sábado, 3 de enero de 2015

LA REALIDAD ES UNA ALUCINACIÓN COMPARTIDA (por Howard Bloom)

LA REALIDAD ES UNA ALUCINACIÓN COMPARTIDA

Por Howard Bloom, 1997

Traducción: Mazzu




La construcción artificial de la realidad desempeñaría un papel clave en la nueva forma de inteligencia global que pronto surgirá entre los seres humanos. Si la “psique” del cerebro grupal fuese una playa con dunas móviles y hondonadas, las percepciones individuales serían los granos de arena de esa playa. Sin embargo, esta imagen contiene una trampa oculta - la percepción individual pura no existe.

Estar aquí es una especie de rendición espiritual. Sólo vemos lo que los demás ven, los miles que estuvieron aquí en el pasado, los que vendrán en el futuro. Nos hemos puesto de acuerdo para formar parte de una percepción colectiva. Don DeLillo

Una regla fundamental de la organización a gran escala es la siguiente: a mayor agilidad de una empresa masiva, más comunicación interna[1] se necesita para apoyar el trabajo en equipo de las partes. Por ejemplo, salvo en el caso de las plantas y los animales más simples, sólo el 5% del ADN se dedica al “verdadero trabajo del ADN”: la fabricación de proteínas. El 95% restante[2] está ocupado en la organización y la administración, supervisando el mantenimiento de los procedimientos corporales o incluso sencillamente interpretando el libro de reglas corporativas “impreso” en una cadena de genes.

En una máquina de aprendizaje eficaz, las conexiones entre los elementos internos son mucho más numerosas que las ventanas al mundo exterior. Tomemos la corteza cerebral[3]: aproximadamente el 80% de sus nervios están conectados entre sí, y no con la información sensorial de los ojos o los oídos. No es extraño que en los individuos de la sociedad humana pasen la mayor parte de su tiempo comunicándose[4] entre sí, en vez de explorando cuáles animales y plantas podrían ser un buen plato no tradicional. Este cableado para el “mantenimiento burocrático” tiene un impacto mucho mayor en lo que “vemos” y “escuchamos” del que sospechan la mayoría de los investigadores psicológicos. Porque nos pone en las manos de un agente de la conformidad cuyo poder y sutileza son casi increíbles.

En nuestro episodio anterior mencionamos que el centro emocional del cerebro – el sistema límbico - decide cuáles fragmentos de experiencia “notará” y guardará en la memoria. La memoria es el núcleo de lo que llamamos realidad. Piensen en esto por un segundo. ¿Qué es lo que realmente estás viendo y oyendo en este momento? Este artículo. Las paredes y el mobiliario de la habitación en la que estás. Tal vez algo de música o algún ruido de fondo. Sin embargo, estás tan seguro como que has nacido que hay un mundo más amplio fuera de esas paredes. Estás seguro de que tu hogar, si es que estás lejos de él, sigue ahí. Puedes sentir cada habitación y recordar dónde están la mayoría de tus cosas. Conoces el edificio donde trabajas - sus colores, el diseño y cómo es al tacto. Luego están los compañeros que enriquecen tu vida – la familia, la gente de la oficina, los vecinos, los amigos, e incluso la gente a la que le tienes cariño pero que no has visto desde hace un año o más - algunos de los cuales, si es el caso, están en la habitación contigo. También sabes que estamos en un planeta llamado Tierra, girando alrededor de la bola incandescente del sol, perdidos en una de muchas galaxias. En este instante, mientras lees esto, ¿dónde residen estas realidades? Dentro de tu mente. La memoria, en un sentido muy real, es la realidad. Lo que el sistema límbico decide “ver” y almacenar se convierte en un universo interior simulando estirarse tan lejos como para rozar los bordes del infinito.



Estamos acostumbrados a utilizar nuestros ojos sólo con el recuerdo de lo que otras personas antes que nosotros han pensado sobre el objeto que estamos viendo. Guy de Maupassant

El sistema límbico es más que un tamiz emotivo que separa lo relevante de lo inconsecuente. Es un intenso monitor de los otros[5], usando sus fijaciones sociales para reorganizar tus percepciones y tus recuerdos. En resumen, el sistema límbico hace de cada uno de nosotros un plug-in de la multitud.

