miércoles, 20 de mayo de 2020

Los gnósticos y el movimiento retrógrado de los planetas


Los gnósticos y el movimiento retrógrado de los planetas

Por Mazzu



Sabemos que los gnósticos (por usar el término general con que se engloba a varios movimientos cristianos místicos de principios de la Era Común) de distintas denominaciones eran famosos por subvertir los valores religiosos – consideraban al dios supremo judeocristiano un mero demiurgo “idiota e ignorante”, a la serpiente del Edén como un salvador, etc. –, pero lo que no es tan conocido es que apreciaban como algo “bueno” al movimiento retrógrado de los planetas – hoy en día considerado “malo” en general por las personas aficionadas a la astrología popular.

Para varios grupos gnósticos, los poderes planetarios y zodiacales eran los Arcontes y los ángeles malvados que encadenaban y esclavizaban a los seres humanos a un destino predeterminado por los astros, coartándole así el “libre albedrío”. 

Conocen la historia: el eón Sophia, queriendo imitar al Propator y crear sin su sicigia (su pareja divina), sufrió una pasión y “parió” al deforme e idiota demiurgo Ialdabaoth; el Pleroma (“la Plenitud”, el reino superior de emanaciones divinas donde moran los otros Eones como la propia Sophia), al ver el desequilibrio generado por Sophia y su hijo los expulsaron al mundo inferior (Kenoma) creando el Horos, o “Límite” infranqueable. Más adelante, Sophía es restituida al Pleroma, pero su pasión, Achamoth, y su hijo Ialdabaoth quedaron en el Kenoma. Ialdabaoth, olvidando a su madre y creyéndose el dios supremo creó, junto a Achamoth, a seis Arcontes y sus respectivas sicigias, que junto a él serían la hebdómada planetaria. Cada uno de los seis Arcontes creó a 60 ángeles, completando así los 360 grados de la rueda zodiacal.

En el Apócrifo de Juan, Ialdabaoth alardea ser el único dios, pero su madre, Sophia, como una figura de luz, aparece en lo alto y lo refuta. Furiosos al saberse inferiores a otros poderes, los Arcontes copian el reflejo de Sophia en las aguas y crean al hombre. Adán al principio es débil, no puede incorporarse y se arrastra como un gusano; entristecida por este hecho, Sophia, a través de su hipóstasis Achamoth, convence a Ialdabaoth de que le insufle espíritu con su aliento, espíritu que él había recibido de su Madre. El Demiurgo lo hace, pero a su vez pierde su chispa divina, y el hombre termina siendo superior a los arcontes.

Locos de envidia, los Poderes destierran a Adán a la materia (hyle) y encadenan su espíritu a Heimarmene, el destino que todo lo gobierna, dictado por el movimiento de los planetas y de los astros. Así encadenado a los caprichos astrales, Adán pierde el “libre albedrío”. La historia es un poco más larga y compleja, pero la resumo así para no perderme en detalles.



A pesar de que Hipólito de Roma en su Refutación de todas las herejías acusase a los gnósticos – a los peratas en particular – de tomar su doctrina “no de las Sagradas Escrituras, (...) antes bien sus opiniones se basan (...) en las elucubraciones de los astrólogos”, los gnósticos en general creían que los adivinos, astrólogos, y augures eran gente de baja calaña, ya que al leer los astros vivían de la desgracia del ser humano, es decir, de su pérdida del “libre albedrío”.

En otro famoso texto gnóstico, el Pistis Sophia, Jesús (reaparecido luego de su ascenso al Pleroma), en diálogo con María Magdalena, dice que, para liberar al ser humano de sus cadenas astrales impuestas por los Arcontes, él – en su forma divina eónica, claro – había cambiado el giro de las esferas para que los Poderes del Destino no pudieran ejercer sus influencias: “he cambiado el Destino y la esfera sobre los cuales (los Arcontes) tienen autoridad de tal modo que pasen seis meses volteados a la izquierda y logren sus influencias y que vean seis meses a la derecha y lograr sus influencias” (aquí izquierda se lee como “mala influencia” y derecha como “buena influencia”).

