domingo, 14 de junio de 2020

¿Frankenstein anti-Illuminati?


¿Frankenstein anti-Illuminati?

Por Mazzu





Un post de un contacto de facebook me recordó un fragmento de una entrada al blog de la Manzana Dorada de la lectura online de Illuminatus de Shea y Wilson donde analizábamos la idea anti-Illuminati posiblemente contenida en Frankenstein de Mary Shelley:

En varias partes de Illuminatus los autores hacen referencia a Frankenstein, la novela de Mary Wollstonecraft Shelley. Específicamente, en la página 221, leemos

La noche del 2 de Febrero de 1776 era oscura y ventosa en Ingolstadt; en efecto, el estudio de Adam Weishaupt parecía el escenario de una película de Frankenstein, con sus ventanas traqueteando, las velas parpadeando, y las sombras aterrorizantes que el viejo Adam proyectaba mientras iba y venía con su peculiar paso tambaleante.

Si bien Shea y Wilson refieren a la película y no a la novela, comparemos la ambientación de esa escena de Illuminatus con la escena del comienzo del capítulo IV de Frankenstein, cuando el Dr. Víctor finalmente logra dar vida a su criatura:

Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo.

Ahora bien, las similitudes entre Weishaupt y Frankenstein no culminan ahí: Víctor Frankenstein en la novela de Mary Shelley había estudiado en la Universidad de Ingolstadt, el mismo instituto donde Adam Weishaupt, fundador de la Orden de los Illuminati, había dado clases. Pero esta locación particular tal vez no fue fruto de la simple coincidencia: al parecer, Mary Shelley había utilizado esa localidad como un símbolo.

Hay muchas y muy variadas interpretaciones de Frankenstein, pero una que llamó mi atención en particular fue la ofrecida por Vic Sage, profesor de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra:

La criatura de Frankenstein se ha interpretado como un símbolo del pensamiento revolucionario que recorría Europa en la década de 1790, pero que se había esfumado en gran medida para el tiempo en que Shelley escribió la novela.

Algunos críticos sostienen que el hecho de que la criatura no logre prosperar y el caos que desata son evidencia de que Mary Shelley estaba en contra de las revoluciones – a diferencia de sus padres radicales y de su esposo – y de que apoyaba el orden tradicional.

Sin embargo, mediante la aplicación de los valores modernos de la narrativa, es evidente que las fallas se encuentran en el hombre, el creador, y no la criatura

Al parecer, Víctor Frankenstein personificaba una caricatura de su esposo, Percy Shelley, como podemos leer en Mary Shelley: Her Life, Her Fiction, Her Monsters de Anne Kostelanetz Mellor:

Al colocar a Víctor Frankenstein en la Universidad de Ingolstadt, Mary Shelley marcó aún más su asociación con las políticas radicales defendidas por Percy Shelley en Queen Mab (1813). Ingolstadt era famosa por haber sido el hogar de los Illuminati, una sociedad secreta revolucionaria fundada en 1776 por el Profesor de Derecho Adam Weishaupt, que abogó por la perfección de la humanidad a través de la destrucción de las instituciones religiosas y políticas establecidas. Percy Shelley había apoyado con entusiasmo los objetivos de Weishaupt (...) de liberar a todos los hombres de la esclavitud impuesta por “la sociedad, los gobiernos, las ciencias y la religión falsa”. (...) Ella percibía en Percy una arrogancia intelectual o creencia en la importancia suprema de abstracciones mentales que lo llevaron a ser insensible a los sentimientos de los que no comparten sus ideas y entusiasmo.

Con esto en mente, se puede ver a Víctor Frankenstein también como una caricatura crítica de Percey Shelley y del propio Adam Weishaupt, un ‘Moderno Prometeo’ que intenta regalar la libertad a su criatura (las masas oprimidas por “las instituciones religiosas y políticas establecidas”) y que su propio engendro se rebela contra su creador, desatando el caos en una situación que se escapa de sus manos. Una crítica conservadora a las ideas revolucionarias del Iluminismo, o – como dirían Robert Shea y Robert Anton Wilson con el lenguaje de la Trilogía Illuminatus – una diatriba neófoba contra la neofilia del Zeitgeist de la segunda mitad del siglo XVIII.

¿Shea y RAW eran conscientes de todo esto al identificar a Weishaupt con Frankenstein?

¿Fue Mary Shelley una de las primeras escritoras anti-Illuminati?






Ilustraciones de Bernie Wrightson

sábado, 13 de junio de 2020

Los 30 Aethyres enoquianos y los 30 Eones gnósticos


Los 30 Aethyres enoquianos de John Dee y los 30 Eones del Pleroma Valentiniano

Por Mazzu



Hace unos días, escuchando el podcast The Hermetic Hour conducido por Poke Runyon, autor ocultista estadounidense y fundador en 1970 de la O.T.A. (Ordo Templi Astarte), di con un dato que me interesó. Allí, Poke Runyon presenta una lectura sobre el presunto origen gnóstico valentiniano de los 30 aethyres o planos del sistema de magia enoquiano del famoso dúo de ocultistas renacentistas John Dee, y Edward Kelley.

Siempre me pareció que había una especie de bifurcación en el mundo ocultista con respecto a la magia enoquiana: un grupo la defiende como un sistema realmente efectivo desde lo operativo y funcional (por ej. la Golden Dawn y los Thelemitas de varias ramas), y otro que expresa que “son puras patrañas” – extrañamente desde la magia del caos, con representantes tan actuales como Gordon White –. Dentro de esta división hay otra división más: quienes suponen que el sistema fue realmente “revelado” por el contacto de Dee y Kelley con entidades sobrehumanas y quienes se decantan por que fue un invento de ellos – o de Kelley. La visión del sistema “revelado” fue en general la postura más común dentro del mundillo esotérico de los siglos XIX y XX.