Elizabeth Loftus[6], una de las investigadoras de la memoria más importantes del mundo, es una de las pocas personas que saben cuán poderosamente el grupo da forma a lo que pensamos que sabemos. A finales de los 70s, Loftus realizó una serie de experimentos clave. En un ejemplo típico, mostró a los estudiantes universitarios una filmación de un accidente de tráfico, y después de la película preguntó, “¿Qué tan rápido iba el auto deportivo blanco cuando pasó el granero mientras viajaba por la ruta bordeada de campos?”. Varios días más tarde, cuando los espectadores fueron interrogados sobre lo que habían visto, el 17% estaban seguros de que habían visto un granero, aunque no aparecía ningún edificio en la filmación. En un experimento relacionado, a los sujetos se les mostraba una colisión entre una bicicleta y un auto conducido por una morena, y a continuación se les hacían preguntas acerca de la “rubia” al volante. No sólo se acordaban vívidamente de la rubia inexistente, sino que cuando se les mostró la secuencia nuevamente, les costó creer que era el mismo incidente que recordaban tan gráficamente. Un sujeto dijo: “Es muy extraño porque todavía tengo la cara de la chica rubia en mi mente y no se corresponde a la de ella [señalando a la mujer en el video]... Fue muy raro”. Loftus concluyó que en la memoria visual los indicios brindados por otros seres humanos son más importantes que la escena cuyos detalles realmente captaron nuestros ojos.

A pesar de que no recibió mucha atención del público hasta que comenzaron los debates acerca de los recuerdos “recuperados” de abusos sexuales a principios y mediados de 1990, esta línea de investigación había comenzado hacía al menos dos generaciones. Era 1956 cuando Solomon Asch[7] publicó una serie clásica de experimentos en los que él y sus colegas mostraban tarjetas con líneas de diferentes longitudes a grupos de estudiantes. Dos líneas eran exactamente del mismo tamaño y otras dos claramente no lo eran - sobresalían como jugadores de baloncesto en una convención de enanos. Durante una típica práctica experimental, los investigadores pedían a nueve voluntarios que afirmaran que las dos líneas desiguales eran compatibles, y que el par verdadero era desigual. Entonces venía la parte nefasta. Los investigadores conducían a un estudiante incauto a la habitación junto a los colaboradores, que daban la impresión de saber tan poco como él sobre lo que estaba pasando. A continuación, un psicólogo de bata blanca les pasaba las cartas. Uno a uno, pedía a los cómplices que dijeran en voz alta cuáles líneas eran iguales. Cada uno declaraba obedientemente que las dos líneas terriblemente diferentes eran un par perfecto. En el momento en que el científico incitaba al desprevenido recién llegado a emitir su juicio, éste por lo general concordaba con la afirmación falsa del grupo. Asch realizó el experimento una y otra vez. Cuando interrogó a las víctimas de la presión grupal, resultó que varios habían hecho mucho más que simplemente concordar para encajar. Realmente habían moldeado sus percepciones para coincidir, no con la realidad frente a ellos, sino con el consenso del grupo.

Para acabar con la ilusión de masas, muchos de aquellos cuya percepción NO había sido sesgada se convirtieron en colaboradores en la alabanza de la nueva ropa del emperador. Algunos lo hicieron debido a sus propias dudas. Estaban convencidos de que los hechos que sus ojos reportaban eran incorrectos, que la manada estaba en lo cierto, y que una ilusión óptica les había engañado y les había hecho ver cosas. Y otros se daban cuenta con toda claridad cuáles líneas eran iguales, pero les faltó valor para pronunciar una opinión impopular. Los agentes de la conformidad habían reorganizado todo, desde el procesamiento visual hasta la libertad de discurso, y habían revelado un mecanismo que puede envolver y sellar a una multitud en una falsa creencia.



