lunes, 22 de julio de 2019

Mi viaje ácido con Groucho - por Paul Krassner




Con motivo del fallecimiento de Paul Krassner (ayer, 21 de julio), leyenda de la contracultura y editor de la mítica The Realist, decidí traducir esta jugosa nota escrita por él a comienzos de la década de 1980.

El artículo originalmente fue publicado en High Times Magazine, en febrero de 1981.  Tomado de la publicación digital en The Psychedelic Shakespeare Solution.

Traducción: Mazzu





Mi viaje ácido con Groucho



por Paul Krassner

“Siempre quédate en tu propia película” - Ken Kesey



Si se toma el nombre de cierto ex vicepresidente, Spiro Agnew, y revuelve las letras, puede reorganizarlo para que diga Grow A Penis (desarrolle un pene). Dicha adecuación puede causar estrías permanentes a tus límites de la coincidencia. Después de todo, cuando el senador Charles Goodell se pronunció en contra de la guerra en Vietnam, fue Agnew quien lo llamó “la Christine Jorgensen (la primera transexual famosa) del Partido Republicano”, comparando así el poder militar con la mera presencia de una verga.

Hace años, cuando Mike Wallace me entrevistó para 60 Minutes y me preguntó sobre la diferencia entre la prensa underground y los medios de comunicación tradicionales, le conté sobre el anagrama anterior y dije: “la diferencia es que podría imprimir eso en The Realist, pero será borrado en la edición de este programa”.

Mi predicción fue precisa, por lo que, naturalmente, me prometí inmediatamente no aparecer en ningún programa de televisión nuevamente sin estar colocado. Lo que a su vez explica por qué comer hongos mágicos era prácticamente un requisito previo para que me entrevistara con Tom Snyder.

Ahora, Andy Friendly estaba haciendo su trabajo leyendo el número “Sex and Dope” de HIGH TIMES en septiembre de 1978. Como productor del programa Tomorrow, siempre estaba buscando posibles invitados, y había allí una entrevista particularmente extraña conmigo sobre ese tema, así que me llamó para invitarme al programa.

Hubo algunas conversaciones telefónicas previas para explorar las áreas que podría cubrir la entrevista televisada. Surgió el tema del uso de drogas y dije: “bueno, tal vez podríamos hablar de mi viejo chauvinismo psicodélico. Tomé el LSD en todo tipo de situaciones inusuales: cuando testifiqué en el Juicio por Conspiración en Chicago; en el Johnny Carson Show – Orson Bean era el anfitrión invitado – fui una especie de guía para Groucho Marx una vez; mientras estaba investigando el caso de Manson tomé ácido con algunas mujeres de la familia, entre ellas Squeaky Fromme y Sandra Good. Era una especie de periodismo participativo...”

La entrevista fue programada para el 30 de noviembre.

“Ese día es mi cumpleaños”, me dijo Abbie Hoffman, todavía fugitivo, “¿Me desearías un feliz cumpleaños en el programa?”

El programa Tomorrow me pagó el vuelo de San Francisco a Los Ángeles y una limusina con chofer me llevó a un lujoso hotel, donde procedí a ingerir esos hongos mágicos. Mi estado de ánimo era intensamente sensual. Lo que realmente quería era un exquisito masaje. Llamé a una vieja amiga que es masajista profesional.

Dado a que ella también era una antigua amante, no es del todo sorprendente que empezáramos a coger en la cama incluso antes de que ella instalara su mesa. Finalmente, rompió el dulce silencio de nuestra satisfacción post-coito con este susurro: “pero tendré que cobrarte por el masaje”.

Noviembre de 1978 fue el mes de aquella masacre atroz de Jonestown y, una semana más tarde, el asesinato político del alcalde de San Francisco, George Moscone y el del supervisor gay Harvey Milk, en manos del ex policía Dan White. Los hongos realmente se estaban poniendo intensos cuando Tom Snyder, que tiene una mente de FM en un cuerpo de AM y aparentemente estaba haciendo su versión de la imitación que Dan Aykroyd de Saturday Night Live hacía de él, me pidió, en efecto, que justificara a San Francisco como el escenario de tal horror secuencial.