El nacimiento de la magia enoquiana tiene sus raíces en el renacimiento, en la figura de John Dee (1527-1608/9), el matemático, astrólogo, alquimista y consejero de la Reina Isabel. La vida de Dee es fascinante, y lo sería de igual manera aún si no hubiera incurrido en la magia. Fue catedrático de matemáticas y astronomía, era un cartógrafo experto en navegación y alentó a las expediciones británicas que realizarían descubrimientos y conquistas; se dice que fue él quien acuñó el término “imperio británico”, y fue el modelo original de James Bond, agente de la Corona Británica: en sus mensajes privados enviados a la Reina Isabel, Dee firmaba con la cifra 007.


John Dee


Durante casi treinta años, el tercio final de su vida, John Dee experimentó con la magia. El objetivo de dichos experimentos era hacer contacto con los ángeles. Desde alrededor de 1580 hasta su muerte en el invierno de 1608/9, Dee empleó al menos cinco videntes (scryers) para ayudarlo en esta búsqueda observando la bola de cristal o el espejo negro. En 1582 Dee conoció al vidente Edward Kelley (1555-1597); Kelley era un personaje algo oscuro, muchos lo tachan de charlatán y aprovechador (supuestamente había sido condenado por falsificación y le habían cortado una o las dos orejas, razón por la cual siempre usaba el cabello largo o gorro), sin embargo, sus dotes de vidente impresionaron profundamente a Dee. La relación entre Dee y Kelley duró siete años muy intensos, desde 1582 a 1589, y juntos recorrieron Londres, Cracovia, Praga y otras importantes ciudades europeas, como dice Egil Asprem en Arguing With Angels:

(...) en una Europa marcada por la intriga política, el creciente conflicto religioso y los fuertes fervores apocalípticos. En este contexto, Kelley le presentó a Dee una galería de seres angelicales y paisajes celestiales que, aparentemente apareciendo en el cristal, derramaron gotas de secretos divinos y esotéricos al ansioso filósofo. Entre las maravillas estaban el lenguaje perdido de Adán, el conocimiento de las jerarquías angelicales y los secretos sobre el inminente apocalipsis.

El lenguaje perdido de Adán al que refiere Asprem es, por supuesto, el famoso enoquiano (bah, famoso dentro de los círculos ocultistas). Mediante el uso de una colección de diferentes bolas de cristal y espejos especiales, Kelly decía haber establecido comunicación con inteligencias angelicales. Dee dirigía las ceremonias, y anotaba cuidadosamente los resultados. De esta manera se originó el sistema mágico llamado Enoquiano: el lenguaje y las 21 letras del alfabeto enoquiano o angelical, el sistema de treinta Aethyres o planos, los nombres de las jerarquías angelicales de esos planos, y el sistema mágico ritual para acceder a ellos, las llamadas o llaves enoquianas. A pesar de los esfuerzos que Dee y Kelley hicieron para recopilar todo el sistema (desde 1582 a 1589), parece que posteriormente no lograron muchos avances con el mismo – en efecto, no se sabe bien en cuánta extensión Dee y Kelly utilizaron el sistema que crearon (o que recibieron, si nos atenemos al lenguaje ocultista), y la opinión general es que lo pusieron en práctica muy pocas veces.

Edward Kelley y John Dee invocando 
el espíritu de una persona fallecida, 
grabado de 1897; dibujo original de Ebenezer Sibly, 1790


Tras la muerte de Dee, sus diarios y manuscritos de los experimentos enoquianos se dividieron en dos partes: el primer grupo fue vendido a Sir Robert Cotton (1571–1631) junto con la Mesa Sagrada en la que habían trabajado Dee y Kelly. Estos son los documentos que Méric Casaubon editaría y publicaría en 1659 con el título de A true and faithful relation of what passed for many years between Dr. John Dee and Some Spirits. La otra parte permanecería inédita durante cientos de años. Sin embargo, el material enoquiano sobrevivió y fue pasando por diversas bibliotecas privadas; Elias Ashmole (1617–1692) estudió el segundo grupo de diarios y fue uno de los primeros en intentar poner en orden los manuscritos de Dee. De Ashmole, los documentos pasaron a manos del coleccionista Hans Sloane, y terminaron en la colección Sloane de la Biblioteca Británica. Dos siglos después, S.L. MacGregor Mathers estudió el sistema enoquiano[1], organizándolo y adaptándolo para el uso en las ceremonias de la Orden de la Golden Dawn; en dicha Orden es donde Aleister Crowley lo conoció y tomó la posta enoquiana desarrollándola en la práctica aún más que los adeptos de la G.D. Crowley publicó sus exploraciones de los 30 Aethyres en The Vision and the Voice (1911). Posteriormente, Israel Regardie y Lon Milo Duquette son algunos de los autores que han aportado bastante a la estructuración del corpus ritual enoquiano.

El sistema mágico enoquiano es descrito por Poke Runyon en el podcast de manera muy clara y concisa, así que trataré de transcribirlo lo mejor que pueda:

Este programa de Aethyres originalmente era llamado “Victoria Terrestre” (Terrestrial Victory) y sus gobernantes angélicos organizados al estilo kamea tenían asignados los diferentes países de la Tierra; Dee, actuando como un James Bond disidente (...) trató de vender este sistema de “Victoria Terrestre” al gobierno de Polonia como un “motor político-mágico”, pero los polacos no lo compraron; el sistema en realidad está basado en los 30 Eones ascendentes gnósticos valentinianos. Estos Eones o dimensiones están organizados como los aros dentro de una cebolla con la Tierra (...) al centro o núcleo de los círculos concéntricos, formando una esfera. Rodeando este universo esférico, en cada uno de los cuatro cuadrantes, están las Tabletas de las Atalayas (Watchtower Tablets), cuadrículas acrósticas que mapean la estructura elemental de la gran esfera de los Aethyres o Eones concéntricos; estas tabletas están redactadas en el misterioso lenguaje angélico recibido por Edward Kelley y anotado por John Dee; este lenguaje es llamado enoquiano, y no es mera glosolalia (hablar en lenguas), tiene sintáxis y gramática, puede ser traducido y tiene un efecto remarcable en el cerebro humano: genera visiones.


