbert atacándola; Mermin dice sin rodeos que "la Luna no es
demostrable cuando nadie la está mirando".
John
Gribbin, editor de New Scientist,
también escribe sin rodeos en una página de su libro En Busca del Gato de Schrödinger que en realidad la opinión de
Copenhague significa que "nada es real", pero más adelante dice de
forma más moderada que "‘la realidad’, en el sentido cotidiano" no
parece ser útil en la física. El premio Nobel Eugene Wiegner, por su parte,
dice que la posición de Copenhague demuestra que creamos las manifestaciones
que observamos en el laboratorio (al diseñar los experimentos que producen
dichas manifestaciones) y que por lo tanto no podemos aprehender las cosas en
sí, sino sólo como se nos presentan. O, mejor dicho, me parece que eso describe
lo que Wiegner dice. Los críticos de Wiegner afirman que él dice que creamos la
"realidad" al pensar en ella, lo que hace sonar al viejo caballero
como si hubiese tomado LSD o hubiese visto demasiados especiales televisivos de
Shirley MacLaine.
John
von Neumann, por su parte, sugirió en 1933 que los sistemas cuánticos deben ser
considerados matemáticamente como con tres estados posibles (sí, no
y tal vez, en un lenguaje no
matemático) en contraste con los dos estados de la lógica aristotélica (sí y no).
El Prof. David Finkelstein sostiene que esto tiene más sentido que cualquier
otra forma de referirse al mundo subatómico, pero la mayoría de los físicos
piensan que von Neumann simplemente realizó un "truco" matemático sin
significado físico.
El
predominio de las patadas en los pensamientos del mundo alternativo de Labadie,
y de la lógica aristotélica en nuestro mundo, indica la dificultad que
experimentan los seres humanos al tratar de percibir o comunicar sus
percepciones fuera de la red o túnel de la realidad condicionada de su
"tribu" o sociedad.
(…)
La estructura de sujeto-predicado subyace en la mayor parte del pensamiento
pseudocientífico, como el del médico de Molière que dijo que el opio nos pone
somnolientos porque posee una "propiedad productora de sueño". La
mayoría de las explicaciones populares del comportamiento humano entran
notoriamente en esta categoría - por ejemplo, una mujer no trabaja porque tiene
un "demonio de la pereza" en ella, o "es"
"floja", donde un análisis funcional buscaría un explicación más
nítida, menos demonológica, como una economía deprimida, desequilibrios
nutricionales o endocrinos, o, más probablemente, alguna combinación sinérgica
de la dinámica social e interna.
En
general el pensamiento occidental tradicional, sobre todo en el nivel
folclórico, postula "esencias" aristotélicas (o fantasmas) implícitas
para explicar prácticamente todo, donde la ciencia - y, curiosamente, la
filosofía oriental - tienden a buscar explicaciones en las relaciones funcionales
descritas fenomenológicamente en términos de interacciones observadas. Esto
puede explicar por qué la ciencia y la filosofía oriental parecen igualmente
absurdas (o igualmente nefastas) para quienes fueron criados en el túnel de la
realidad cristiano-occidental tradicional.
Concretamente,
en nuestro mundo occidental hemos sido condicionados y/o hipnotizados por 2000
años de metafísica cristiana sobre el "Bien" y el "Mal", y
cuestionar ese sistema de pensamiento o túnel de la realidad - u ofrecer una
alternativa fenomenológica - crea una alta probabilidad (de alrededor de
99,97%, calculo) de que nadie entienda lo que se quiere comunicar. Sin embargo,
tengo la intención de tomar ese riesgo aquí. Voy a experimentar una gran
sorpresa y no poca alegría si alguno de los comentarios negativos provocados
por esto muestra algún tipo de comprensión de lo que realmente quiero decir.