Aquí se ve que un “cambio” en el giro o en el movimiento de los planetas provoca un “cambio” en su influencia; básicamente, lo mismo que se postula en la astrología popular. Existe un cambio aparente de las órbitas planetarias llamado retrogradación de los planetas. Es una retrogradación o retroceso aparente porque el planeta no retrocede en realidad, sino que desde nuestra posición orbital terrestre, el planeta parece ir deteniéndose, retroceder y volver a avanzar en el transcurso de varias noches de observación, pero se debe a la diferencia entre las velocidades rotacionales de los planetas vistos desde un punto también en movimiento.

De Wikipedia

El retroceso va precedido de una pérdida en la velocidad de avance hasta pararse; luego, retrocede hasta alcanzar otra vez una posición estacionaria y reemprende el movimiento normal de oeste a este.

Mediante una observación cuidadosa los antiguos observaron que los periodos entre las retrogradaciones o periodo sinódico y aunque variaban eran por término medio 116 días, para Mercurio; 584 para Venus; 780 días para Marte; 399 para Júpiter y 378 para Saturno.

La retrogradación ocupa una parte mínima del movimiento del planeta que normalmente se desarrolla en sentido directo. Las duraciones de la retrogradación para los diferentes planetas son para Mercurio 23 días, Venus 42 días, Marte 73 días, Júpiter 123 días y Saturno 138 días.



 Del Pistis Sophia:


“He retirado un tercio del poder de los Regidores de los Aeones y cambiado su destino y su esfera sobre los que ellos tienen mando para que cuando la raza humana los invoque en los misterios – ésos que los ángeles les han enseñado para llevar a cabo sus propósitos diabólicos e ilícitos en el misterio de sus hechicerías –, no logren sus propósitos ilícitos; les he retirado su poder y de los adivinadores y sus consultores y de aquellos que dicen al los hombres en el mundo lo que va a suceder, para que ellos, a partir de este momento, no sepan cómo predecir lo que viene”

Entonces, mi Señor, ¿los adivinadores y consultores no declararán en adelante, a los hombres, lo que habrá de ocurrirles?

Y Jesús respondió a María: Si los profetizadores o adivinos, encuentran el Destino y la esfera vueltos hacia la izquierda, de acuerdo con su primera extensión, sus palabras tendrán lugar, y dirán lo que habrá de ocurrir. Pero si encuentran el Destino o la esfera vueltos hacia la derecha, sus palabras no dirán la verdad, pues yo he cambiado sus influencias y sus escuadras y sus triángulos y sus octágonos”

Para la astrología, que un planeta se encuentre en retrogradación implica que muestra su faceta negativa o acentúa sus aspectos negativos; ejemplo tomado de una página de astrología:

“Si Júpiter está en Leo podemos asegurar un éxito en general gracias a las cualidades, ambición y aprovechamiento de las oportunidades, pero si Júpiter está retrógrado, no tendrá ambición ni sabrá aprovechar las oportunidades para obtener ese éxito, no sabrá mandar ni tendrá tanta suerte, o incluso se verá limitado”.

Si bien esta cuestión de “movimientos a la derecha y a la izquierda” es un tanto vaga y alguien podría objetar que el Jesús gnóstico no está hablando del movimiento retrógrado de los planetas, podría decirse que en realidad utiliza lenguaje técnico muy propio de la astrología con “sus escuadras y sus triángulos y sus octágonos” y habla explícitamente de astrólogos y adivinos, así que parece evidente que habla sin muchos ambages de eso. Y dado a que Hiparco de Nicea (190-120 a.C.) ya había introducido la noción de la retrogradación planetaria, no es extraño que fuese conocida en tiempos del Pistis Sophia (aprox. siglo II d.C.).

Así que tal vez el viejo Hipólito de Roma no estaba tan errado después de todo: los gnósticos tenían conocimientos astrológicos bastante avanzados – como el conocimiento de la retrogradación. Pero vemos que los gnósticos subvierten también esta creencia astrológica haciendo de la retrogradación planetaria, negativa en general para la creencia popular astrológica, la acción positiva de un Eón Superior (Jesús en su aspecto pleromático) que le brinda libertad al ser humano de las cadenas con que Hermaimene (el Destino) lo tiene atado al mundo inferior.