domingo, 13 de abril de 2014

Los Pseudomundos Pluriformes de Philip K. Dick


 
 
Los Pseudomundos Pluriformes de Philip K. Dick

 

Fragmentos de la conferencia pronunciada en la convención de ciencia-ficción de Metz, Francia, 1977

 

 

¿Y si existiera una pluralidad de universos alineados a lo largo de una especie de eje lateral, en ángulos rectos con relación al fluir lineal del tiempo?

 

Nos hemos acostumbrado a pensar que todo cambio ocurre en el eje lineal del tiempo: del pasado al presente al futuro. El presente emerge del pasado y es diferente a él: el futuro derivará del presente y tampoco será el mismo. Es difícil imaginar que pueda existir un tiempo ortogonal, un campo lateral en el que se sitúe el cambio... o procesos que existan al lado de la realidad. ¿Cómo podríamos percibir el cambio lateral? ¿Qué sentiríamos? Si intentáramos comprobar esta extraña teoría, ¿qué especie de pruebas deberíamos buscar? En otras palabras, ¿cómo puede existir cambio fuera del tiempo lineal?

 

Bien, consideremos ahora uno de los temas favoritos de los pensadores cristianos: la Eternidad. Desde el punto de vista histórico, este concepto ha sido una de las grandes nuevas ideas aportadas por la cristiandad. Estamos casi seguros de que la Eternidad existe... de que la palabra «Eternidad» se refiere a algo real, en contraste por ejemplo con la palabra «ángel». La Eternidad es simplemente un estado en el cual uno se halla libre fuera del tiempo y por encima de él. No hay pasado ni presente ni futuro, hay simplemente una pura existencia ontológica. La Eternidad no es una palabra que signifique simplemente un período muy largo de tiempo; es esencialmente atemporal. Entonces, planteo la pregunta: ¿existe el cambio en este lugar fuera del tiempo? Porque si usted dice: «Sí, la Eternidad no es estática; en ella se desarrollan acontecimientos», entonces adopto mi sonrisa de suficiencia y le muestro que ha vuelto a introducir una vez más el elemento tiempo. El concepto de «tiempo» plantea simplemente una condición, un estado o un lugar en el cual opera el cambio. Si no hay tiempo, no hay cambio. La Eternidad es estática. Pero si bien es estática, no lo es en el sentido de una larga duración; lo es más bien como un punto geométrico que tiende infinitamente a la recta. Así, puedo defender mi teoría del cambio ortogonal o lateral diciendo: «Al menos es una idea intelectualmente mucho menos insensata que el concepto de Eternidad». Y todo el mundo habla de la Eternidad.

 

Déjenme presentarles otra metáfora. Supongamos que existe un amante del arte muy rico. Cada día, en la pared de la sala de estar, encima de la chimenea, los criados cuelgan un nuevo cuadro, cada día una obra maestra distinta, una tras otra, día tras día, semana tras semana, mes tras mes: cada vez, la pintura «usada» es retirada y reemplazada por una nueva. Llamaré a este proceso «cambio a lo largo del eje lineal». Ahora, supongamos que los criados se hallan en la imposibilidad temporal de encontrar nuevos cuadros. ¿Qué harán entonces? No pueden contentarse con dejar colgado el de la víspera; su patrón ha decretado el cambio perpetuo de los cuadros. Entonces no dejan el antiguo, pero tampoco lo reemplazan; más bien harán algo muy inteligente. Mientras su patrón está ocupado en otra parte, los criados alteran hábilmente el cuadro que ya está en la pared. Pintan un árbol a un lado; una manchita allá al fondo; añaden esto, suprimen aquello; hacen de esta pintura algo distinto y en cierto modo nuevo. Pero, se darán ustedes cuenta, su novedad será distinta de la que emerge del reemplazo. El patrón entra en la sala de estar después de desayunar, se sienta frente a la chimenea, y contempla lo que debería ser un cuadro nuevo. ¿Qué es lo que ve? Seguramente no es algo que ya ha visto. Pero no del todo... Aquí debemos ser muy comprensivos hacia este hombre estúpido, ya que podemos ver casi los circuitos de su cerebro intentando comprender. Los circuitos dicen: «Si, es un cuadro nuevo, no es el mismo de ayer; pero al mismo tiempo es el mismo, creo, siento como una profunda intuición... tengo la sensación de que ya he visto esta escena. Pero me parece que debería haber un árbol ahí, y no hay nada.» Si extrapolamos ahora a partir de la confusión perceptual y mental de este hombre para llegar a mi proposición teórica sobre el cambio lateral, comprenderán entonces lo que quiero decir; y quizá puedan ustedes comprender en cierta medida que si eso de lo que hablo es posible que no exista -si mi concepto puede resultar ficticio-, si podría al menos existir. Desde el punto de vista intelectual no se contradice a sí mismo.