La gran esfera de los Aethyres según John Dee


Luego, Runyon aclara de dónde viene la aparentemente gratuita afirmación de que el sistema de Aethyres de Dee “en realidad está basado en los 30 Eones ascendentes gnósticos valentinianos”:

Nosotros (se refiere a la O.T.A.) no fuimos los que lo descubrimos; la persona que lo trajo a nuestra atención originalmente fue David Allen Hulse, el estudioso del esoterismo que compiló los dos volúmenes llamados The Key of It All, (...) dos volúmenes gruesísimos que todo mago debería tener, porque David Allen Hulse es, como solía decirse en los viejos tiempos, un enciclopedista, alguien que ama comparar cosas: listas, tablas, e hizo un trabajo hercúleo para recopilar estos dos volúmenes (...)

Hacia el final de “la Séptima Clave” de su libro The Western Mysteries (el vol. II de The Key of It All), David Allen Hulse detalla los 30 Eones gnósticos valentinianos tal como los enumera el heresiólogo Ireneo de Lyon en su tratado Contra las Herejías (c.180 d.C.). Al final de la lista de Eones, Hulse escribe:

Estos 30 eones se ven como una escalera de 30 peldaños que se extiende desde la tierra hasta los cielos. El peldaño superior de esta escalera cósmica es el Primer Eón, la fuente de todo, Dios, mientras que el peldaño inferior es el Trigésimo Eón, el mundo material. En cada peldaño había un guardián angelical cuyo nombre y naturaleza tenían que ser conocidos para poder avanzar al siguiente peldaño de la escalera eónica. El segundo modelo eónico era una serie de 30 círculos concéntricos, donde cada círculo era un peldaño de la escalera cósmica. En última instancia, esta división gnóstica de 30 categorías se convirtió en la base del sistema mágico enoquiano del mago isabelino John Dee.




Runyon continúa:

Hasta donde yo sé, el libro de David Allen Hulse es el único lugar donde vi formulada esta afirmación. Realicé un esfuerzo considerable tratando de encontrar otra referencia al sistema de 30 Aethyres de la “Victoria Terrestre” de Dee y Kelley como derivado del sistema valentiniano como dice Hulse, y creo que Hulse tiene razón, y sólo pude encontrar una (...) en el libro John Dee's Five Books of Mystery, compilado y editado por Joseph H. Peterson.

El pasaje al que Poke Runyon se refiere en el libro de Joseph H. Peterson es el siguiente (el énfasis en cursiva es mío):

En su Mysteriorum Libri Quinque, Dee registra visiones proféticas (por ejemplo, la Armada española), visiones de ángeles, instrucción mágica y enseñanzas religiosas. Algunos de los mensajes clave de los ángeles incluyen: la carne es vil y corrupta (actitud gnóstica o neoplatónica).

Como dice Poke Runyon, en esta actitud gnóstica que señala Peterson hay un vínculo – aunque tenue – de Dee con el gnosticismo valentiniano. Peterson, en la introducción de John Dee's Five Books of Mystery, continúa con un dato muy interesante:

Dee parece haber tenido una fascinación casi obsesiva con los apócrifos perdidos, especialmente el Libro de Enoc, que es mencionado e incluso citado en la Biblia (Judas 14) y Esdras. Los ángeles le dicen que los apócrifos no están perdidos, sino que han sido guardados por los judíos. La mayoría de sus ejercicios místicos se centran en la recuperación de la sabiduría perdida que estos libros representan para él.

Que el Libro de Enoc había sido guardado por los judíos era cierto, había sido preservado por los judíos etíopes, pero no fue redescubierto para los europeos recién hasta 1773 – más de un siglo y medio después de la muerte de Dee. Esta “fascinación casi obsesiva” de Dee por los libros de sabiduría perdida tal vez fue la fuerza motriz que lo impulsó no solo a crear (o recibir”, depende cómo se vea) el sistema enoquiano”, sino también a estudiar minuciosamente una de las pocas fuentes accesibles a la “sabiduría perdida”: los Patriarcas de la Iglesia de los siglos II y III e.c., los heresiólogos gracias a los cuales conocimos fragmentos de libros apócrifos perdidos (algunos descubiertos posteriormente en la biblioteca de Nag Hamadi); continuamos con Poke Runyon:

Lo que Dee probablemente hizo fue tomar sus ideas del sistema valentiniano de los Patriarcas de la Iglesia Ireneo e Hipólito, que escribieron sobre el gnosticismo con la intención de desacreditarlo; pero Dee era un lector, estudioso e investigador omnívoro, y recogió todo el gnosticismo que pudo de ellos (...) Más recientemente, Kieren Barry, autor de The Greek Qabalah, en realidad tomó gran parte de su qabalah griega leyendo la Refutación de Todas las Herejías de Hipólito (...) Uno comprende que Dee hizo lo mismo que Kieren Barry: extrapoló su cosmología de lo que le fue posible de sonsacar del sistema valentiniano de los escritos de Ireneo e Hipólito (...)