Otro experimento[8] indica cuán profundamente la sugerencia social puede penetrar la malla neuronal a través de la cual creemos ver los hechos concretos. A un grupo de estudiantes con visión normal del color se le mostraban diapositivas azules. Pero un secuaz en la sala declaraba que las diapositivas eran verdes. Sólo el 32% de los estudiantes terminó concordando con el proponente vocal del color verde. Más tarde, sin embargo, los sujetos eran llevados aparte, les mostraban diapositivas de color azul verdoso y les pedían que las calificaran en un rango de azulado o verdoso. Incluso los estudiantes que se habían negado a ver verde donde no había en el experimento original mostraron que los proponentes del verde habían coloreado sus percepciones. Calificaron las nuevas diapositivas como más verdes de lo que eran. Más concretamente, cuando se les pidió que describieran el color de la imagen residual que veían, los sujetos a menudo informaban que era rojo-púrpura - el color de la imagen residual dejado por el color verde. Las palabras de un orador determinado habían penetrado los santuarios más íntimos de los ojos y el cerebro.

Pero esto es sólo la punta del iceberg. La experiencia social literalmente moldea la morfología cerebral. Orienta el cableado del cerebro[9] a lo largo de los años más intensamente formativos de la vida humana, determinando, entre otras cosas, cuáles secciones del órgano del pensamiento se van a ampliar, y cuáles se reducirán.

El cerebro de un bebé[10] es esculpido por la cultura en la que nace. Los niños de seis meses pueden distinguir o producir cualquier sonido prácticamente en cualquier idioma humano. Pero apenas cuatro meses después se pierden casi dos tercios de esta capacidad. El recorte de capacidad es acompañado por despiadadas alteraciones en el tejido cerebral[11]. Las células del cerebro[12] se miden en relación a las exigencias del entorno físico e interpersonal. El 50% de las neuronas útiles prosperan. El 50% que permanece sin actividad está literalmente forzado a morir. Así, el plano de diseño subyacente[13] de la mente es confeccionado en el lugar para encajar en el marco ya existente de la comunidad.

Ni bien salen de la matriz, los bebés ya están sujetos a una fuente enorme de señales sociales. Desde recién nacidos[14] hasta los cuatro meses de edad, los bebés miran los rostros más que cualquier otra cosa. Linnda Caporael[15], del Politécnico Rensselaer, señala lo que ella llama “micro-coordinación”, en la que un bebé imita la expresión facial de su madre, y la madre, a su vez, imita la del bebé. Desde que el psicólogo Paul Ekman, como veremos más adelante con más detalle, demostró que las expresiones faciales que hacemos reestructuran nuestro estado de ánimo, el bebé está aprendiendo cómo enyugar sus emociones a las del grupo social. Las emociones, como ya hemos visto, dan forma a nuestra visión de la realidad. Hay otros signos de que los bebés sincronizan sus sentimientos a los de quienes los rodean a una edad sorprendentemente temprana. La empatía[16] - una de las cosas que nos vinculan íntimamente - nos llega temprano. Los niños menores de un año de edad que ven a otro niño que sufre dolor muestran todos los signos de sufrir el mismo dolor.

Después de todo, ¿qué es la realidad de todos modos? Nada más que una sensación colectiva. Lily Tomlin

Embutiéndose aún más en un molde de percepción común, los bebés animales y humanos se sincronizan para ver lo que ven los otros. Un bebé de cuatro meses girará para mirar un objeto que su padre está mirando. Un chimpancé bebé hará lo mismo[17]. Para su primer cumpleaños, los bebés han extendido su recopilación de datos a sus compañeros. Cuando se dan cuenta[18] de que los ojos de otro niño se han fijado en un objeto, giran para centrarse en esa cosa también. Si no ven qué es tan interesante, miran hacia atrás para comprobar la dirección de la mirada del otro niño y asegurarse de que eso es lo que está mirando. Cuando uno de los bebés apunta a una cosa que ha captado su atención, los otros niños miran para ver lo que es.

Los niños de un año[19] muestran otras formas en las que absorben la presión social. Ponga una taza y algo desconocido frente a ellos y su tendencia natural será la de revisar primero el objeto novedoso. Pero si uno repite la palabra “taza”, el niño obedientemente clavará su mirada en el recipiente para beber. Los niños van junto con la manada, incluso en sus gustos por la comida. Cuando los investigadores reunieron niños de dos a cinco años en una mesa durante varios días junto a otros niños que amaban la comida que a ellos no les gustaba, los niños con aversión hicieron un giro de 180 grados y se volvieron entusiastas de la comida que anteriormente habían desdeñado. La preferencia se mantuvo fuerte semanas después de abandonar la presión del grupo.

