JAMES
SHELBY DOWNARD: EL PADRINO DE LA CONSPIRANOIA SINCROMÍSTICA – PARTE I
Por:
Mazzu
El
mundillo de las teorías conspirativas ha dejado de ser un “mundillo” hace rato.
Hoy las teorías conspirativas invaden todos los ámbitos de la vida social. De hecho, la forma moderna de
“hacer política”, parece más basada en ver quién esparce el peor rumor
conspiranoico sobre su rival que mejor prenda en las redes, que en una
discusión racional entre pares de distinto sesgo político. En los 80s y 90s
leer sobre “teorías alternativas” era casi como pertenecer a una sociedad
secreta: circulaba muy poca literatura sobre esos temas, que a veces se
conseguía de segunda mano, en fotocopias o revistas de escasa tirada. Los
conspiranoicos* eran (o éramos**) un grupito bastante reducido y – por decirlo
de alguna manera – exclusivo. Con la caída de las Torres Gemelas y el
advenimiento de internet a comienzos de la primera década del 2000, esto cambió
drásticamente. La información creció exponencialmente y también lo hizo su
velocidad de llegada. El mundo de las teorías conspirativas dejó de ser un
mundo exclusivo, aunque, sin embargo, no dejaba de ser un nicho. Ya para
mediados de la década de 2010, a los que éramos veteranos de esos territorios,
no nos extrañaba que nuestra tía Marta o la costurera del barrio nos hablaran
de los Illuminati o de los Reptiloides: aquello que alguna vez había sido
propiedad exclusiva de un grupito de personas a las que se las consideraba
“raras” por indagar en esas ideas, ahora se ha popularizado y esparcido por
todos lados. Se ha memetizado. Ha provocado en los conspiranoicos de la Vieja
Escuela el mismo efecto que se siente cuando sos fan de una bandita under local
y de repente la pegan, se hacen ultra conocidos y suenan todo el día en la
radio. Uno termina detestándolos.
*Digo
conspiranoicos con cariño, no de forma despectiva.
**Me incluyo en el grupo con cierta
reserva. A mí siempre me gustaron las teorías conspi, incluso las más
delirantes (Montauk, Tartaria, terraplanismo, etc.), como una forma de arte.
Es decir, a veces son muy creativas e imaginativas, y crean un idios cosmos
completo con una habilidad artística realmente admirable. Me gusta sumergirme
en ellas de la misma manera en la que me sumerjo en literatura fantástica, o de
ciencia ficción: uno no necesita “ser un creyente” del mundo de El Señor de
los Anillos para compenetrarse en él y vivir el viaje. Las cosas se ponen
espesas cuando entran los “verdaderos creyentes”, los evangelistas de esas
teorías conspirativas que quieren convencer al resto o excluirlos como “normies”.
El
tropo antimasónico es tal vez la teoría conspi más ilustre: una oscura
élite masónica ha formado un gobierno totalitario mundial que desde las sombras
busca controlar, como si fuera un titiritero, a todos los gobiernos de las
naciones soberanas y ha permeado todos los aspectos de la cultura. Los miembros
de esta élite serían adoradores de Lucifer, o – según otros teóricos – devotos
de “la Vieja Religión” (o paganismo, o cultos mistéricos), y buscan destruir el
cristianismo y subvertir todos los valores occidentales tradicionales para
imponer sus propios valores en una “religión global”.
Todos
tenemos algún amigo o conocido que cuando mira una ceremonia inaugural
deportiva o una película o una publicidad de algún producto o marca popular,
exclama “¡ahí!, ¿viste?, ¡era el símbolo masónico de la escuadra y el compás!”
o que testarudamente se empecina en ver cualquier figura triangular como el
“Ojo que Todo lo Ve”, delatando que dicha producción es una herramienta que el
Nuevo Orden Mundial utiliza para mantenernos bajo su control mental.