Ahora: Dee y Kelley; Dee conocía esta estructura; había leído a Ireneo e Hipólito; probablemente tomó de allí la estructura de 30 planos y se la explicó a Kelley. (...) Kelley no era un erudito como Dee. Dee sabía griego antiguo, hebreo y su latín era fluido. Kelley sabía algo de latín pero no griego ni hebreo. Cuando ellos comenzaron a idear este sistema, creo que es bastante obvio que Dee debió describir en rasgos generales la estructura del sistema valentiniano a Kelley. Y cuando Kelley hacía las videncias, debió hacerlas en base al sistema de 30 eones valentinianos. No utilizaron los nombres de los eones valentinianos, pero Kelley comprendió la estructura del sistema.

A manera de corolario de este artículo, lo que dice Poke Runyon: “aparentemente, los Aethyres no surgieron completamente armados de la frente de Kelley, como Athena de la frente de Zeus. Dee era el erudito y debió haber descubierto el modelo valentiniano en la investigación, dirigiendo así la búsqueda de Kelley.

Esto, en mi opinión, no quita para nada lo interesante de la historia de Dee y Kelley, ni tampoco considero que le quite validez a su sistema para aquellos/as interesados/as en utilizarlo para sus prácticas de magia enoquiana. Creo que la comprensión de la génesis de un sistema siempre aporta nuevas perspectivas y herramientas al practicante, no lo disminuye.

Otro tema a tratar es el idioma enoquiano y su análisis, pero creo que eso merece un artículo aparte, tal vez en algún futuro cercano.







[1] Hay una polémica en el mundo de los estudios académicos del ocultismo sobre el origen de los elementos enoquianos en el sistema mágico de la la Golden Dawn; la historia de la propia Orden afirma que esos elementos estaban incluidos en los “manuscritos cifrados” atribuidos a Ana Sprengel y supuestamente hallados por William Wynn Westcott que serían la base para la fundación de la GD; muchos estudiosos que creen que Westcott y MacGregor Mathers crearon los manuscritos y se los atribuyeron a la Orden Rosacruz de Ana Sprengel para darle credibilidad a la nueva Orden, consideran que los elementos enoquianos del sistema mágico de la la Golden Dawn fueron sumados por MacGregor Mathers, que habría estudiado los manuscritos de John Dee en la colección Sloane. Es un tema largo e intrincado, y no es el punto focal de este breve artículo.

viernes, 5 de junio de 2020

Los Eones Crowleyanos según Peter Levenda


Los Eones Crowleyanos según Peter Levenda

Por Mazzu



Hace poco emprendí la relectura del muy recomendable The Dark Lord de Peter Levenda (2013). Lo había leído en 2018 y me había causado muy buena impresión. El subtítulo da una idea de que va el libro: H.P. Lovecraft, Kenneth Grant, and the Typhonian Tradition in Magic. En efecto, Peter Levenda traza una comparación entre los Mitos de Cthulhu y el sistema thelémico de Aleister Crowley y el tifoniano de su discípulo y continuador Kenneth Grant.   

Todo/a lector/a interesado/a en temas ocultistas, aunque no sea precisamente thelemita, probablemente haya leído u oído hablar del Eón de Horus. Entre marzo y abril de 1904, en El Cairo, el mago inglés Aleister Crowley junto a su primera esposa Rose Kelly afirmó haberse puesto en contacto con una entidad llamada Aiwass que le dictó el ahora afamado Libro de la Ley, el Liber AL vel Legis, donde Crowley estableció el concepto de que el mundo estaba entrando en una nueva fase de evolución espiritual, el Eón de Horus. La era previa había sido el Eón de Osiris: la era patriarcal del dios asesinado y resucitado; y la era anterior al Eón de Osiris había sido el Eón de Isis: la era matriarcal de la reverencia a la Diosa Madre. El presente Eón de Horus, dice Crowley, será la era del Niño Conquistador, una era de crecimiento espiritual.

Si, como decíamos, han leído bastante sobre temas ocultistas, el concepto de Eón como era o ciclo cósmico tampoco les resultará extraño. El tópico de la Era de Acuario es harto conocido y popular incluso fuera del mundillo esotérico desde hace más de medio siglo. Para los más especializados, les resonará también con los Yugas del hinduismo o con las diferentes “razas” y etapas evolutivas de la Teosofía de Mme. Blavatsky.

Si bien soy un enamorado de la escritura de Crowley y he leído muchas de sus obras, no me considero Thelemita. Siempre me ha interesado más la agudeza y la profundidad de Crowley como intérprete de los sistemas mágicos y como pensador y filósofo del esoterismo, que su propio sistema per se. No quiere esto decir que desprecie su sistema ni nada por el estilo; simplemente que no es lo que más me atrae de él como autor y pensador, ya que me siento más inclinado hacia otras formas de ocultismo occidental – que sin embargo están bastante emparentadas a Thelema.



Hecha la aclaración, vale decir que a pesar de que he leído copiosas cantidades de literatura crowleyana, nunca he podido encontrar una explicación cabal y abarcadora de su sistema de Eones. Por ejemplo, en The Vision and the Voice Crowley escribió largo y tendido sobre los eones, pero no hay allí ninguna explicación ni justificación. Otros autores thelemitas replican el sistema eónico pero no dan mayores precisiones sobre él que las que el propio Crowley ofreció en sus escritos. Una gran pregunta es ¿cuánto dura un eón crowleyano?

Al verlos como eras cósmicas, solemos relacionarlos con el ciclo astronómico conocido como la precesión de los equinoccios, que nos brinda las famosas “eras zodiacales”. Una  era zodiacal corresponde al tiempo que tarda el paso del Sol a través del punto equinoccial vernal en uno de los signos zodiacales, proceso conocido como la precesión de los equinoccios. El ciclo de precesión equinoccial completo dura un total de 25.800 años; por lo tanto, el período de tiempo de cada era, correspondiente a cada uno de los 12 signos zodiacales, es de aproximadamente 2.150 años.