A los seis años, los niños están obsesionados con ser aceptados por el grupo y llegan a ser increíblemente sensibles a las violaciones de las normas del grupo[20]. Han sido atrapados por otro agente de la conformidad que estructura sus percepciones para que coincidan con las de quienes los rodean.

Incluso el ritmo aúna a los seres humanos en la más sutil de las maneras. William Condon, del Instituto Psiquiátrico del Estado Occidental de Pennsylvania, analizó conversaciones de adultos filmadas y se dio cuenta de un proceso peculiar en funcionamiento. Inconscientemente, los conversadores comenzaban a coordinar sus movimientos de manos, el parpadeo de los ojos y el movimiento de la cabeza. La electroencefalografía mostró algo aún más sorprendente - sus ondas cerebrales iban a la par. Los bebés recién nacidos ya muestran esta sincronía - de hecho, un niño americano recién salido del vientre coordinará alegremente sus movimientos corporales tanto con la voz de alguien que habla en chino como la de alguien que habla en inglés. A medida que pasa el tiempo, estas sincronías inadvertidas aúnan  a grupos cada vez más grandes. Un estudiante que trabajaba bajo la dirección del antropólogo Edward T. Hall[21] se escondió en un coche abandonado y filmó a los niños jugando en un patio de escuela a la hora del almuerzo. Gritando, riendo, corriendo y saltando, cada uno parecía superficialmente estar haciendo lo suyo. Pero el análisis minucioso reveló que el grupo se movía a un ritmo unificado. Una niña pequeña, mucho más activa que el resto, cubría todo el patio de la escuela con su juego. Hall y su alumno se dieron cuenta de que, sin saberlo, ella era “la directora” y “la orquestadora”. Finalmente, los investigadores encontraron una melodía que se ajustaba a la cadencia silenciosa. Cuando la reproducían y hacían rodar la película, parecía como si cada niño estuviera bailando exactamente a la melodía. Pero no había música sonando en el patio del colegio. Hall dijo “sin saberlo, todos estaban moviéndose a un ritmo que ellos mismos generaban”. William Condon llegó a la conclusión de que no tiene sentido ver a los seres humanos como “entidades aisladas”. Y Edward Hall llevó esta inferencia un paso más allá: “un trasfondo inconsciente de movimiento sincronizado mantiene unido al grupo” en lo que llamó una “forma organizativa compartida”.



No es de extrañar que la participación de la manada coloree de manera contundente las formas en las que vemos nuestro mundo. A un conjunto de estudiantes del MIT[22] se les dio una reseña biográfica de un conferencista invitado. La reseña de un grupo describía al orador como alguien frío, y la del otro grupo lo elogiaba por su calidez. Ambos grupos vieron juntos la presentación del orador. Los que habían leído la reseña que decía que era frío, lo consideraron lejano y distante. Los que habían leído que era cálido, lo clasificaron como amigable y accesible. Al juzgar a otro ser humano, los estudiantes reemplazaron el hecho externo con la información que les había sido dada socialmente.

Las señales de cambio de ruta de la percepción de la manada vienen en muchas formas. Las sociólogas Janet Lynne Enke y Donna Eder[23] descubrieron que en el chisme, una persona comienza con un comentario negativo sobre alguien fuera del grupo. La opinión del resto de la manada sobre el tema dependerá por completo de la segunda opinión expresada. Si el segundo chismoso está de acuerdo en que el forastero es repugnante, virtualmente todos van a expresar una opinión casi igual. Si, por el contrario, el segundo comentarista objeta que el forastero tiene cualidades positivas, es mucho menos probable que el grupo descienda como una bandada de arpías para destrozar la reputación del desconocido miembro a miembro.