Esto
no es nuevo, las teorías conspirativas antimasónicas existen desde el siglo
XVIII (o antes, inclusive). Pero lo que muchos noobies en el terreno de
la conspiranoia no saben, es que este moderno método particular de encontrar
significados ocultos en la cultura pop, estas “gafas detectoras de símbolos
masónicos”, esta técnica sincromística/conspiranoica, tienen un origen con
nombre y apellido: James Shelby Downard.
James Shelby Downard por Anton Mueller
KING-KILL/33°
James Shelby Downard (13/03/1913 – 16/03/98) continúa siendo una figura bastante
oscura, incluso en estos días donde uno puede encontrar información sobre todo
el mundo. Pero después veremos algo sobre su biografía, ahora vamos a
concentrarnos en la razón por la cual Downard se hizo (relativamente) conocido,
que es King-Kill/33°: un ensayo que el
susodicho coescribió junto a Michael A. Hoffman II, publicado por primera vez en
papel en 1987 (después veremos que ya circulaban desde antes en formato de audio)
en una antología de ensayos de autores marginales titulada Apocalypse
Culture, editada por Adam Parfrey en Feral House. En King-Kill/33° Downard
afirma que el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy fue organizado
por una enorme conspiración masónica (la criptocracia), como parte del
ritual del “Sacrificio del Rey Sagrado”, cuyo propósito era el de la renovación
del ciclo vital natural y el control mental de la opinión pública.
El
propio Downard explica cuáles eran los motivos que él consideraba verdaderos
detrás del circo mediático y las conclusiones irrisorias de la Comisión Warren:
El asesinato de Kennedy tiene que ver
con la hechicería masónica, y la información que presento en estas páginas es
bien conocida por ciertas agencias de noticias que han optado por suprimirla,
del mismo modo que el motivo del asesinato se ha mantenido en un secreto
absoluto; pues se supone que los hechos relativos al asesinato se revelarán en
el futuro, lo cual es de dominio público. Ese plan de congelar, esperar y
revivir forma parte del plan maestro de la brujería masónica.
Creo que muchas personas intuyen el
poder que la masonería ejerce sobre el gobierno de Estados Unidos; pero,
engañados, no comprenden el secretismo, el silencio y la oscuridad que rodean
los misterios del arte masónico ni la verdadera naturaleza de la masonería. Así
pues, el control del gobierno estadounidense se atribuye a Wall Street, y no a
la hechicería. (…)
Pero el propósito último de ese
asesinato no fue político ni económico, sino mágico: pues el control de la
mente soñadora y la movilización de sus fuerzas es el poder omnipotente en todo
este escenario de mentiras, crueldad y degradación. Algo murió en el pueblo
estadounidense el 22 de noviembre de 1963; llámenlo
idealismo, inocencia o la búsqueda de la excelencia moral. Es la transformación
de los seres humanos la auténtica razón y el motivo del asesinato de Kennedy.
Downard
– de manera bastante lovecraftiana, por cierto – remarca que, a pesar de que
nos consideramos una sociedad “moderna”, racional y libre de las supersticiones
que atosigaban las mentes de nuestros “crédulos” e “irracionales” antepasados,
si rascamos un poco la tenue capa de pintura de “racionalidad” que nos cubre,
debajo revelaremos el mismo terror numinoso que supuraban las culturas de
antaño.