Aquí surge la primera paradoja: si tomamos a los eones crowleyanos como ciclos de 2.150 años, no nos darían los cálculos; pero dejemos que Levenda nos lo explique a su manera:

Crowley postuló que el Eón de Horus comenzó en 1904, el año en que recibió El Libro de la Ley. El problema con esta fecha es que no es consistente con el cálculo científico de algunos astrónomos con respecto a la Era de Acuario. Declaran que en realidad no comenzará hasta aproximadamente 2600 e.c. Por otro lado, muchos astrólogos y ocultistas creen lo contrario, proponiendo fechas de inicio que van desde el siglo XV e.c. hasta dentro de mil años. En este campo abarrotado, el “Eón de Horus” de Crowley es solo uno de los muchos aspirantes al título de “Era Actual” y, como tal, es quizás tan válido como cualquier otro.

Pero, ¿cuánto dura un eón crowleyano?

En su esquema eónico, Crowley refleja una teoría antropológica de su época: que hubo una sociedad matriarcal que precedió a la sociedad patriarcal. Este concepto fue planteado por el antropólogo suizo Johann Jakob Bachofen en su obra El Derecho Materno (1861); Sir James George Frazer hace eco del tema del matriarcado en la sección de linajes matriarcales y Diosas Madres de su obra más famosa, La Rama Dorada (1890), obra que Crowley ciertamente admiraba y recomendaba. A pesar de que muchas teorías que Frazer postuló en La Rama Dorada han sido refutadas por la antropología moderna, me sigue pareciendo una lectura genial y “thought provoking” e influyente; sobre todo para otro “refutado” favorito de mi biblioteca y al que siempre necesito volver, el gran Robert Graves, quien junto a otros autores como Marija Gimbutas fueron los postulantes en el siglo XX de la idea de la supuesta sociedad matriarcal prehistórica.

Hagamos suspensión de “refutaciones” por un rato y supongamos que dicha cronología matriarcal-patriarcal fue un hecho. Decíamos, entonces, que Crowley plantea un Eón matriarcal de Isis precedente al Eón más patriarcal de Osiris; el período matriarcal – según los teóricos del tema – abarcaría desde la prehistoria de nuestros ancestros cazadores-recolectores hasta los albores de la civilización agricultora, el período patriarcal iría desde bien entrada la civilización agricultora en adelante (a grandes rasgos y sin profundizar demasiado). Aquí surge un dilema: si tomamos el eón crowleyano como  una era zodiacal de 2.150 años, teniendo en cuenta que el mago inglés afirmó que el Eón de Horus comenzó en 1904, y hacemos un rápido cálculo, el Eón de Osiris debió comenzar en el año 96 a.C.; sigamos con Levenda:

Es obvio incluso para el examen más superficial que dos mil años antes de 1904, es decir, el año 96 a.C. no pudo haber sido el comienzo de la era patriarcal de Osiris. La adoración a Osiris ha precedido a este período por miles de años; además, los dos mil años anteriores a 96 a.C. no podían considerarse, por más que forcemos a la imaginación, una era matriarcal.

Además, 1904 no coincide con ningún evento astronómico ni astrológico significativo. Parece obvio que Crowley, entonces, no estaba basándose en las eras zodiacales y que el Eón de Horus no es la Era de Acuario con otro nombre.

Horus Relief, Temple of Abydos | Gizeh Luxor | Pictures | Egypt in ...


Para sumarle complejidad al asunto, Charles Stansfeld Jones, más conocido por su seudónimo esotérico Frater Achad, un discípulo de master Therion a quien el mismo Crowley una vez llamara su “hijo mágico” (aunque luego rompieran relaciones), declaró que un nuevo eón había comenzado el 2 de abril de 1948 al que llamó el Eón de Maat. Esto fue apenas unos meses después de la muerte de Crowley (el 1 de diciembre de 1947) y a solo 44 años del inicio del famoso Eón de Horus. Dice Levenda:   

Achad es considerado un hereje en el mundo crowleyano (...) Obviamente, el desafío más evidente al sistema de Crowley fue la inauguración del Eón de Maat en 1948, solo cinco meses después de la muerte de Crowley y dos años antes de la propia desaparición de Achad. Para un observador de mentalidad literal, la insistencia de Achad en un nuevo Eón tan pronto después del nacimiento del anterior parece una locura. Sin embargo, la naturaleza de los Eones es tal que existe un precedente de Eones que suceden simultáneamente y la prueba de esto está en las tradiciones gnósticas, hindúes y cabalísticas, tan queridas por el mismo Crowley.

En el budismo, por ejemplo, se habla de kalpas – del sánscrito eón o largo período de tiempo. De wikipedia:

En budismo existen cuatro tipos diferentes de kalpas: El kalpa de uso más común dura unos 16 millones de años. Un kalpa de corta duración mide unos 1.000 kalpa comunes o 16.000 millones de años. Un kalpa de tamaño medio dura unos 320.000 millones de años, equivalente a unos 20 kalpas cortos. Un gran kalpa dura unos 4 kalpas de tamaño medio, unos 1,28 billones de años.

Según Levenda en The Dark Lord:

Los cuatro kalpas básicos son Vivartakalpa (el Eón de la evolución en el cual ocurre la creación), Vivartasthayikalpa (el Eón de la duración de la evolución), Samvartakalpa (el Eón de la disolución) y finalmente Samvartast-hayikalpa (el Eón de la duración de la disolución). Estos son similares en concepto al sistema hindú de yugas.