Multitudes de voces silenciosas susurran en nuestros oídos, transformando la naturaleza de lo que vemos y oímos. La más extraña viene del coro de los muertos - predecesores culturales cuyo legado tiene un efecto dramático en nuestra visión de la realidad. Tómese el impacto de los estereotipos de género - nociones desarrolladas a lo largo de cientos de generaciones, que han contribuido en ellos, los han embellecido y los han transmitido literalmente a través de miles de millones de personas durante la larga marcha humana en el tiempo. En un estudio[24], se les pidió a los padres que brindaran sus impresiones sobre sus bebés recién nacidos. A esa edad, los niños y niñas son completamente indistinguibles, más allá de sus órganos reproductivos. El tamaño, la textura y la forma en que actúan los recién nacidos de sexos opuestos son los mismos. Sin embargo, los padres describen consistentemente a las niñas como más suaves, más pequeñas y menos atentas que los niños. Las multitudes dentro de nosotros reestructuran nuestros veredictos de género una y otra vez. Se pidió a dos grupos[25] de sujetos experimentales que le pusieran nota al mismo ensayo. A un grupo se le dijo que el autor era John McKay. Al otro se le dijo que la autora era Joan McKay. Incluso las estudiantes mujeres que evaluaron el ensayo le dieron calificaciones más altas cuando pensaban que era de un varón.



El depósito definitivo de la influencia de la manada es el lenguaje - un dispositivo que no sólo condensa la influencia de aquellos con los que compartimos un vocabulario común, sino que resume el enfoque perceptual de todos los que han fallecido. Cada palabra que usamos lleva en sí la experiencia de generaciones y generaciones de hombres, familias, tribus y naciones, incluyendo sus percepciones, juicios de valor, ignorancia y sus creencias espirituales.

Los experimentos[26] muestran que las personas de todas las culturas pueden ver diferencias sutiles entre colores colocados uno junto al otro. Pero sólo aquellas sociedades que cuentan con nombres para numerosos matices pueden detectar la diferencia cuando las dos muestras de color están separadas. A principios del siglo, los chukchee[27] tenían muy pocos términos para los matices visuales. Si se les pedía ordenar hilos de colores, no hacían un buen trabajo. Pero tenían más de 24 términos para el pelaje de los renos, y podrían clasificar a los renos mucho mejor que el científico europeo medio, cuyo vocabulario no le suministraba las herramientas apropiadas.

El fisiólogo/ornitólogo Jared Diamond[28], en Nueva Guinea, vio con desaliento que a pesar de todos sus estudios universitarios de la naturaleza, los nativos eran mucho más aptos para distinguir las especies de aves que él. Diamond poseía un conjunto de criterios científicos aprendidos en las clases de zoología en su país. Los nativos poseían algo mejor: nombres para cada variedad de animales, y un conjunto de asociaciones que describen sus características, algo que Diamond nunca habían aprendido a diferenciar – todo: desde peculiaridades del porte de un ave hasta su sabor a la parrilla. Diamond tenía prismáticos y toda la información más moderna de la taxonomía. Pero los nativos de Nueva Guinea se reían de su incompetencia. Estaban equipados con un vocabulario en el cual cada palabra compactaba la experiencia de multitudes de antepasados cazadores de aves.

Linnda Caporael, del Instituto Politécnico Rensselaer, señala que incluso cuando vemos a alguien realizar una acción de una manera inusual, nos olvidamos rápidamente las sutilezas a las que no estamos acostumbrados y remodelamos nuestra visión en el recuerdo de manera que coincida con las pautas dictadas por la convencionalidad transmitida por el idioma. Un ejemplo perfecto proviene de EEUU en el siglo XIX, donde la rivalidad entre hermanos y hermanas estaba presente de hecho, pero de acuerdo a la teoría no existía. Los expertos eran ciegos a su presencia, como lo demuestra su absoluta ausencia de los textos sobre la familia. Tanto desde el punto de vista de los expertos como del popular, todo lo que existía entre hermanos y hermanas era amor. Pero las cartas de las niñas de clase media de la época exponen una malicia no reconocida y celos.

La rivalidad entre hermanos de diferente sexo[29] no comenzó a salir de la oscuridad de la invisibilidad perceptual hasta 1893, cuando el futuro profesor de ética política y social de la Universidad de Columbia Felix Adler hizo alusión a la noción anónima en su manual para la instrucción moral de los niños. Durante la década de 1920, el concepto de los celos entre chicos y chicas finalmente se abrió camino contundentemente hacia el repertorio de conceptos conscientes, apareciendo en dos publicaciones del gobierno ampliamente citadas y convirtiéndose en el foco de una cruzada de la Asociación de Estudios del Niño de América en 1926. Fue recién en este punto que los expertos finalmente acuñaron el término “rivalidad entre hermanos de diferente sexo”. Ese demonio, anteriormente inexistente, fue culpado de provocar la miseria en la adultez, los matrimonios fallidos, crímenes, homosexualidad, y Dios sabe qué más. Por la década de 1940, casi todas las guías de crianza tenían extensas secciones sobre  este ex-cero a la izquierda. Los padres escribían a las revistas más importantes reportando casos de esta emoción previamente invisible desde casi todas partes.