También
afirma que el hecho de que el “hombre moderno” ya no crea en la brujería no es
un problema para que la criptocracia lo haga partícipe de sus oscuros rituales;
se puede incluir al gran público en los rituales a través de la técnica
conocida como “revelación del método”:
No se dejen engañar: solo por el
hecho de que la yerta ciudad estadounidense de la noche pavorosa esté tan
desprovista de misterio, sea tan completamente pedestre, estéril e infantil,
tan saturada con el brillo ilusorio del béisbol, los hot dogs, el pastel de
manzana y los Chevrolet, no vayan a creer que existe por fuera del dominio
psicosexual (el énfasis es mío). El eterno psicodrama pagano se
intensifica bajo estas supuestas condiciones modernas precisamente porque la
brujería no es algo que el “hombre del siglo XX” pueda aceptar como real. Así,
el rito del asesinato del rey en noviembre de 1963 se diagnostica
alternativamente como un conflicto entre reaccionarios anticastristas y las
fuerzas del liberalismo, las grandes empresas y los grandes banqueros, tal o
cual ala de la comunidad de inteligencia, etc. Huelga decir que cada uno de
estos grupos tiene un lugar en el simbolismo del asesinato de Kennedy.
El
Sacrificio del Rey Sagrado es el tema principal que el antropólogo y
folklorista escocés James G. Frazer analizó y ejemplificó extensamente en su magnum
opus de 1890, La Rama Dorada: la muerte violenta y ritual del
rey sagrado en determinado ciclo de tiempo que con su sangre revigorizaría la
tierra, traería fertilidad y haría renacer al cosmos. Según Frazer, mitos como
los de Osiris, Tammuz, Atis y Adonis, seguían este esquema de muerte y
resurrección, que acompañaba de manera mimética al ciclo solar de las
estaciones (primavera, verano, otoño e invierno), y al ciclo agrario (labranza,
siembra, crecimiento y cosecha): el rey, al igual que el brote en el ciclo
vegetal, debía crecer, debía morir (cosecha), y su sangre debía penetrar la
tierra (siembra) para que volviera a ser fértil. Si vieron la película The
Wicker Man (1973, Robin Hardy), ya saben a qué me refiero. De acuerdo a
James Shelby Downard, asiduo lector de Frazer, el asesinato de John Fitzerald
Kennedy fue una versión moderna del ritual del Sacrificio del Rey Sagrado,
llevado a cabo por la criptocracia en Dallas, Texas.
Downard
veía los hechos del 22 de noviembre de 1963 como plagados de simbología
masónica y mistérica. En su decodificación de esta simbología, utilizó
principalmente dos herramientas: la onomatología, y la toponimia
mística. Explica en King-Kill/33°:
La “ciencia de los nombres”, una
especie de magia de la palabra, constituye solo un segmento de la ciencia del
simbolismo empleada por los masones. El asesinato de JFK se enfrenta a esta
ciencia de forma decisiva y contiene una auténtica pesadilla de complejos
simbólicos:
Es cierto que la onomatología, o la
ciencia de los nombres, constituye una parte muy interesante de las
investigaciones de la alta masonería… (Enciclopedia de la Francmasonería)
Por
su parte, la toponimia mística es un concepto que une místicamente (esto es
mistéricamente) a un lugar con el nombre que se le ha dado:
La toponimia mística incorpora la
magia de las palabras (onomatología) y la ciencia masónica del simbolismo.
Veamos
cómo aplica Downard estas dos herramientas decodificadoras en el ensayo:
La caravana partió del Aeropuerto
Love Field hacia Dealey Plaza. Dealey Plaza es el sitio donde se ubicaba el principal
templo masónico de Dallas (ahora demolido), y una placa conmemora este hecho en
el lugar. Una importante estrategia de “protección” para Dealey Plaza fue
planeada por la sucursal de la CIA en Nueva Orleans, cuya sede se encontraba en
un edificio masónico. Dallas, Texas, está ubicada a diez millas al sur del
paralelo 33. El grado 33° es el más alto en la masonería, y la logia fundadora
del Rito Escocés en América se creó en Charleston, Carolina del Sur,
exactamente sobre la línea del grado 33. Dealey Plaza está cerca del río Trinity.