Los yugas, o ciclos cósmicos de la cosmología hindú, por su parte, también son cuatro, y cada uno dura un cuarto menos que el ciclo inmediatamente anterior: Satya Yuga (la Era de la Verdad), Dvapara Yuga (la Segunda Era), Treta Yuga (la Tercera Era), y la famosa Kali Yuga (la Era de Kali, la Era Actual), siendo Satya Yuga la era más larga, de 1.728.000 años terrestres o 4.800 años divinos, y Kali Yuga la más corta, habiendo comenzado en 3102 a.C. y con una duración de 432.000 años terrestres o 1.200 años divinos. A 2020 van 5.122 años de Kali Yuga, por lo tanto aún faltan 426.878 para que finalice, cosa que hará en el año 428.898 e.c.

Como vemos, los eones crowleyanos no cuadran con ninguno de estos sistemas de eras cósmicas: las eras zodiacales son demasiado cortas para coincidir con los períodos matriarcales y patriarcales que suponen el Eón de Isis y el Eón de Osiris – amén de que tampoco coincide el comienzo del Eón de Horus con el inicio de la Era de Acuario. Los kalpas budistas se cuentan en millones de años, así que tampoco son compatibles. Los yugas, si bien parecen ser más extensos que los eones crowleyanos, no se alejan tanto; pero tampoco coinciden, ya que todavía estamos en la Kali Yuga que, según los hindúes,  empezó en 3102 a.C. y, lejos de terminar en 1904 para dar paso a una Nueva Era, finalizará recién dentro de 426.878 años.

Imagen


Entonces, ¿Crowley utilizó su propio criterio “al voleo” para establecer la duración de sus Eones? Bueno, podría ser, ¿no? Después de todo, esto proviene en parte de un texto “canalizado”; sin embargo, leyendo de sus textos de recopilación meticulosa como 777 o viendo sus cálculos en el manejo de la gematría qabalística, el criterio de “al voleo” no parece su estilo, que podríamos tachar casi de minucioso y obsesivo. Pero si no fue “al voleo”, ¿qué sistema utilizó Crowley para ordenar su idea de los Eones? Aquí creo que es donde Peter Levenda realizó un gran aporte al tema.

Traduzco una parte sustanciosa de The Dark Lord donde Levenda se explaya en su hallazgo:

El enfoque final que podría adoptarse con respecto a los Eones es puramente qabalístico, pero parece que Crowley no era consciente de ello. Este sistema se elabora en el Sefer ha-Temunah o el Libro de la Imagen, un texto que generalmente se data en el siglo XIII. La “imagen” del título se refiere a la forma de las letras hebreas de las que se creía que contenían ciertos secretos. Para nuestros propósitos, sin embargo, el otro valor del libro está en la discusión de los shemitot (sing. Shemita) los “ciclos cósmicos” codificados en la Torá.

Los años se contaban en múltiplos de siete, que se multiplicaban por siete, de modo que un ciclo consistía en 7x7 años o 49 años en total. El año siguiente, el quincuagésimo año, era un año de “jubileo”, un año en el que los pecados y errores de los 49 años anteriores se borraban, la pizarra se limpiaba y el ciclo comenzaba de nuevo. Este era un ciclo o shemita.

Usando este marco como punto de partida, los estudiosos de la Biblia y la Qabaláh han tratado de determinar la edad del universo. Cada ciclo de 7,000 (7x20x50) años se considera una “edad” cabalística y se relaciona con una de las siete sefirot inferiores del Árbol de la Vida. El número 7,000 proviene de una línea en el Talmud que establece que el mundo existirá durante 6,000 años y que durante los 1,000 años posteriores será “desolado”. Según algunos cabalistas, estamos viviendo en la segunda edad, la de Gevurah o “Severidad”. Usando la fórmula del Jubileo, entonces, 7,000 años multiplicado por 7 equivaldría a 49,000 años, que sería la edad del universo. Si vivimos en el segundo ciclo, eso implicaría que Adán fue creado en algún lugar hace unos 7,000 años (dependiendo de dónde nos encontremos en el segundo ciclo, el comienzo, el medio o el final).

Sin embargo, utilizando una cita del Midrash, “mil años en tu vista son como un día” se indica que mil años humanos equivalen a un solo día divino, por lo que los cálculos posteriores revelarían una edad del universo como algo más cercano a 15 mil millones de años (si vivimos en la última era qabalística) que, por coincidencia, concuerda con las últimas estimaciones científicas de la edad del universo.

Hay dos implicaciones pertinentes a este estudio que se pueden encontrar en el Sefer ha-Temunah. La primera es que las edades qabalísticas pueden identificarse mediante una serie de referencias sefiróticas. Por lo tanto, el primer año del ciclo lleva el nombre de Chesed, la primera de las siete sefirot debajo del Abismo en el Árbol de la Vida y las únicas que los rabinos usan para estos cálculos, lo que también da su nombre a todo el primer ciclo de 7,000 años, y que el segundo año sería Gevurah, luego Tiferet, etc. Por lo tanto, el año dos es el año Gevurah del año del ciclo mayor de Chesed. Pero, por supuesto, las edades entrelazadas no terminan allí y pueden continuar indefinidamente hasta la unidad de tiempo más pequeña.



Este sistema se refleja en la tabla de horas astrológicas utilizadas por los magos ceremoniales, en la que la primera hora del domingo, por ejemplo, sería la hora del Sol, la primera hora del lunes sería la hora de la Luna, etc. para los siete días y los siete planetas filosóficos. Estas horas planetarias son equivalentes a los atributos sefiróticos, ya que Chesed se considera la esfera de Júpiter (y, por lo tanto, del jueves), Gevurah de Marte (y martes), Tiferet del Sol (y domingo), etc. Uno podría entonces con la misma facilidad tomar las horas astrológicas mágicas y ampliarlas para incluir años, múltiplos de años, etc. hasta llegar a los eones planetarios correspondientes.