Para
empezar, me parece que, como dijo Nietzsche, los conceptos ingenuos o
intuitivos de lo "bueno" y lo "malo" tienen una historia
diferente y son disímiles a los hipotéticos fantasmas implícitos en el
"Bien" y el "Mal". Como probablemente fueran utilizados por
nuestros antepasados más antiguos, y como son usados por la mayoría de la
gente hoy en día, "bueno" y "malo" tienen los mismos
significados que tienen para cualquier otro animal: "bueno" significa
"bueno para mí" y "malo" significa "malo para
mí". Por lo tanto, un perro "sabe" de alguna manera que los alimentos
con olor extraño deben ser considerados "malos para mí"; un ser
humano educado sabe, además, que algunos alimentos de olor dulce también pueden
actuar como algo "malo para mí". Todos los animales, incluyendo los
seres humanos, "saben" desde el nacimiento y continúan "sabiendo"
- a menos que (en el caso de los humanos) sean condicionados o les sea lavado
el cerebro - que los abrazos, mimos, caricias y el contacto oral y/o genital
definitivamente actúan sobre el organismo como algo "bueno para mí."
Desde
este punto de vista pre-metafísico o fenomenológico u operativo, puedo
identificar bastante rápida y fácilmente muchos eventos o "cosas" en
el espacio-tiempo que aparecen como "buenas para mí" (por ejemplo la
comida sabrosa, la libertad de prensa, la comedia inteligente, la pintura artística,
hacer el amor, Beethoven, mi procesador de textos, el dinero que llega
regularmente en grandes dosis, ciertos medicamentos y vitaminas, lo
anteriormente mencionado: abrazos-caricias-fusión, etc., etc.). También observo
fácilmente muchas "cosas" o acontecimientos en el espacio-tiempo que
parecen "malos para mí" (por ejemplo el cristianismo fundamentalista,
el comunismo, el nazismo, el resto de los intentos de interferir en mi
libertad, los alimentos tóxicos, los desechos tóxicos, las películas de terror,
ciertos fármacos etc., etc.). También observo que muchas cosas que parecen
"malas para mí" parecen "buenas" o inofensivas para los
demás.
Continuando
con esta base existencial-fenomenológica, a continuación me parece que lo
"bueno para mí" y lo "malo para mí" deben ser considerados
como funciones relativas en varios sentidos. Lo que parece "bueno para
mí" a menudo parece "malo" para alguien más, o lo que parece
"bueno para mí" puede, tarde o temprano, tener consecuencias
"malas para mí", o lo que parecía "bueno para mí" cuando
tenía 20 años de edad ya no parece "bueno para mí" a los 50, y
algunos entretenimientos que juzgo como "buenos para mí", más
adelante pueden aparecer con claridad como "malos para mí". En
general lo "bueno para mí" permanece siempre en relación con mi
conocimiento o ignorancia en el momento en que hago el juicio, y sé por
experiencia que a veces juzgo mal. (Cabe destacar que a pesar de que los
abrazos, caricias, etc. siempre parecen como "buenos para mí", las
consecuencias de la elección de una pareja equivocada, o un mal momento, más
adelante pueden claramente revelarse como inequívocamente "malos para
mí." Esto probablemente subyace en la mayoría de las supersticiones,
fobias y fijaciones sexuales)
Algunos
animales parecen genéticamente programados para reconocer, en algunas
ocasiones, lo "bueno para mi manada" o incluso "bueno para mi
especie", como se documenta por ejemplo en Sociobiología de E. Wilson, El
Gen Egoísta de Dawkins y en otras obras similares. Con o sin esa
programación genética como plan oculto, muchos seres humanos demuestran
claramente la capacidad de pensar y apuntar a lo que parece "bueno para mi
especie" o incluso (recientemente) "bueno para la biosfera en su
conjunto." Tales juicios aún permanecen en relación con el bienestar
general del juzgador, relativos a la ubicación y a la historia en el
espacio-tiempo (lo que parece bueno para los zorros probablemente parecerá malo
para los pollos), e incluso, en el caso de "bueno para la biosfera",
en relación con el conocimiento o desconocimiento del juzgador.