“Lero, lero” comencé, “mi ciudad es más violenta que la tuya...”

Cuando me preguntó sobre el viaje ácido con Groucho, respondí: “bueno, hay un contexto completo” pero, debido a las exigencias del ritmo televisivo, apenas nos habíamos metido en el tema cuando Snyder quiso saber sobre mis seis meses como editor de Hustler y qué fue lo que dije a los Hare Krishna del aeropuerto. Sin embargo, justo antes de que terminara el programa, logré recordar desearle a Abbie Hoffman un feliz cumpleaños.

Recientemente, un editor de HIGH TIMES recordó haber visto esa entrevista en la televisión y me invitó a escribir la historia, que finalmente completa este ciclo de mediático.

La conexión Timothy Leary



Piensen en esto como una pieza de historia de combate. Para comprender completamente el contexto en el que se ha llevado a cabo esta batalla por la voluntad, uno necesita volver sobre el perfil cronológico de G. Gordon Liddy desde su papel como el abogado del distrito de Poughkeepsie que allanó la mansión de Millbrook donde el LSD era un sacramento experimental, hasta su función como agente de la CIA que se ofreció para asesinar a Jack Anderson en nombre de la administración de Nixon.

Si a Liddy le hubieran dado el visto bueno, el columnista Anderson no habría aquí para avergonzar a la administración de Carter para que no invadieran Irán, y podríamos estar en medio de la Tercera Guerra Mundial en este preciso momento.

En 1963, en mi calidad de editor y bastardo zen de The Realist, asigné a Robert Anton Wilson para investigar el juego que se jugaba en Millbrook. En mi calidad de cómico y virgen de las drogas, me había estado burlando de cosas que nunca había probado.

Wilson regresó y me presentó nuestra historia de portada, “Timothy Leary y su bomba H psicológica”. Después de que se publicara, Leary me invitó a pasar un fin de semana en Millbrook. Trabajando con él estaban Ralph Metzner y Richard Alpert. De alguna manera, a pesar de todos los elementos de religión oriental, la escena era bastante estadounidense. Incluso este nivel superior de la jerarquía psicodélica consistía en un católico, un protestante y un judío.

Sin embargo, estaban realizando una tarea cósmica, este trío de doctores inconformistas, ayudando a difundir la expansión de la conciencia en medio de un imperio sadomasoquista cuya perpetuación dependía de la contracción masiva de la conciencia.

Originalmente, la CIA tenía la intención de utilizar el LSD como un medio más para manipular a la población. Ese escenario fracasó. Una generación que confiaba en sus amigos más que en su gobierno se desprogramó de la sociedad que los había formado y luego se reprogramó en una variedad infinita de encarnaciones.

Los think tanks no habían formulado un plan de contingencia para esta contracultura que se negaba al lavado de cerebro para convertirse en zombis consumidores y militares. Esta – ¡mutación! – debía ser desacreditada.

El LSD influyó en la música, la pintura, la espiritualidad y el mercado de valores. Tim Leary me hizo escuchar una llamada de un corredor de Wall Street dándole las gracias por iniciarlo en el ácido, ya que le había dado el coraje de realizar ventas al descubierto.

Leary sentía cierto orgullo por las personas famosas que él y sus asociados habían introducido a la poción mágica. Cary Grant se había convertido en padre a los 74 años gracias al LSD, y de la misma manera, Herman Kahn, del Instituto Hudson, hablaba ahora de “espasmos” de información.

Años más tarde, llevé a Kahn por un recorrido ligero por el Lower East Side. Nos detuvimos en una librería. Entre las compras impensables se encontraba  LSD and Problem Solving (El LSD y la resolución de problemas) de Peter Stafford.