A las 12:22 p. m., la caravana avanzó por Main Street hacia Paso Bajo Triple,
recorriendo primero la “Sangrienta” Elm Street. Esta última fue escenario de
numerosos tiroteos, apuñalamientos y otros actos de violencia. Y allí se
encuentra el Majestic Theatre, (…) que fue la sede de la taberna Blue Front, un
lugar de encuentro masónico en la antigua tradición de la “tabernería masónica”:
Sam Adams y los masones de la Revolución Americana conspiraron mucho en la
taberna Green Dragon de Boston. Uno de los muchos bares que se atribuyen el
honor de ser la primera logia masónica es la taberna Bunch of Grapes, también
en Boston. El Blue Front fue el lugar donde se realizaba el ritual del “hombre
quebrado”
A
Downard le resultaba significativo que este psicodrama mistérico ritual hubiera
sido realizado en Dallas, que no está exactamente sobre la línea del paralelo
33°, sino en la 32°, ya que el 32° es el grado mayor de la masonería, siendo el
grado 33° el grado supremo, que “es considerado como un grado honorífico
y simbólico que
se otorga de manera selectiva y exclusiva”. El asesinato de JFK se realizó
mientras se dirigía al Paso Bajo Triple, es decir, una forma simbólica
de pasaje del 32° al 33°.
Minutos después del asesinato de John
Fitzgerald Kennedy, tres vagabundos (u “obreros
indignos”) fueron arrestados en la estación de tren detrás de Dealey Plaza. Nunca
se ha revelado su identidad ni la del agente que los arrestó. Todo lo que queda
de esos minutos es una serie de fotografías que han alcanzado proporciones
legendarias entre quienes se dedican a descubrir a las personas y fuerzas
reales detrás del asesinato.
Según
Downard, estos vagabundos serían el paralelo simbólico de los “tres rufianes”
de la leyenda de Hiram Abiff (El Hijo de la Viuda) en el mito masón. La leyenda,
central en el ideario masónico, relata la muerte de Hiram Abiff, Gran Maestro
arquitecto encargado de la construcción del mítico templo del rey Salomón, a
manos de tres obreros (los Juwes, “los tres rufianes”, o los “tres obreros
indignos”), que quisieron forzarlo a revelar la palabra secreta de los Maestros,
que les daría acceso al Kodesh haKodashim (קֹדֶשׁ הַקֳּדָשִׁים o Sancta
Sanctorum) del Templo. Tras la negativa de Hiram, proceden a golpearlo para
forzarlo a revelar el secreto, hasta matarlo. Para borrar las trazas de su
crimen, los Juwes enterraron el cadáver en una colina solitaria del Líbano. Una
partida de aprendices enviada por Salomón que encontró el cadáver de Hiram,
señalizó el lugar con una rama de acacia para luego volver y llevarlo a un
sepulcro digno; más tarde los Juwes fueron descubiertos y sentenciados a
muerte. La acacia, siempre verde, es símbolo de muerte y resurrección. Por
supuesto, la leyenda de la muerte de Hiram Abiff es casi una copia del mito de
la muerte de Osiris y la búsqueda de su cadáver, y por ende una variación entre
tantas del “Sacrificio del Rey Sagrado”.
Mas
ejemplos de la aplicación downardiana de la onomatología y de la toponimia
mística en King-Kill/33°:
Dealey Plaza se desglosa
simbólicamente de la siguiente manera: “Dea” significa “diosa” en latín y “Ley”
puede referirse a la ley o a las reglas en español, o a líneas de
significado geográfico sobrenatural en las religiones de la naturaleza
precristianas de los ingleses. Durante muchos años, Dealey Plaza estuvo bajo el
agua en diferentes estaciones, debido a los desbordes del río Trinity
hasta la introducción de un sistema de control de inundaciones. A este sitio
del tridente neptuniano (se refiere a la intersección formada por las calles Elm,
Main y Commerce) llegaron la “Reina del Amor y la Belleza” [Jackie] y su
esposo, el chivo expiatorio en el rito del Sacrificio del Rey, el “Ceannaideach”
(palabra gaélica de la que deriva Kennedy, que significa “cabeza fea” o “cabeza
herida”).