Antes
de continuar, le ruego observar al lector que si la semántica humana hubiera
permanecido en este nivel fenomenológico primitivo, y la relatividad del juicio
hubiera seguido siendo evidente para todos, la negociación y el compromiso
tendrían forzosamente un papel más importante en la historia del que tienen
ahora, y las violentas "cruzadas" y guerras religiosas/ideológicas
habrían jugado un papel relativamente menor. Siempre parece posible negociar
sobre lo que parece bueno y malo para nosotros en situaciones concretas; pero
se vuelve cada vez más difícil negociar con éxito cuando la metafísica del
"Bien" y el "Mal" entra en el universo del discurso. La
tendencia entonces se torna en lucha, y a luchar tan violentamente como sea
posible, como lo muestra claramente la espeluznante historia del dogmatismo
cristiano, y que las religiones seculares tales como el nazismo y el comunismo
han demostrado una vez más en nuestro propio siglo.
En
comparación, la ética confuciana sigue siendo fenomenológica; Confucio dijo
explícitamente que su sistema "no estaba en contra de la naturaleza
humana" y lo comparó con "amar a una hermosa flor u odiar el mal
olor, también es respetar la nariz de uno mismo". El taoísmo y el budismo
difieren de Confucio principalmente en una mayor conciencia de la relatividad
de los juicios (y la posibilidad de la percepción trans-ego o desapegada del
ego), pero no contienen nada parecido a la concepción metafísica Occidental del
"Bien" y el "Mal". De hecho, algunos de los pasajes más
famosos de la escritura budista y taoísta ridiculizan cualquier noción
metafísica no relativa sobre el "Bien" y el "Mal" -
nociones que aparentemente surgieron de vez en cuando en el Oriente, entre los
excéntricos, como el panteísmo oriental aparece ocasionalmente en el Occidente,
entre los excéntricos.
Nietzsche,
como la mayoría de la gente sabe, creía que la metafísica del "Bien"
y el "Mal" no sólo contradice las evaluaciones organicistas más
intuitivas de lo "bueno para mí" y lo "malo para mí", sino
que parece haber sido concebida con la intención de contradecir (y confundir)
dichas reacciones "ingenuas" o "naturales". (La mayoría de
las nociones sexuales sacerdotales de lo "Bueno" y lo
"Malo" contradicen y confunden notoriamente las evaluaciones
organicistas ingenuas o naturales, por ejemplo.) En otras palabras, Nietzsche
afirma que los sacerdotes inventaron el "Bien" y el "Mal"
para tener poder sobre los demás, - para persuadir a la gente a no confiar en
sus propias evaluaciones y colocar toda la confianza, en cambio, en los mismos
sacerdotes como supuestos representantes de un hipotético vertebrado gaseoso de
peso y masa astronómicos llamado "Dios". Parece que la opinión de
Nietzsche era que ya que este vertebrado gaseoso hipotético no podía ser
localizado en el espacio-tiempo sensorial-sensual normal (existencial), los
sacerdotes, en efecto, intentaron inculcarle a la gente "No confíen en
ustedes mismos, confíen en nosotros" o, más claramente aún, "no piensen,
nosotros vamos a pensar por ustedes".
De
acuerdo con este análisis, los tiranos políticos, que sólo controlan nuestros
cuerpos y acciones, presentan menos "ambición de poder" de los papas,
ayatolás y otros sacerdotes que tratan de controlar nuestros pensamientos y
juicios, es decir, invadiendo nuestro santuario íntimo. (Ver La Voluntad de Poder de Nietzsche para
un extenso análisis de este fenómeno.)