El lenguaje de la experiencia almacenada puede ajustar la diferencia entre la vida y la muerte. Se ha informado[30] de que una tribu sin nombre solía sufrir grandes mortandades cada vez que la hambruna azotaba, a pesar del hecho de que un río lleno de peces fluía cerca de ellos. El problema: que no definían al pescado como alimento. Podríamos fácilmente sufrir la misma suerte si estuviéramos varados en su desierto, simplemente porque nuestra cultura también nos dice que una rica fuente de nutrientes no es comestible - los insectos.

La influencia de la multitud de los que han estado antes y de los que están a nuestro alrededor puede ser alucinante. Durante la Edad Media[31], cuando surgieron las primeras universidades, un peluquero/cirujano local era llamado a la cámara de conferencias año tras año para diseccionar un cadáver para los estudiantes de medicina provenientes de toda Europa allí reunidos. Un erudito en una plataforma elevada disertaba acerca de las revelaciones que se desplegaban ante los ojos de los estudiantes. El sabio doctor invariablemente describía una red de vasos sanguíneos craneales que no estaban en ninguna parte.  Detallaba una forma del hígado radicalmente diferente a la forma del órgano resbaloso en las manos manchadas de sangre del cirujano. Retrataba verbalmente las articulaciones de la mandíbula de una manera que no tenía ninguna relación con las que se veían en la mesa de caballetes. Pero nunca cambiaba su relato para adaptarse a esas realidades. Los estudiantes o el cirujano nunca interrumpían para corregir a aquella autoridad empapada en libros. ¿Por qué? El erudito estaba recitando la información contenida en volúmenes de más de 1.000 años de antigüedad - las obras del maestro romano Galeno, fundador de la medicina “moderna”.

Por desgracia, Galeno había sacado sus conclusiones no mediante la disección de cuerpos humanos, sino de los cadáveres de cerdos y monos. Los cerdos y los monos tienen las características extrañas que Galeno describía. Los seres humanos, sin embargo, no. Pero eso no impidió que los profesores medievales vieran lo que no estaba allí. Porque no eran observadores más individualistas que tú y yo. Sus vías sensoriales hacían eco de las voces reunidas durante un milenio, los murmullos de una turba compuesta tanto por los vivos como por los muertos. Los expertos del mundo de aquella época y de la nuestra han conjurado asambleas de espejismos. Al igual que las nuestras, sus facultades perceptivas eran extensiones no reconocidas de un cerebro colectivo.








NOTAS


[1] M.J.C. Waller, 5/96; M.J.C. Waller. "Organization Theory and the Origins of Consciousness." Journal of Social and Evolutionary Systems, 19(1): 17-30; T. Burns and G.M. Stalker. The Management of Innovation. London: Tavistock Publications, 1961: 92-93, 233-234.