Mientras tanto, me había convertido en un fanático cabeza-de-ácido, un propagandista público. Escribí mucho sobre el LSD. A veces, me subía al escenario al comienzo de una actuación, compartiendo verbalmente mi viaje con la audiencia, esperando poder reírme mientras mantenía mi malabarismo al mismo tiempo sin dejar caer ningún cromosoma y dañarlo.

La conexión Charles Manson

Hay una banda de new wave cuyo nombre en sí, Sharon Tate's Baby, es un homenaje a las distorsiones del tiempo en todas partes. Ya hace casi una docena de años que Charles Manson, verdugo y víctima engendrado por el sistema penitenciario, envió a su pervertida comunidad para mutilar y matar a un grupo de personas en la privacidad de su hogar. Entre los muertos estaba Sharon Tate, una actriz embarazada.

Su esposo, Roman Polanski, director de Rosemary's Baby estaba fuera del país en ese momento. Ahora está de nuevo fuera del país, esta vez para evitar el procesamiento por consorcio carnal con una voluptuosa menor de 13 años.

Los jóvenes idealistas que se dirigían al Festival de Woodstock ese fin de semana de verano del '69 pasaban al lado de los puestos de periódicos  con titulares sobre el sangriento asesinato múltiple. No surgieron todos los detalles. Otros muertos:

– Jay Sebring, peluquero, dealer de marihuana y cocaína
– Voytelc Frokowski, quien junto Sebring se estaba preparando para convertirse en distribuidor estadounidense de MDA;
– Abigail Forger, heredera cafetera, novia de Frokowski y activista del primer alcalde negro de L.A., Tom Bradley, estaba muy lejos de la imagen conservadora de la Sra. Olson en los comerciales de televisión de su padre.

Manson era un ecléctico. Tomó prestadas técnicas de análisis transaccional y Cienciología por igual. Incluso había un E-Meter (detector de mentiras) cienciológico en el rancho del ciego donde Charlie mantenía su harén. Él utilizaba el sexo, la música, el aislamiento, el ritual y la simulación – todo lo que funcionara. Era un proxeneta y un hipnotizador. Dispensaba tabletas de LSD como si fueran golosinas para perros de liberación retardada.

Entrevisté a Preston Guillory, quien había sido ayudante en el Departamento del Sheriff de Los Ángeles cuando finalmente reventaron el rancho Manson. Declaró que antes de los asesinatos se les había dicho que dejaran tranquilo a Charlie, a pesar de las quejas por violaciones a la libertad condicional (incluida, irónicamente, la violación estatutaria – estupro), porque “algo importante estaba por pasar”.

“¿Por qué te dieron esa orden?”

“No lo sé”, respondió Guillory. “No cuestionamos a nuestros superiores”.

“¿Al menos has especulado sobre la razón?”

“Oh, solo pensamos que iban a matar a miembros de las Panteras Negras”.

Así, el racismo de los sheriffs los convirtió en colaboradores de Charles Manson, que había querido iniciar una guerra racial. Él instruyó a sus seguidores para que dejaran pistas que hicieran parecer que los responsables de los asesinatos habían sido militantes negros. Cuando la familia fue arrestada, sin embargo, simplemente sirvió para darles mala reputación a los hippies.

Antes de que Willie Nelson hiciera que ese look fuera respetable nuevamente, estaba John Linley Frasier, un loco de las montañas de Santa Cruz que llevaba el pelo largo y bandana, que estuvo involucrado en un impresionante asesinato en masa un año después de Charles Manson. Más tarde se convirtió en el compañero de prisión de Manson, mencionando en una carta que “Charlie y yo todavía estamos tratando de averiguar cuán largas habían dejado nuestras correas y quién ha estado orinando en ellas...”