Piense
lo que uno piense sobre este intento nietzscheano de psicoanalizar los motivos
del antiguo sacerdocio, parece que la metafísica del "Bien" y el
"Mal", nuevamente a diferencia de los simples juicios organicistas de
lo "bueno para mí" y lo "malo para mí", históricamente ha
funcionado para dar más y más poder, en dosis equinas, a los sacerdotes y
predicadores de todos los colores y creencias. (Parece fácil pensar en un monje
budista o taoísta o en un erudito confuciano viviendo aislado, pero un clérigo
cristiano, por definición, parece ser alguien que le dice a las otras personas
qué pensar y qué hacer, es decir, tiene poder sobre ellas, por lo general
basado en el miedo y la amenaza básica, por ejemplo: "irás al infierno si
dudas de mí.") Después de 2000 años de cristianismo, la mayoría de la
gente acepta que un supuesto experto les diga lo que "es"
"bueno" y "malo" tan automáticamente como la gente de la
parábola de Labadie aceptaba la patada.
¿Tiende
la historia a justificar la visión de Nietzsche de que este sistema de
metafísica de otro mundo (interpretado por presuntos expertos en ese supuesto
otro mundo) conduce a la "degeneración", la "decadencia",
la "enfermedad", la "neurosis", la "locura", la
"epilepsia" etc.? Bueno, no sé acerca de la epilepsia (que ahora
parece ser orgánica o genética más que sociológica), pero los otros términos que
usa Nietzsche se refieren todos a la prevalencia en la sociedad cristiana de lo
que llamó "resentimiento" y "venganza" - la envidia o la
rabia contra los que viven sin la metafísica cristiana, junto con el feroz
deseo de castigar o destruir a esas personas. Parece imposible leer una página
de san Pablo sin encontrar este tipo de compulsión de resentimiento y venganza
casi de inmediato, y lo pueden escuchar en la televisión toda la noche si ponen
los canales fundamentalistas, donde por lo general encontramos a los
evangelistas fomentando el odio contra los no-cristianos (cuando no están
confesando entre lágrimas todos los pecados o delitos personales previamente
desenterrados y bien publicitados por los medios paganos). El teólogo cristiano
parece históricamente haber intentado aterrorizar a otras personas para que
hagan lo que él quiere que hagan, y que piensen lo que quiere que piensen o
matarlos si no se someten.
El
animal, el niño, la sociedad pre-alfabetizada, el confucianismo, el budismo, el
taoísmo, y la mayoría del mundo vive en túneles de la realidad en los que el
"Bien" y el "Mal" siguen siendo demarcados por las
evaluaciones organicistas de lo "bueno para mí/bueno para mi tribu" y
"malo para mí/malo para mi tribu". Sólo las sectas cristianas – y las
ideologías seculares como el nazismo y el comunismo, que pueden ser
consideradas como herejías cristianas tardías, como reflexiona el historiador
Toynbee - contienen la idea del "Bien" y el "Mal" absoluto
y la instigación a la violencia implícita en tal concepto.
Me
parece, pues, que al "poner todo al revés" (frase de Nietzsche) - es
decir, al negar las evaluaciones organicistas y relativas de "bueno"
y "malo" y al sustituirlas por las definiciones de "Bien" y
"Mal" decididas por algún grupo clerical o algún Comité Central – nos
hemos extraviado dentro del reino de la fantasía y la locura muy lejos de la
cordura. Concretamente, cuando decido clasificar algo como "bueno" o
"malo", recuerdo que he hecho esa clasificación, y que no tengo
ninguna evidencia abrumadora de infalibilidad personal; asumo la
responsabilidad de ese juicio, en el sentido existencialista, y sigo abierto al
aprendizaje y al cambio de opinión, si los nuevos datos indican que debo
revisar mi evaluación. Pero si clasifico algo como el "Bien" o el
"Mal" en el sentido metafísico definido por algunos sacerdotes o por
un partido político, no "asumo la responsabilidad", me convierto casi
en un muñeco de ventrílocuo a través del cual hablan y actúan los sacerdotes o
ideólogos, y abdico de toda posibilidad de aprender más o de revisar mis
errores. No parece tan exagerado cuando Nietzsche llama a esto "poner todo
al revés" porque al someterme a un sistema tan abstracto y al negar mis
propias percepciones, he invertido la evolución y "renunciado" a la
raza humana. Podría ser fácilmente reemplazado por un robot o un
servo-mecanismo en ese punto. Los seres humanos por lo general no se comportan
como robots, a menos que hayan sido adoctrinados por algún sistema metafísico
como el cristianismo o alguno de sus parientes cercanos, el judaísmo y el
Islam, o sus herejías tardías, el nazismo y el comunismo.