Otros
nombres analizados bajo la lupa onomatológica de Downard:
“Oswald” significa “fuerza divina”.
El diminutivo de la palabra es “Os” u “Oz”: un término hebreo que denota
fuerza. El papel que desempeñó la “Fuerza Divina” en el Ritual de Asesinato del
Rey en el sitio “de la Diosa de la Ley” en Dealey debe ser analizado con
detenimiento. (…)
El 20 de diciembre de 1947, Jacob
Rubinstein cambió su nombre a Jack L. Ruby por decreto del Tribunal Judicial de
Dallas, Texas. La etimología del término Ruby: del francés rubis;
del español rubí; del latín rubinus. (…) El rubí se asocia con “el
Pectoral del Juicio” usado por los Mispet (Sumos Sacerdotes) elegidos de la
hechicería judía, lo que les permitía recibir respuestas “divinas” sobre el
bienestar del judaísmo; algunas interpretaciones afirman que el “Pectoral del
Juicio” manifestaba la presencia inmediata de Jehová y también era usada por
los masones en las logias del Arco Real. (…) El término «Jack Ruby» fue
utilizado en el pasado por los prestamistas para referirse a un rubí falso. En
iconografía, un rubí o carbunclo simboliza la sangre, el sufrimiento y la
muerte.
Downard
y Hoffman ven – obviamente – a los miembros de la Comisión Warren como grandes
encubridores y cómplices de los asesinos. A decir verdad, no eran los únicos:
el descontento popular generado por las conclusiones del informe de la Comisión
Warren provocó que las muchas teorías conspirativas que ya circulaban sobre el
magnicidio cobraran mayor fuerza y que se agregaran otras nuevas. El por
entonces gobernador de Texas, John Connally, herido en el atentado (iba en el
asiento delante de JFK), en público siempre apoyó las conclusiones de la
Comisión Warren y calificó de descabelladas a las versiones conspirativas. Sin
embargo, en privado decía que el atentado había sido obra de más de un
tirador y que era una operación organizada. Después de la muerte de Connally,
uno de sus más estrechos colaboradores, Doug Thompson, contó que le había
preguntado al gobernador si estaba convencido de que Oswald había disparado el
arma que mató a Kennedy. “Absolutamente no. No creo ni por un segundo en las
conclusiones de la Comisión Warren. Si no dije nada es porque amo a este país y
necesitábamos cerrar ese episodio cuanto antes. Nunca voy a hablar públicamente
acerca de lo que yo creo”, habría respondido Connally.
Por
su parte, Downard y Hoffman señalan que los organizadores de la Comisión Warren
eran… por supuesto, masones:
El masón Lyndon
Johnson nombró al masón Earl Warren para investigar la muerte del católico
Kennedy. El masón y miembro del grado 33, Gerald R. Ford, fue fundamental para
suprimir la escasa evidencia de conspiración que llegara a la comisión. El
responsable de proporcionar información a la comisión fue el masón y miembro
del grado 33, Edgar Hoover. El exdirector de la CIA y masón Allen Dulles fue
responsable de la mayor parte de los datos que su agencia suministró al panel.
¿Es paranoico sospechar de las
conclusiones del panel por estos motivos? ¿Sería paranoico sospechar de un
panel de nazis comisionada para investigar la muerte de un judío o sospechar de
una comisión de miembros del Ku Klux Klan encargada de investigar la muerte de
un negro? El representante Hale Boggs, el único católico de la comisión, al
principio estuvo de acuerdo con sus conclusiones, pero cuando más tarde comenzó
a cuestionarlas seriamente, murió “accidentalmente” en un accidente aéreo.
OSIRIS
Los
ritos funerarios brindados en homenaje a Kennedy no quedan afuera del análisis
downardiano, por supuesto, y en ellos Downard ve reflejados los rituales
mistéricos de Osiris.