Y así sucedió que Charles Manson estaba encerrado en confinamiento solitario en la prisión de Folsom cuando un nuevo preso fue colocado en la celda contigua. Era Tim Leary, recién llegado luego de ser perseguido por todo el mundo. Finalmente fue capturado junto a Joanna Harcourt Smith, quien luego admitió haber trabajado para la Agencia de Control de Drogas.

“Te sacaron de las calles”, informó Manson a Leary, “para que yo pudiera continuar con tu trabajo”.

Charlie no podía entender cómo Leary le había dado ácido a tanta gente sin tratar de “controlarlos”. Sin embargo, recuerdo un cierto interés personal que Leary tenía por haber sido un catalizador para la transformación de dichas personas. Disfrutaba de la influencia que había ejercido en el cambio de actitud hacia el LSD que Henry Luce había aportado a Time y Life.

Pero, una vez, Leary comentó: “considero a Otto Preminger uno de nuestros fracasos”.

La conexión Otinger Preminger



El FBI ha tenido mala prensa últimamente. Han sido acusados ​​de incitar a Jean Seberg al suicidio. Los documentos demostraron que habían difundido la historia de que estaba embarazada de un líder del Partido de las Panteras Negras. Luego, para defenderse, el FBI lanzó la grabación de una conversación telefónica en la que Jean Seberg le dice a un sorprendido Black Panther lo contento que debería estar de que ella estuviera llevando su bebé.

Es suficiente para que los lóbulos izquierdo y derecho de tu cerebro empiecen a coger entre sí. ¿Cuál será la siguiente capa de realidad? ¿Revelará otro documento que el miembro de las Panteras Negras era en realidad un agente encubierto?

Pero el FBI no fue el primero en jugar con el destino de Jean Seberg. Ella fue elegida originalmente por Otto Preminger entre miles de concursantes para el papel protagónico en su película Juana de Arco. Mientras la quemaban en la hoguera, sus prendas realmente tomaron fuego. Jean Seberg gritó con tal pasión por la supervivencia en ese momento que parecía imposible toda eventualidad de suicidio.

Y Otto Preminger, gracias a su corazón profesional, sabía que esta era una escena que tenía en la primera toma.

Me encontré con Preminger en dos ocasiones. La primera fue en 1960. Estaba dirigiendo un panel de censura para Playboy. Preminger había desafiado el sello oficial de aprobación de Hollywood al no censurar The Moon Is Blue. En retrospectiva casi no parece un acto valeroso, pero Preminger se negó a eliminar la palabra “virgen”.

De todos modos, al final de nuestra entrevista, preguntó: (acento austríaco) “Cuanto transcrrifas esto, ¿fas a arreglar el inglés mío?”

“Oh claro”, respondí rápidamente. “Por supuesto”.

Me fulminó con la mirada y gritó: “¿Porr qué? ¿Qué tenerr de malo inglés mío?”

La segunda vez que vi a Preminger fue una década después. Ambos habíamos sido invitados al programa de Merv Griffin (Orson Bean era el anfitrión invitado nuevamente). Yo había tomado mescalina para la ocasión. Otro invitado era el comediante Jackie Vernon. Refiriéndose a la longitud de mi cabello, dijo: “¿Por qué no te das un buen baño?”

Nunca nadie me había preguntado eso en la televisión. Más tarde, (...) George Carlin aportaría una sugerencia estilo Aikido “deberías haber dicho: ‘Gracias, Jackie, no lo había considerado’”, pero en ese instante me atrapó con la guardia baja y me quedé en silencio. Lo mismo hizo la audiencia. La tensión fue rota por Otto Preminger.

“Essa ess la enferrmetat de nuesstrra ssocietat, essa actitud esterreotípica”.

Ahora el público aplaudió. Y luego nos fuimos a un comercial. Hay un ritmo definido que un director pone a un programa de televisión...

Entre esas dos ocasiones, Otto Preminger hizo una película llamada Skidoo. Era una propaganda pro-ácido, disfrazada como una comedia de aventuras.