Si
este ensayo puede escapar de ser considerado inmoderadamente polémico o
extremadamente exagerado, debo explicar con más detalle la diferencia funcional
concreta entre las evaluaciones organicistas de lo "bueno" y
"malo" - "respetar la nariz de uno mismo" en el sentido de
Confucio - y el "Bien" y el "Mal" metafísicos. Entonces mi
punto quizá parezca claro, incluso a aquellos que lo rechazan con más vehemencia.
Propongo
que las evaluaciones organicistas intuitivas primitivas e "ingenuas"
de lo "bueno para mí o para mi acervo genético" y lo "malo para
mí o para mi acervo genético" - incluso cuando se condensan en los
sencillos "bueno" y "malo" - reflejan nuestra situación
actual como cuerpos en movimiento en el espacio-tiempo. La evolución ha dotado
a las especies supervivientes con una variedad de programas genéticos que
informan a grandes rasgos a cada organismo individual de qué es "bueno para
mí", y "malo para mí." Estos genes no parecen ser infalibles -
como lo demuestra el perro que bebe pintura derramada porque la pintura huele
más como un alimento bueno que como uno malo. Estos programas genéticos pueden
tolerar la modificación introducida por la experiencia del aprendizaje en
perros, gatos, y otros mamíferos superiores, incluyendo algunos (no dogmáticos)
seres humanos. El mismo aprendizaje empírico puede ser modificado por un
cuidadoso razonamiento de inferencias, etc. Todo esto (programas genéticos,
aprendizaje, razonamiento) refleja el esfuerzo de reunir los datos para trazar
un mapa exacto de nuestra posición en el espacio-tiempo y de qué nos beneficia
y nos perjudica individualmente o a nuestra tribu o especie. Por otro lado, las
doctrinas metafísicas absolutas del "Bien" y el "Mal" no
reflejan en ningún aspecto nuestras trayectorias como cuerpos en el
espacio-tiempo. La estructura de la metafísica y la de su lenguaje reflejan más
bien un mundo de fantasía o un mundo creado por las definiciones que no
refieren significativamente a nuestra historia existencial concreta en el
espacio-tiempo. Si este punto aparece tan recóndito o hermético como las
páginas más inescrutables de Heidegger, voy a tratar de hacerlo más sencillo
con las siguientes columnas de ejemplos:
El
electrón es una onda.
El
primer hombre apuñaló al segundo hombre con un cuchillo.
El
vehículo implicado en el accidente era un Ford azul.
Esta
es una idea fascista.
Beethoven
era mejor que Mozart.
Esta
es una película sexista.
|
El
electrón se ve como una onda al ser registrado por este instrumento.
El
primer hombre pareció apuñalar al segundo hombre con lo que parecía ser un
cuchillo.
En
la memoria, creo que recuerdo el coche implicado en el accidente como un Ford
azul.
Esto
me parece una idea fascista.
Disfruto
más de Beethoven que de Mozart.
Esta
película me parece sexista.
|
La
primera columna consiste en declaraciones realizadas en español habitual, según
el uso común oído en esta etapa primitiva de la evolución. Creo que esta
columna contiene las mismas implicaciones estructurales que la lógica
aristotélica y la metafísica cristiana del "Bien" y el
"Mal". También creo que esta columna refleja una visión fantástica
del mundo en el que no asumimos "personalmente" nuestra participación
en el acto de evaluación pero, paradójicamente, nos consideramos capaces de
discernir la "esencia" implícita y fantasmal de las cosas.