[2] Jack Cohen and Ian Stewart. The Collapse of Chaos: Discovering Simplicity in a Complex World. New York: Viking, 1994: 73.
[3] Janos Szentagothai. "The 'Brain-Mind' Relation: A Pseudoproblem?" In Mindwaves: Thoughts on Intelligence, Identity and Consciousness. Edited by Colin Blakemore and Susan Greenfield, 330. Oxford: Basil Blackwell, 1989; Rodney J. Douglas, Christof Koch, Misha Mahowald, Kevan A.C. Martin, Humbert H. Suarez. "Recurrent Excitation In Neocortical Circuits." Science, 18 August 1995: 981.
[4] Linnda R. Caporael. "SOCIALITY: COORDINATING BODIES, MINDS AND GROUPS." Psycoloquy. 1995-06-01.
[5] Bruce Bower. "Brain faces up to fear, social signs." Science News, December 17, 1994: 406; Eric R. Kandel and Robert D. Hawkins. "The Biological Basis of Learning and Individuality." Scientific American, September 1992: 78-87; Joseph E. LeDoux. "Emotion, Memory and the Brain." Scientific American, June 1994: 50-57; Sandra Blakeslee. "Brain Study Examines Rare Woman." New York Times, December 18, 1994: 35; Robert N. Emde. "Levels of Meaning for Infant Emotions: A Biosocial View." In Approaches to Emotion, edited by Klaus R. Scherer, Paul Ekman. Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates, 1984: 79; Kathleen Stein. "Mind Reading Among the Macaques: How the brain interprets the intentions of others." Omni, June 1994: 10.
[6] Elizabeth Loftus. Memory: Surprising New Insights Into How We Remember and Why We Forget. Reading, MA: Addison Wesley, 1980: 45-49. Elizabeth Loftus. "When A Lie Becomes Memory's Truth: Memory Distortion After Exposure to Misinformation." Current Directions In Psychological Science, August, 1992: 121-123. Elizabeth F. Loftus. "Creating False Memories." Scientific American, September 1997: 70-75. Henry L. Roediger, "Memory Illusions." Journal of Memory and Language, April 1, 1996, v 35 n 2: 76; Henry L. Roediger III, Kathleen B. McDermott. "Creating False Memories: Remembering Words Not Presented in Lists." Journal of experimental psychology, July 1995, v 21 n 4: 803.