El objetivo de este ejercicio es que los períodos de tiempo tienen subconjuntos, y que estos subconjuntos tienen las mismas cualidades que los diversos períodos de tiempo, aunque con modificaciones. Por ejemplo, el período del Sol en el período mayor de Saturno (verbigracia) no tendría la misma calidad de acción que el período de Saturno en el período mayor de Saturno, o el período de Saturno en el período mayor del Sol. Este sistema es utilizado en realidad por los astrólogos védicos (indios) en su método de cálculo conocido como antardasas.

Usando esto como teoría, ¿podría haber un Eón de Maat dentro del gran Eón de Horus, como un subconjunto de Horus?

(...) Una segunda implicación contenida en el Sefer ha-Temunah y en las deliberaciones de sus sabios: la idea de que el mundo ya ha sido creado y destruido varias veces. El séptimo período de 1.000 años de cada ciclo es un tiempo de “desolación” en el cual toda la vida de los 6.000 años anteriores es eliminada. Dependiendo de dónde nos encontremos en el gran esquema de las cosas, con expertos que ofrecen opiniones desde el segundo ciclo hasta el séptimo, el mundo puede haber sido destruido al menos una vez, y hasta seis veces. Esto da lugar a la posibilidad de que el ciclo de 2.000 años conocido por los astrólogos pueda ser reemplazado por el ciclo de 7.000 años conocido por los qabalistas, lo que significa que el Eón de Osiris (que terminó, según Crowley, en 1904) en realidad comenzó en 5.096 a.C., y que el Eón de Isis comenzó en 12,096 a.C. El uso de estos valores algo mayores nos da la coordinación histórica que necesitamos, ya que 5.096 a.C. nos ubica mucho antes que el Egipto pre-dinástico y permite la posibilidad de que un Eón de Osiris comenzara en ese momento, y que hubiera una edad matriarcal prehistórica comenzando en 12.096 a.C. para la cual no hay un registro escrito pero de la que se puede ofrecer evidencia circunstancial en forma de estatuas de diosas y artefactos similares para respaldarla.

Usando este esquema, el Eón de Horus comenzó en 1904 y el primer subperíodo de Horus duró 42 años antes de entrar en la fase de “desolación” de 1946 a 1952, tiempo durante el cual Frater Achad proclamó el Eón de Maat. Este habría sido el subperíodo de Maat del período mayor de Horus. Curiosamente, 1946 más 49 años nos dan el año 2001, el año en que todos dicen que “el mundo cambió”.

No digo que Levenda haya “resuelto” definitivamente el tema de los eones crowleyanos, pero echa una buena luz sobre el asunto y da material para reflexionar y estudiar – eso, por supuesto, si uno es afecto a esta temática. Cosas como estas, entre muchas otras buenas cualidades, hacen de The Dark Lord: H.P. Lovecraft, Kenneth Grant, and the Typhonian Tradition in Magic de Peter Levenda (2013), un libro verdaderamente disfrutable y recomendable.



miércoles, 20 de mayo de 2020

Los gnósticos y el movimiento retrógrado de los planetas


Los gnósticos y el movimiento retrógrado de los planetas

Por Mazzu



Sabemos que los gnósticos (por usar el término general con que se engloba a varios movimientos cristianos místicos de principios de la Era Común) de distintas denominaciones eran famosos por subvertir los valores religiosos – consideraban al dios supremo judeocristiano un mero demiurgo “idiota e ignorante”, a la serpiente del Edén como un salvador, etc. –, pero lo que no es tan conocido es que apreciaban como algo “bueno” al movimiento retrógrado de los planetas – hoy en día considerado “malo” en general por las personas aficionadas a la astrología popular.

Para varios grupos gnósticos, los poderes planetarios y zodiacales eran los Arcontes y los ángeles malvados que encadenaban y esclavizaban a los seres humanos a un destino predeterminado por los astros, coartándole así el “libre albedrío”. 

Conocen la historia: el eón Sophia, queriendo imitar al Propator y crear sin su sicigia (su pareja divina), sufrió una pasión y “parió” al deforme e idiota demiurgo Ialdabaoth; el Pleroma (“la Plenitud”, el reino superior de emanaciones divinas donde moran los otros Eones como la propia Sophia), al ver el desequilibrio generado por Sophia y su hijo los expulsaron al mundo inferior (Kenoma) creando el Horos, o “Límite” infranqueable. Más adelante, Sophía es restituida al Pleroma, pero su pasión, Achamoth, y su hijo Ialdabaoth quedaron en el Kenoma. Ialdabaoth, olvidando a su madre y creyéndose el dios supremo creó, junto a Achamoth, a seis Arcontes y sus respectivas sicigias, que junto a él serían la hebdómada planetaria. Cada uno de los seis Arcontes creó a 60 ángeles, completando así los 360 grados de la rueda zodiacal.

En el Apócrifo de Juan, Ialdabaoth alardea ser el único dios, pero su madre, Sophia, como una figura de luz, aparece en lo alto y lo refuta. Furiosos al saberse inferiores a otros poderes, los Arcontes copian el reflejo de Sophia en las aguas y crean al hombre. Adán al principio es débil, no puede incorporarse y se arrastra como un gusano; entristecida por este hecho, Sophia, a través de su hipóstasis Achamoth, convence a Ialdabaoth de que le insufle espíritu con su aliento, espíritu que él había recibido de su Madre. El Demiurgo lo hace, pero a su vez pierde su chispa divina, y el hombre termina siendo superior a los arcontes.