El cuerpo del presidente Kennedy fue
colocado en un ataúd que se situó en el centro de un círculo bajo la cúpula del
Capitolio. El catafalco era una estructura temporal de madera decorada con
símbolos funerarios, representando una tumba o cenotafio. Formaba parte de la
decoración de una Logia del Dolor. Esta entrada de la Enciclopedia Masónica
se refiere a las ceremonias del Tercer Grado en las Logias del Rito
Francés. Las fotografías del ataúd y el catafalco de Kennedy muestran estos dos
elementos del rito funerario como un punto dentro de un círculo. La fecundidad
es el significado simbólico de este punto dentro del círculo y deriva del
antiguo culto al sol.
La
desaparición del cuerpo del héroe, o el desconocimiento de su ubicación es
parte de varios ritos mistéricos, así como la gesta para retornarlo a su lugar
de origen para darle sepultura digna. En el caso de Osiris, su hermano y rival
Set arroja su cuerpo en un ataúd al Nilo. Al enterarse Set de su recuperación –
por parte de la viuda Isis – vuelve a hacerse con el cadáver, lo descuartiza y
lo desparrama por diversas regiones. La pobre Isis vuelve a reensamblarlo,
aunque no logra conseguir todas las partes: faltaba el falo, que había
sido devorado por un pez. Configurando un pene artificial con tallos vegetales,
la Diosa lo reconstruye, se acopla con él y concibe mágicamente a Horus, un
hijo del muerto. Volvemos a ver aquí el ciclo frazeriano del sacrificio del rey
y su “resurrección” trayendo la fertilidad y el reverdecimiento de la tierra en
la figura del hijo. La desaparición del cadáver, en la jerga simbólica
masónica, se denomina afanismo, y la recuperación euresis.
Downard
traza un paralelismo del mito osiríaco con la ordalía del cadáver de JFK y,
sobre todo, la pérdida de un órgano del cuerpo (aunque no ese mismo órgano):
La ocultación del cuerpo se
denominaba “afanismo” y es un rito del tercer grado masónico. (…) La
desaparición del cuerpo (este afanismo) se encuentra en el asesinato del
presidente Kennedy:
el cerebro del presidente fue
extraído y su cuerpo enterrado sin él. El Dr. Cyril Wecht, médico forense jefe
del condado de Allegheny, Pensilvania, expresidente de la Academia
Estadounidense de Científicos Forenses y profesor de patología y derecho, recibió
permiso de la familia Kennedy en 1972 para ver los materiales de la autopsia
(en los Archivos Nacionales). Cuando Wecht solicitó ver el cerebro, le
informaron que había desaparecido, junto con las preparaciones microscópicas
del mismo. Marion Johnson, curadora del material de los Archivos de la Comisión
Warren, declaró: “El cerebro no está aquí. Desconocemos qué le ocurrió”.
(Los Angeles Free Press,
Informe Especial n.° I, pág. 16)
Después de que el féretro
de Kennedy fuera retirado del centro de la rotonda del Capitolio, fue llevado
con una gran y solemne pompa fúnebre por las calles para que los asistentes
pudieran darle el último adiós. La procesión fúnebre hizo una parada no
planificada en la Avenida Pensilvania, frente al restaurante Occidental,
[allí]
se tomó una fotografía del féretro de Kennedy cubierto con la bandera, con la
palabra “Occidental” destacada sobre él. En la masonería y en la tradición del
dios chacal egipcio Anubis, se dice que un difunto “ha ido al oeste”.
Las botas del caballo Sardar
estaban atadas al revés, un rito funerario que simboliza “la inversión del
tiempo, el regreso al origen y el paso del alma al inframundo”. Downard
interpreta esto como como una obra de teatro necromántico.
El
guion seguía patrones ancestrales, sin que el público fuera consciente de la
profundidad del rito.