Y el papel de Dios fue interpretado por Groucho Marx. Recientemente Tim Leary me confesó alegremente: “Otto Preminger me engañó. Esta mucho más en la onda que yo”.

La conexión Lenny Bruce



Steve Allen se convirtió en el primer suscriptor de The Realist en l958. Él envió varias suscripciones de regalo, incluyendo una para Lenny Bruce, que estaba ocupado luchando contra la etiqueta de prensa “cómico enfermo”. Lenny y yo desarrollamos una estrecha amistad. En 1962, Playboy me asignó como editor de su autobiografía, How to Talk Dirty and Influence People, que estaban serializando.

Viajar con Lenny Bruce era una delicia increíble. Verlo moldear sus percepciones de la vida diaria en rutinas cómicas para el escenario fue pura educación teatral. Pero a medida que la sala de audiencias se convertía cada vez más en su entorno cotidiano, las contradicciones de la ley se convirtieron cada vez más en el lienzo de su oficio.

Aunque Lenny fue una tremenda influencia para mí como artista, yo no estaba en absoluto en la onda de la droga en ese momento. Una vez le pregunté sobre la aparente inconsistencia entre su estilo de vida libre y su forma de detener todo para meterse un chute. Él respondió: “bueno, uno tiene que parar para comer, ¿no?”

Describía que la heroína era “como besar a Dios”. ¿Y quién podría culparlo por eso?

En el invierno de 1964, colocado con una combinación de DMT y LSD, Lenny cayó hacia atrás a través de la ventana de su habitación de hotel en San Francisco. En el preciso momento en que estaba suspendido en el aire, exclamó: “¡El hombre se elevará por encima de la regla!” Luego se rindió a la ley de la gravedad y se desplomó contra la acera de abajo. Tuvieron que enyesarle ambas piernas y por un tiempo se convirtió en el Ermitaño de Hollywood Hills.

Alrededor de ese tiempo, Jerry Hopkins, que había abierto la primera head shop en L.A. y que más tarde se convirtiera en el biógrafo de Elvis Presley y Jim Morrison, estaba produciendo el show de Steve Allen. Él me organizó una presentación de una noche en el teatro Steve Allen. Lenny Bruce estaba en la audiencia, y también Groucho Marx.

En un momento en el programa yo estaba hablando de la importancia de tener empatía por las perversiones de otras personas... Durante la sesión de preguntas y respuestas que siguió, Lenny se puso de pie con sus muletas y me preguntó qué había querido decir con eso.

“Bueno, una vez que estaba sentado en el subte, era hora pico y estaba muy lleno, y las nalgas de una señora mayor no paraban de frotarse contra mi hombro, y comencé a excitarme...”

“¡Estás enfermo!” Gritó Lenny.

“Gracias, señor presidente”, respondí, terminando el programa allí mismo.

Más tarde, conocí a Groucho Marx por primera vez.

“Eso fue muy inteligente, la forma en que terminaste”, dijo. “Además, me estaba poniendo inquieto en mi asiento”.

La conexión Ram Dass



A mediados de la década de los sesenta, me había hecho tan adicto que guardaba toda mi provisión en una caja de depósito de la bóveda del banco. Una vez a la semana me ponía mi camiseta de Cosa Nostra (“¡Apuntamos a complacer!”) y buscaba mi suministro de LSD para regalar, tragar, lo que sea.

Era, para ustedes fanáticos de las marcas, el White Lightning de Owsley – 300 microgramos de una realidad aparte. Compré mi ácido a Dick Alpert para financiar su viaje a la India, donde su gurú le cambió el nombre a Baba Ram Dass. “Ven a joder el universo conmigo”, me invitaba en una postal, pero yo ya tenía un gurú estadounidense: Mortimer Snerd, el muñeco del ventrílocuo Edgar Bergen. Una vez, Bergen le preguntó a su muñeco principal, Charlie McCarthy: “¿Qué estás haciendo?” Charlie respondió: “Nada”. Y luego, Mortimer Snerd dijo con su estilo bobalicón y campechano “bueno, ¿y cómo sabes cuando has terminado?”