La
segunda columna se compone de afirmaciones paralelas reescritas en E-prime (English Prime, aunque aquí lo utilizaremos en el sentido de Español Prime), un lenguaje propuesto
para el uso científico por autores como Alfred Korzybski, D. David Bourland y
E.W. Kellogg III. El E-prime contiene el mismo vocabulario que el español
estándar, pero se ha adaptado de manera isomórfica a la física cuántica (y a la
ciencia moderna en general) aboliendo el "es" aristotélico de la
identidad y reformulando fenomenológicamente cada afirmación en términos de
señales recibidas e interpretadas por un cuerpo (o instrumento) en el
espacio-tiempo. En resumen, creemos que el E-prime contiene las mismas
implicaciones estructurales que la ciencia, el budismo radical (Zen, Mahayana)
las evaluaciones ingenuas de lo "bueno" y lo "malo" que
parecen naturales para la mayoría de las personas que no han sido adoctrinadas
por el cristianismo o sus derivados totalitarios modernos.
Concretamente,
"El electrón es una onda" emplea el "es" aristotélico de la
identidad, y de ese modo introduce la noción - falsa para la experiencia - de
que podemos conocer la "esencia" aristotélica implícita del electrón.
"El electrón se ve como una onda cuando es registrado por este
instrumento" reformula la frase en E-prime, suprime el "es" de
la identidad y nos devuelve a un informe preciso de lo que realmente ocurrió en
el espacio-tiempo, es decir, que el electrón se vio limitado por un determinado
instrumento a aparecer de una cierta manera.
En
general hablamos alegremente sobre cosas o entidades que pueden o no existir, y
a menudo sobre las cosas cuya existencia o no existencia nunca ha sido
demostrada; con el E-prime sólo podemos hablar de lo que realmente ha sido
experimentado y de los métodos con que se ha experimentado. El español
aristotélico fomenta nuestra tendencia a vagar en mundos de fantasía; el
E-prime nos lleva de nuevo al registro fenomenológico concreto de lo que en
realidad experimentamos en el espacio-tiempo.
Del
mismo modo, "El primer hombre apuñaló al segundo hombre con un
cuchillo", a pesar de carecer del formal "es" de la identidad,
me parece español aristotélico porque supone la no participación del observador
y del sistema nervioso del observador. La traducción a E-prime propuesta,
"El primer hombre pareció apuñalar al segundo hombre con lo que parecía
ser un cuchillo", incluye científicamente el instrumento (el sistema
nervioso del observador) en el informe, reconoce la fenomenología, y, de paso,
a menudo suele concordar con el hecho en sí. (Este ejemplo se refiere a un
experimento muy conocido en Psicología General, en la que un plátano en la mano
del primer hombre realiza la "puñalada", aunque la mayoría de los
estudiantes, condicionados por los hábitos aristotélicos, "ven" el
cuchillo que esperan ver. Este experimento dramatiza el hecho de que las
alucinaciones se pueden crear sin hipnosis o drogas, simplemente tomando
ventaja de nuestra costumbre de pensar que vemos "las cosas" cuando
sólo vemos las imágenes cerebrales que tenemos de ellas.)
"El
vehículo implicado en el accidente era un Ford azul" contiene nuevamente
el absolutismo aristotélico e ignora el instrumento utilizado - el cerebro. La
traducción a E-prime nos recuerda que el cerebro a menudo "recuerda"
incorrectamente.
"Esta
es una idea fascista" contiene el "es" aristotélico y afirma que
el hablante tiene la capacidad mística para discernir la "esencia"
oculta dentro o detrás de los fenómenos. La traducción a E-prime nos recuerda
que en realidad el hablante ha realizado un acto valorativo de interpretación
de las señales interceptadas por su cuerpo que se mueve en el espacio-tiempo.