TRÍADAS
Pero el Sacrificio del
Rey Sagrado no era más que la segunda etapa del ritual completo que tramó la
criptocracia que comprendía, según nos cuentan Downard y Hoffman, tres fases,
que ellos asocian a tres procesos de la Alquimia:
1-
La primera es “la Creación y Destrucción
de la Materia Primordial”, que ya había sido lograda mediante la detonación de
la primera bomba atómica en el sitio Trinity, en White Sands, Nuevo
México, en el paralelo 33.
2-
La segunda, “el Sacrificio del Rey”, el
asesinato de Kennedy, se realizó cerca del río Trinity,
en Dealey Plaza, Dallas, cerca del paralelo 33.
3-
La tercera etapa sería “Hacer Manifiesto
Todo lo Oculto”, pero, según los autores, “hasta el momento, no se ha cumplido
o, al menos, no se ha completado”, pero aclaran: La disposición sistemática y
el patrón de elementos simbólicos relacionados con el asesinato de Kennedy
indican que fue un chivo expiatorio en un sacrificio. El propósito de este
macabro ritualismo se reconoce aún más en los patrones de simbolismo que
culminan en la manifestación final de todo lo oculto.
El número 3 es
verdaderamente significativo en la masoneía: los tres grados originales (los
grados de la Logia Azul): aprendiz, compañero y maestro; las tres columnas de
la logia (que se corresponden con las tres columnas del Árbol de la Vida
cabalístico); los tres rufianes que asesinaron a Hiram Abiff, etc. Downard
comenta:
En
la masonería, lo que se conoce como los “tres pasos simbólicos” son los tres
grandes pasos que, simbólicamente, conducen de esta vida a la fuente de todo
conocimiento.
Debe
ser evidente para todo Maestro Masón, sin necesidad de mayor explicación, que
los tres pasos se dan desde la oscuridad hacia un lugar de luz, ya sea
figurativa o literalmente sobre un ataúd, símbolo de la muerte, para enseñar
simbólicamente que el paso de la oscuridad y la ignorancia de esta vida, a
través de la muerte, conduce a la luz y el conocimiento de la vida eterna. Y
este ha sido, desde los primeros tiempos, el verdadero simbolismo del paso.
(Enciclopedia
de la Francmasonería)
A las tríadas que hemos
visto anteriormente en el repaso a King-Kill/33° (las tres etapas del Proceso
Alquímico; el grado 33°; Trinity, en White Sands; Trinity, en
Dealey Plaza; el tridente neptuniano de la intersección formada por las
calles Elm, Main y Commerce [el Triple Paso Bajo], los tres
vagabundos arrestados tras el asesinato), Downard y Hoffman suman una más: las
tres metas del Proceso Alquímico masónico que serían: 1) reverdecer la Tierra
Prometida (Israel), 2) Reconstruir el Templo de Salomón, y 3) establecer un Gobierno
Mundial Único.
Hablando de tríadas,
volvamos un momento sobre el tema de la tercera etapa del ritual que los
autores describen en el ensayo. Hoffman, en el texto introductorio a King-Kill/33°,
nos aclara que Downard traducía aquello de “Hacer Manifiesto Todo lo Oculto”
como “La Revelación del Método”:
Esto
alude al proceso en el que actos asesinos y conspiraciones escalofriantes que
involucran guerras, revoluciones, decapitaciones y todo tipo de horrores son
primero enterrados bajo un manto de secreto y el sigilo de Harpócrates. Luego,
una vez consumados y asegurados, se revelan lentamente a la población
desprevenida, que observa con una apatía gélida cómo se desvela la historia
oculta.