De todos modos, Ram Dass siguió buscando la iluminación y que los extraños le besaran los pies, mientras yo me quedé en casa y recibí una llamada de Groucho Marx.

Groucho iba a estar en una película de Otto Preminger llamada Skidoo, que abogaba bastante por el LSD, y él nunca lo había probado, pero no solo tenía curiosidad, sino que también sentía la responsabilidad de no engañar a su audiencia, así que me preguntó si podría yo conseguir algo de buen ácido y si me complacía acompañarlo en el viaje

No me hice rogar.

El ácido con el que Ram Dass – en sus últimos momentos como Dick Alpert – no pudo lograr colocar a su gurú, fue el mismo ácido que tuve el honor de tomar con Groucho Marx. Cuando salí de la bóveda del banco esa semana, respiraba lenta y profundamente para no cagarme de risa en el vestíbulo.

La conexión de Groucho Marx

Ingerimos esas pequeñas tabletas blancas una tarde en la casa de una actriz en Beverly Hills.

Groucho estaba interesado en el trasfondo social de la droga. Había dos artículos que particularmente le hacían cosquillas a su fantasía.

Uno era sobre el día en que se prohibió el ácido. Los hippies estaban en las calles esperando el minuto exacto señalado para atacar, así que todos podían  tragar públicamente su LSD en el segundo exacto que se volvía ilegal.

La otra era sobre un autobús turístico que recorría Haight-Ashbury y los pasajeros trataban de tomar instantáneas de las criaturas alienígenas locales, quienes a su vez sostenían espejos frente a las ventanas del autobús para que los turistas se vieran a sí mismos enfocando sus cámaras.

Le conté a Groucho que lo primero que le vendí al viejo show de Steve Allen era un sketch llamado Unsung Heroes of Television. Entre los héroes había un individuo cuyo único trabajo era escuchar atentamente durante media hora hasta que alguien dijera la palabra secreta en You Bet your Life y luego dejar caer el pato de señuelo cuando la palabra fuera dicha.

Me contó acerca de uno de sus competidores favoritos “un caballero con cabello blanco, entrado en años, pero un tipo jovial. Le pregunté qué hacía para conservar su carácter alegre. ‘Bueno, le diré, Groucho.’ Dijo ‘cada mañana me levanto y tomo la decisión de ser feliz ese día’.”

Tuvimos largos periodos de silencio y de escuchar música. Yo estaba acostumbrado a poner rock 'n' roll mientras viajaba, pero la colección de discos era de álbumes de música clásica y espectáculos de Broadway. Después de escuchar Cantata No. 7 de Bach Groucho dijo: “puede que sea judío, pero estaba viendo las más hermosas visiones de catedrales góticas. ¿Crees que Bach sabía que estaba haciendo eso?”

Más tarde, estábamos escuchando la banda sonora de una comedia musical, Fanny. Había una canción llamada Welcome Home, donde la letra dice algo como “bienvenido a casa, dice el reloj”, y la silla dice “bienvenido a casa”, y también lo hacen varios otros muebles. Groucho comenzó a representar cada línea como si en realidad estuviera siendo recibido por el pato, la silla y lo demás. Era como un niño, encantado por su propia capacidad para responder a la música de esa manera.

Hubo un momento en que nuestra conversación de alguna manera entró en un espacio negativo. Groucho estaba igualmente amargado con las instituciones como el matrimonio (“es como arenas movedizas”) y con personas como Lyndon Johnson (“ese cabeza de patata”). Al final, le pregunté: “¿Qué te da esperanza?”

Groucho pensó por un momento. Luego dijo una sola palabra: “Gente”.