[7] Solomon E. Asch. "Studies of Independence and Conformity: I. A Minority of One against a Unanimous Majority." Psychological Monographs, 70:9 (1956): (Whole No. 416); Bertram H. Raven, Jeffrey Z. Rubin. Social Psychology. New York: John Wiley and Sons, 1983: 566-9, 575.
[8] C. Faucheux and S. Moscovici. "Le style de comportement d'une minorité et son influence sur les résponses d'une majorité." Bulletin du Centre d"Études et Recherches Psychologiques, 1967, 16: 337-360; S. Moscovici, E. Lage, and M. Naffrechoux. "Influence of a consistent minority on the responses of a majority in a color perception task." Sociometry, 32, 1969: 365-380; Bertram H. Raven, Jeffrey Z. Rubin. Social Psychology: 584-585.
[9] Eisenberg, L.: "The social construction of the human brain," American Journal of Psychiatry, 1995; 152(11): 1563-1575. Christiana M. Leonard, Linda J. Lombardino, Laurie R. Mercado, Samuel R. Browd, Joshua I. Breier, and O. Frank Agee, "Cerebral Asymmetry and Cognitive Development in Children: A Magnetic Resonance Imaging Study," Psychological Science, March 1996, p. 93. Goldman-Rakic, P., & Rakic, P. "Experimental modification of gyral patterns;" in N. Geschwind & A.M. Galaburda (Eds.), Cerebral dominance: The biological foundation (pp. 179-192); Cambridge, MA, Harvard University Press, 1984. Pascual-Leone, A., & Torres, F. (1993); "Plasticity of the sensorimotor cortex representation of the reading finger in Braille readers," Brain, 116, pp. 39-52; Recanzone, G., C. Schreiner, and M. Merzenich. "Plasticity in the Frequency Representation of Primary Auditory Cortex Following Discrimination Training in Adult Owl Monkeys." Journal of Neuroscience, 13 (1993): 97-103.
[10] Janet F. Werker and Renee N. Desjardins. "Listening to Speech in the 1st year of life: Experiential Influences on Phoneme Perception." Current Directions in Psychological Science, June 1995: 76-81. Janet F. Werker. "Becoming a Native Listener." American Scientist, January-February 1989: 54-59. Janet F. Werker and Richard C. Tees. "The Organization and Reorganization of Human Speech Perception." Annual Review of Neuroscience, 15, 1992: pp. 377-402. J.F. Werker and J.E. Pegg. "Infant speech perception and phonological acquisition." Phonological Development: Research, Models and Implications, edited by C.E. Ferguson, L. Menn,, C. Stoel-Gammon: Parkton, MD, York Press, in press.
[11] L. Eisenberg. "The social construction of the human brain." American Journal of Psychiatry, 152 (11) 1995: 1563-1575. M.H. Segall, D.T. Campbell, M.J. Herskovitz. The Influence of Culture On Visual Perception. Indianapolis, Bobbs-Merrill: 1966. Shi-xu. "Cultural Perceptions: Exploiting the Unexpected of the Other." Culture & Psychology, 1 1995: 315-342. J. Lucy. Grammatical Categories and Cognition: A Case Study of the Linguistic Relativity Hypothesis. Cambridge: Cambridge University Press, 1992. Kent C. Berridge and Terry E. Robinson. "The Mind of an Addicted Brain: Neural Sensitization of Wanting Versus Liking." Current Directions in Psychological Science, June 1995: 74. Jane B. Lancaster. "Primate Communication Systems and the Emergence of Human Language." Primates: Studies in Adaptation and Variability, edited by Phyllis C. Jay. New York: Holt, Rinehart and Winston, 1968: 451-453. Robert N. Emde. "Levels of Meaning for Infant Emotions: A Biosocial View." Approaches to Emotion: 79. Jay Belsky, Becky Spritz, and Keith Crnic. "Infant Attachment Security and Affective-Cognitive Information Processing at Age 3." Psychological Science, March 1996: 111-114. Bruce Bower. "Brain activity comes down to expectation." Science News, January 21, 1995: 38. Linnda R. Caporael. "SOCIALITY: COORDINATING BODIES, MINDS AND GROUPS." Psycoloquy. Downloaded from http://www.ai.univie.ac.at/cgi-bin/mfs/31/wachau/www/archives/Psycoloquy/1995.V6/0043.html?84#mfs, 95/6/01. R. Nisbett & L. Ross. Human inference: strategies and shortcomings of social judgment. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1980. R.A. Shweder & R.G. D'Andrade. "The systematic distortion hypothesis." Fallible judgment in behavioral research. New Directions for Methodology of Social and Behavioral Science, 4 1980: 37-58.
[12] Elizabeth Gould. "The Effects of Adrenal Steroids and Excitatory Input on Neuronal Birth and Survival." In Hormonal Restructuring of the Adult Brain: Basic and Clinical Perspective, edited by Victoria N. Luine, Cheryl F. Harding. Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 743: 73. New York: The New York Academy of Sciences, 1994. Wise Young and June Kume-Kick, Shlomo Constantini. "Glucorticoid Therapy of Spinal Chord Injury." In Hormonal Restructuring of the Adult Brain: Basic and Clinical Perspective: 247. Steve Nadis. "Kid's Brainpower: Use It or Lose It." Technology Review, November/December, 1993: 19-20. Daniel S. Levine. "Survival of the Synapses." The Sciences, November/December 1988: 51. Thomas Elbert, Christo Pantev, Christian Wienbruch, Brigitte Rockstroh, Edward Taub. "Increased Cortical Representation of the Fingers of the Left Hand in Stringed Players." Science, 13 October 1995: 305-307. Marsha Barinaga. "Watching the Brain Remake Itself." Science, 2 Dec 1994: 1475. A. Pascual-Leone, F. Torres. "Plasticity of the sensorimotor cortex representation of the reading finger in Braille readers." Brain, 116, 1993: 39-52. Constance Holden. "Sensing Music." Science, 13 October 1995: 237. Julius Korein, M.D. "Reality and the Brain: the Beginnings and Endings of the Human Being." In The Reality Club, edited by John Brockman. New York: Lynx Books, 1988: p. 94.
[13] Christiana M. Leonard, Linda J. Lombardino, Laurie R. Mercado, Samuel R. Browd, Joshua I. Breier, and O. Frank Agee. "Cerebral Asymmetry and Cognitive Development in Children: A Magnetic Resonance Imaging Study." Psychological Science, March 1996: 93. S. Scarr. "Theoretical Issues in Investigating Intellectual Plasticity." In Plasticity of Development, edited by S.E. Brauth, W.S. Hall, & R.J. Dooling. Cambridge, MA: MIT Press, 1991: 57-71; P. Goldman-Rakic, P. Rakic. "Experimental modification of gyral patterns." In Cerebral dominance: The biological foundation, edited by N. Geschwind & A.M. Galaburda. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1984: 179-192.
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[30] For many examples of similar phenomena, see: Robert B. Edgerton. Sick Societies: Challenging the Myth of Primitive Harmony. New York: Free Press, 1992.
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