Aleister Crowley
mostrando el “signo de Harpócrates”
La idea que la Revelación
del Método que Downard y Hoffman delinean en el ensayo es que para que estos
rituales sean eficaces, la criptocracia necesita hacer partícipe al vulgo, no
puede ser algo a puertas cerradas: todo el mundo debe verlo. Hoffman escribe:
Si
ceremonias como la antigua Misa Mayor católica romana, los espectáculos de los
reyes europeos, los incas y los aztecas, e incluso la Misa Negra, “imprimen” a
los perceptores cuando tienen lugar en catedrales góticas especialmente
ubicadas o en pirámides humeantes de sangre, ¿cuánto más potentes
exponencialmente son los rituales gigantescos que se desarrollan sobre el
enorme cuerpo de la Tierra misma, conectados por medios electrónicos a todo un
mundo y envueltos en onomatología sintonizada con los sótanos de nuestro
subconsciente ctónico?
El ritual del asesinato,
televisado y transmitido sin cesar, provoca un shock colectivo que anula la
voluntad. Las conclusiones de la comisión Warren, aceptadas en un principio,
son vistas como ridículas un tiempo después (la teoría de la “Bala Mágica” como
la llamaba Jim Garrison), y con asco y horror años más tarde (la muerte
“accidental” o la desaparición sospechosa de varios testigos claves, la pérdida
de evidencias, etc.). La apatía generada por todo esto
despojó
a los estadounidenses de su cohesión mítica. Sin mito, vagan a la deriva,
susceptibles a patrones externos. La élite masónica llena el vacío, ofreciendo
un simulacro de libertad, igualdad y fraternidad, mientras administra la
arquitectura simbólica del control.
Sería
bueno aclarar que la versión de King-Kill/33° que revisitamos en este artículo, es
la primera versión conocida del ensayo, publicada en 1987 en Apocalypse
Culture, y la que hizo de Downard una “pequeña celebridad”
en el relativamente marginal mundo de las teorías conspirativas de por aquél
entonces. Adam Parfrey, editor de Feral House – que publicó Apocalypse Culture –, aclara al final de esa
versión que “el artículo de Downard se ha presentado en una versión
sustancialmente abreviada”. En internet puede encontrarse la versión extendida.
Allí, el autor se explaya aún más en las artes de la la onomatología, y
la toponimia mística, analizando la etimología de varios nombres
implicados, así como la relación de los lugares con sus denominaciones, hace un
recorrido por los sitios significativos ubicados sobre el paralelo 33°, y
analiza los ritos de magia sexual – en la cual implica, claro, a los masones –,
habla de Crowley, de los astronautas masones en la luna, y los templarios, entre
varias otras cosas más.
La bibliografía de
Downard no es muy extensa; otros escritos que pueden encontrar del autor, que
son también artículos o ensayos relativamente cortos, son Call to Chaos (Apocalypse Culture, segunda
edición), Sorcery, Sex, Assassination and the
Science of Symbolism, (Secret and Suppressed: Banned Ideas and
Hidden History, ed. Jim
Keith) y America, The Possessed Corpse (Apocalypse
Culture II). Estos tres artículos fueron compilados (incluyendo
también King-Kill/33°) por Michael A.
Hoffman y publicados en un libro llamado Mr. Downard: The Collected Essays
of James Shelby Downard.
También hay dos autobiografías (o, mejor dicho, una
autobiografía dividida en dos partes): The Carnivals
of Life and Death: My Profane Life, 1913–1935 (Feral House,
2006), y Stalking the Great Whore: The Lost Writings of James Shelby Downard,
(Gorightly Publications, 2023).
También
hay una breve biografía sobre Downard escrita por Adam Gorightly, titulada James
Shelby Downards Mystical War (2008), aunque el propio
Gorightly reniega un poco de ella, alegando que en el momento no había mucha
información disponible y que luego de escribirla salieron nuevos datos sobre la
enigmática vida de Downard.
En este breve artículo
vimos algunas de las teorías que hicieron conocido a James Shelby Downard. En
la próxima entrega, analizaremos la figura del propio Downard: si sus teorías
les parecieron locas, queridos/as lectores/as, pues su biografía (o presunta
biografía) no se queda atrás ni un poco.
Continuará…









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