Después de un rato, él comenzó a reírse solo. Dudé en interrumpir su jolgorio. Finalmente habló: “realmente me gusta mucho esta idea de interpretar a Dios como un viejo verde en Skidoo. ¿Quieres saber por qué? ¿Te das cuenta de que la irreverencia y la reverencia son lo mismo?”

“¿Siempre?”

“Si no lo son, entonces hacer reír a la gente es una malversación de tu poder”

Y justo después de que dijo eso, sus ojos comenzaron a lagrimear.

Cuando volvió de orinar, dijo: “todo el mundo está esperando que ocurran milagros. El cuerpo humano es un maldito milagro”.

Él mencionó que “me enamoré un poco de Marilyn Monroe cuando estábamos haciendo Love Happy. Recuerdo que tuve una erección solo hablando con ella en el set”.

Durante un pequeño refrigerio: “nunca pensé que comer un higo sería la emoción más grande de mi vida”.

Sostuvo y olió un cigarro durante mucho tiempo pero nunca lo fumó.

“Todos tienen sus propios Laurel y Hardy”, reflexionó. “Unos Laurel y Hardy de miniatura, uno en cada hombro. Tu pequeño Oliver Hardy te berrea; dice: ‘bueno, es un buen lío en el que nos has metido’. Y tu pequeño Stan Laurel se pone muy triste: ‘oh, Ollie, no pude evitarlo, lo siento, hice lo mejor que pude’...”

Cinco años más tarde, mi libro How a Satirical Editor Became a Yippie Conspirator in Ten Easy Years fue publicado por Putnam. El editor, William Targ le, envió una copia anticipada a Groucho y él le devolvió una postal tan extraña como halagüeña: “gracias por el libro. Le envío esta tarjeta porque no sé dónde vive el Sr. Krassner. O incluso si está vivo. En cualquier caso, es un libro hilarante y predigo que en un tiempo terminará como el único Lenny Bruce vivo”.

El año después de eso estaba muy metido en mi investigación de Manson. Durante el viaje ácido con tres miembros de su familia, Squeaky Fromme, Sandra Good y Brenda McCann, recibí un cumplido aún más impresionante.

Sandy Good me había visto una vez actuar en The Committee en San Francisco. Ahora me decía: “cuando la gente me preguntaba cómo era Charlie,  yo solía compararlo con Lenny Bruce y Paul Krassner”.

Mi corazón latió de forma bastante extraña.

Sandy había sido una activista de los derechos civiles. Pero Charlie Manson pisoteó sus anteojos, tiró sus píldoras anticonceptivas, remodeló su personalidad y transformó su sistema de valores. Así que ahora ella repetía el racismo de Charlie, y me pidió que le dijera a John Lennon que debía sacarse de encima a Yoko Ono y “casarse con una de su propia especie”.

Nunca me encontré con Charlie Manson, aunque he mantenido correspondencia con él. Sin embargo he escuchado una cinta de su cháchara, y definitivamente usaba el humor como una herramienta para el mal.

Por primera vez entendí en mis entrañas lo que Groucho Marx había querido decir sobre el mal uso del poder de hacer reír a la gente.

La conexión Jerry Rubin

Después de nuestro viaje ácido, tuve solo un par de contactos con Groucho.

El primero era referido al rumor de que había dicho: “creo que la única esperanza que tiene este país es que asesinen a Nixon”. Quería verificar si realmente lo había dicho.

“Lo niego todo”, bromeó, y luego admitió que lo había dicho en una entrevista durante el almuerzo para una revista ya desaparecida, Flash.

“Eh, lo siento, señor Marx, está bajo arresto por amenaza de muerte al presidente. No puedo explicarle cuánto disfruté de A Night at the Opera. Así, venga, simplemente póngase estas esposas de plástico...”