Locos de envidia, los Poderes destierran a Adán a la materia (hyle) y encadenan su espíritu a Heimarmene, el destino que todo lo gobierna, dictado por el movimiento de los planetas y de los astros. Así encadenado a los caprichos astrales, Adán pierde el “libre albedrío”. La historia es un poco más larga y compleja, pero la resumo así para no perderme en detalles.



A pesar de que Hipólito de Roma en su Refutación de todas las herejías acusase a los gnósticos – a los peratas en particular – de tomar su doctrina “no de las Sagradas Escrituras, (...) antes bien sus opiniones se basan (...) en las elucubraciones de los astrólogos”, los gnósticos en general creían que los adivinos, astrólogos, y augures eran gente de baja calaña, ya que al leer los astros vivían de la desgracia del ser humano, es decir, de su pérdida del “libre albedrío”.

En otro famoso texto gnóstico, el Pistis Sophia, Jesús (reaparecido luego de su ascenso al Pleroma), en diálogo con María Magdalena, dice que, para liberar al ser humano de sus cadenas astrales impuestas por los Arcontes, él – en su forma divina eónica, claro – había cambiado el giro de las esferas para que los Poderes del Destino no pudieran ejercer sus influencias: “he cambiado el Destino y la esfera sobre los cuales (los Arcontes) tienen autoridad de tal modo que pasen seis meses volteados a la izquierda y logren sus influencias y que vean seis meses a la derecha y lograr sus influencias” (aquí izquierda se lee como “mala influencia” y derecha como “buena influencia”).

Aquí se ve que un “cambio” en el giro o en el movimiento de los planetas provoca un “cambio” en su influencia; básicamente, lo mismo que se postula en la astrología popular. Existe un cambio aparente de las órbitas planetarias llamado retrogradación de los planetas. Es una retrogradación o retroceso aparente porque el planeta no retrocede en realidad, sino que desde nuestra posición orbital terrestre, el planeta parece ir deteniéndose, retroceder y volver a avanzar en el transcurso de varias noches de observación, pero se debe a la diferencia entre las velocidades rotacionales de los planetas vistos desde un punto también en movimiento.

De Wikipedia

El retroceso va precedido de una pérdida en la velocidad de avance hasta pararse; luego, retrocede hasta alcanzar otra vez una posición estacionaria y reemprende el movimiento normal de oeste a este.

Mediante una observación cuidadosa los antiguos observaron que los periodos entre las retrogradaciones o periodo sinódico y aunque variaban eran por término medio 116 días, para Mercurio; 584 para Venus; 780 días para Marte; 399 para Júpiter y 378 para Saturno.

La retrogradación ocupa una parte mínima del movimiento del planeta que normalmente se desarrolla en sentido directo. Las duraciones de la retrogradación para los diferentes planetas son para Mercurio 23 días, Venus 42 días, Marte 73 días, Júpiter 123 días y Saturno 138 días.



 Del Pistis Sophia:


“He retirado un tercio del poder de los Regidores de los Aeones y cambiado su destino y su esfera sobre los que ellos tienen mando para que cuando la raza humana los invoque en los misterios – ésos que los ángeles les han enseñado para llevar a cabo sus propósitos diabólicos e ilícitos en el misterio de sus hechicerías –, no logren sus propósitos ilícitos; les he retirado su poder y de los adivinadores y sus consultores y de aquellos que dicen al los hombres en el mundo lo que va a suceder, para que ellos, a partir de este momento, no sepan cómo predecir lo que viene”

Entonces, mi Señor, ¿los adivinadores y consultores no declararán en adelante, a los hombres, lo que habrá de ocurrirles?

Y Jesús respondió a María: Si los profetizadores o adivinos, encuentran el Destino y la esfera vueltos hacia la izquierda, de acuerdo con su primera extensión, sus palabras tendrán lugar, y dirán lo que habrá de ocurrir. Pero si encuentran el Destino o la esfera vueltos hacia la derecha, sus palabras no dirán la verdad, pues yo he cambiado sus influencias y sus escuadras y sus triángulos y sus octágonos”

Para la astrología, que un planeta se encuentre en retrogradación implica que muestra su faceta negativa o acentúa sus aspectos negativos; ejemplo tomado de una página de astrología:

“Si Júpiter está en Leo podemos asegurar un éxito en general gracias a las cualidades, ambición y aprovechamiento de las oportunidades, pero si Júpiter está retrógrado, no tendrá ambición ni sabrá aprovechar las oportunidades para obtener ese éxito, no sabrá mandar ni tendrá tanta suerte, o incluso se verá limitado”.

Si bien esta cuestión de “movimientos a la derecha y a la izquierda” es un tanto vaga y alguien podría objetar que el Jesús gnóstico no está hablando del movimiento retrógrado de los planetas, podría decirse que en realidad utiliza lenguaje técnico muy propio de la astrología con “sus escuadras y sus triángulos y sus octágonos” y habla explícitamente de astrólogos y adivinos, así que parece evidente que habla sin muchos ambages de eso. Y dado a que Hiparco de Nicea (190-120 a.C.) ya había introducido la noción de la retrogradación planetaria, no es extraño que fuese conocida en tiempos del Pistis Sophia (aprox. siglo II d.C.).

Así que tal vez el viejo Hipólito de Roma no estaba tan errado después de todo: los gnósticos tenían conocimientos astrológicos bastante avanzados – como el conocimiento de la retrogradación. Pero vemos que los gnósticos subvierten también esta creencia astrológica haciendo de la retrogradación planetaria, negativa en general para la creencia popular astrológica, la acción positiva de un Eón Superior (Jesús en su aspecto pleromático) que le brinda libertad al ser humano de las cadenas con que Hermaimene (el Destino) lo tiene atado al mundo inferior.