"Beethoven
es mejor que Mozart" contiene la fantasía aristotélica habitual sobre las
esencias implícitas. La traducción a E-prime "Disfruto más de Beethoven
que de Mozart" nos sitúa de nuevo en el espacio-tiempo ordinario donde los
oídos y el cerebro del oyente pueden ser reconocidos como la fuente de la
evaluación, y nos damos cuenta de que la declaración se refiere en realidad a
dichos oídos y cerebro y no a los estilos de música que aparentemente ocupan la
discusión.
"Esta
es una película sexista" (español estándar) asume nuevamente a un ficticio
observador no involucrado que parece percibir místicamente las esencias
interiores, mientras que "Esta película me parece sexista" (E-prime)
nos devuelve a la Tierra y al espacio-tiempo ordinario mediante la inclusión
del hecho existencial de que el observador ha estado involucrado en la
evaluación.
Korzybski
ha afirmado que el hábito neurolingüístico de utilizar regularmente el E-prime
entrena al cerebro para evitar errores comunes de percepción, inferencias
acríticas, prejuicios habituales, etc. y a mostrar una mayor capacidad para el
pensamiento creativo y un mayor disfrute/participación en la vida. Esto no se
ha demostrado, ya que pocos se han tomado el trabajo de reentrenarse en E-prime
de forma sistemática y no han sido exhaustivamente analizados por los
psicólogos. Sin embargo, sigue siendo mi impresión de que los científicos y
laicos más propensos a utilizar "el espíritu del E-prime" (aunque no
siempre al pie de la letra) presentan estos rasgos positivos referidos por
Korzybski, o por lo menos presentan estos rasgos en mayor medida que cualquier
otro individuo testeado al azar.
Por
otro lado, los más propensos a utilizar y abusar del "es" de la
identidad, históricamente forman parte de la larga y trágica lista mundial de
fanáticos, paranoicos, cruzados, inquisidores e ideólogos responsables de las
atrocidades más sangrientas y horribles registradas en los anales de la
humanidad.
En
resumen, sugiero que la existencia no contuvo "Bien" y
"Mal" - o "pulgadas" o "libras" o "ergios de
energía" o "grados centígrados" - hasta que los complicados
cerebros primates ("mentes humanas", en un lenguaje más educado) los
pusieron allí como sistemas de clasificación. Sugiero además que la vista
"ingenua" de lo "bueno para mí o para mi clan" y lo
"malo para mí o para mi clan" contiene todo lo que significativamente
se puede decir sobre nuestra experiencia real en el espacio-tiempo, y que los
conceptos metafísicos del "Bien" y el "Mal" hablan de
manera fantástica sobre reinos míticos más allá de cualquier posible
verificación o refutación en el espacio-tiempo.
Apenas
me sorprenderé si este artículo inspira refutaciones irritadas y fervientes.
Aguardo dichas réplicas con ecuanimidad. Espero, sin embargo, que nadie reviva
el fantasma del viejo y manido argumento de que sin el concepto metafísico del
"Mal" absoluto vamos a perder nuestro deseo o la voluntad de
protegernos contra monstruos tales como Hitler, Stalin, Jack el Destripador,
etc. Nadie, salvo el propio Ahab, parece haber creído que la ballena fuera
absolutamente "Mala" (por haberle arrancado una pierna mientras él
trataba de matarla) y uno no necesita considerar a los tigres, los microbios,
la poliomielitis u otras entidades naturales como fenomenológicamente
"malas para nosotros", ni como metafísica y absolutamente
"malas" para luchar contra ellas. No hace falta un dogma metafísico
para luchar contra lo que es claramente nefasto; sólo necesitamos el ingenio
rápido para la detectar lo que es "malo para mí" tan pronto como
aparezca en el horizonte. Los animales hacen esto literalmente, y los humanos
lo hacen en sentido figurado, mediante el método de Confucio: respetando la
nariz de uno mismo.
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