Escribí a la oficina del Departamento de Justicia de los EE. UU. En San Francisco, preguntando sobre el estado del caso contra Groucho, particularmente en vista de la imputación del Black Panther David Hilliard por usar una retórica similar. Aquí está la respuesta que recibí:

Estimado Sr. Krassner:

En respuesta a su pregunta, la Corte Suprema de los Estados Unidos ha sostenido que el Título 18, Sección 87 prohíbe únicamente las amenazas “verdaderas”. Una cosa es decir que “yo” (o nosotros) voy a matar a Richard Nixon cuando usted es el líder de una organización que aboga por matar personas y derrocar al gobierno; otra muy distinta es pronunciar las palabras que se atribuyen al Sr. Marx, un supuesto comediante. Tanto yo como el Fiscal de los Estados Unidos en Los Ángeles (donde supuestamente se pronunciaron las palabras de Marx), opinaron que esta última declaración no constituía una amenaza “verdadera”.

Muy atentamente,

/ s /, / James L. Browning Jr. Fiscal de los Estados Unidos

La segunda ocasión fue en la Feria del Libro de Los Ángeles en 1976, donde Groucho tenía previsto hablar, junto con Tim Leary y Jerry Rubin.

Leary estaba todo vestido de blanco, excepto por una corbata negra. Ahora estaba abogando por las colonias suburbanas espaciales.

“La migración,”. proclamó, “es la herramienta número uno del código de ADN”.

Se especulaba que en realidad esto podía ser una metáfora sobre la forma en que deberíamos comportarnos en la tierra. La planificación utópica para la vida en una estación de paso celestial serviría como modelo para que las personas cambiasen por sí mismas sus instituciones y sistemas en nuestro propio planeta, ya sea que empecemos o no a enviar satélites cubiertos con Astroturf.

Leary le tiró un pequeño palo a Rubin mencionando a un ex radical que decía “mata a tus padres” y ahora había escrito un libro sobre cómo contactar a tus padres fallecidos a través del viaje astral. Rubin había emitido un comunicado de prensa solicitando a los medios de comunicación que no se refirieran a él como un ex líder Yippie. En algún lugar debe haber un titular: “EX LÍDER YIPPIE PIDE QUE NO SE LE LLAME EX LÍDER YIPPIE”

Unos años antes, Jerry Rubin había ayudado a organizar una conferencia de prensa para denunciar a Tim Leary como soplón, aunque Leary insistió en que nunca había metido a nadie en problemas. Ahora, Rubin estaba programado para presentarse en la Feria del Libro la misma noche que Leary, pero la reorganizó para la noche siguiente para evitar una confrontación pública o, peor aún, un abrazo público frente a todos esos flashes ansiosos por dispararse.

Sin embargo, Jerry Rubin sirvió como unificador en la Feria del Libro.

Se había anunciado que Groucho Marx no hablaría desde el escenario en el salón de baile del Ambassador Hotel, sino más bien de uno a uno con las personas cuyos libros estaría autografiando. Esto se convirtió en una escena de descontrol de la muchedumbre. Así que Jerry encontró a la compañera de Groucho, Erin Fleming, y sugirió que si tomaban cierto camino los llevaría directamente al escenario. Ella siguió su consejo.

Groucho parecía frágil y serio, pero estuvo alerta e irreverente cuando el público le hizo preguntas.

¿Está trabajando en una película ahora?

“No, estoy respondiendo preguntas tontas”

¿Cuál fue su película favorita?

“Duck Soup”

¿Nixon?

“Debería estar en la cárcel”.

¿El humor es un tema importante en la campaña presidencial?

“Sácate el dedo de la boca”.

¿Con qué sueña?

“No contigo”.

¿Qué le inspira a escribir?

“Una pluma estilográfica; un trozo de papel”.

No podía soportarlo más. Grité: “Groucho, ¿qué te da esperanza?”

Esta vez dijo: “El mundo”.

En el auditorio apenas quedaba espacio para estar de pie, pero un hombre se sentó en el suelo en lugar de sentarse en el asiento que ocupaba un muñeco de goma de Groucho Marx.


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