 

Como autor de ciencia ficción, gravito hacia tales ideas; aquellos que trabajan en el género conocen por supuesto esta hipótesis bajo el nombre de universos paralelos. Algunos de ustedes saben, estoy seguro de ello, que mi novela El hombre en el castillo utiliza este tema. En esta novela hay un mundo paralelo en el cual Alemania, Japón, e Italia ganaron la Segunda Guerra Mundial.

 

En un momento determinado, uno de los protagonistas, el señor Tagomi, es transportado a nuestro mundo, aquel en el cual las fuerzas del Eje perdieron. Permanece en nuestro universo un lapso de tiempo muy breve, luego se ve proyectado a su punto de partida, aterrorizado, inmediatamente después de darse cuenta de lo que ha ocurrido... y evitará volver a pensar en ello ya que todo ha sido para él una experiencia profundamente desagradable. Como japonés, este encuentro ha sido con un universo peor que su mundo cotidiano. Para un judío, y por razones evidentes, el nuevo mundo sería infinitamente mejor.

 

En El hombre en el castillo no explico realmente por qué o cómo el señor Tagomi se ha deslizado a nuestro universo; simplemente, se sentó en un parque y estudió atentamente una joya moderna hecha a mano, con un diseño abstracto. Concentró fuertemente su atención y cuando alzó de nuevo los ojos, se halló en otro universo. Si no doy ninguna explicación a este acontecimiento es porque no tengo ninguna, y desafío a cualquiera, escritor, lector o crítico, a que den una. No puede existir ninguna por la simple razón de que todos sabemos muy bien que tal concepto es tan solo una premisa de ficción; ninguna persona mentalmente sana pretenderá ni por un instante que una fantasía así pueda existir en la realidad. Pero pretendamos lo contrario por el simple placer del juego.

 

Entonces, si los mundos paralelos existen, ¿cómo están conectados - si es que se descubre que están realmente conectados unos a otros? Si se trazara un mapa de estos universos, mostrando su localización, ¿a qué se parecería ese mapa? Por ejemplo (pienso que es una cuestión muy importante): ¿acaso están absolutamente desgajados los unos de los otros, o acaso se superponen?

 

Porque, si existe superposición, entonces problemas tales como «¿Dónde existen?» y «¿Cómo se pasa del uno al otro? admitirían posibles soluciones. Yo digo simplemente que si estos universos existen, si se superponen realmente, es posible que vivamos verdaderamente, literalmente, en varios mundos a la vez, en grados distintos, a cada momento del tiempo. Y aunque nos veamos unos a otros viviendo, caminando, hablando, algunos de nosotros quizá habitemos porciones relativamente más grandes de lo que se podría por ejemplo llamar el Universo núm. 1; algunos otros vivirían entonces una mayor porción del universo núm. 2, o el surco núm. 2, y así sucesivamente, y no serían simplemente nuestras impresiones subjetivas del mundo las que diferirían, sino que habría una mezcla, una superposición de varios mundos dando como consecuencia diferencias objetivas y no subjetivas. De hecho, las diferencias entre nuestras percepciones serían la resultante de este estado. Añadiré esta fascinante proposición: puede que algunos de estos mundos superpuestos se hallen en trance de morir, en el eje lateral del que hablaba, mientras que otros se dirigen hacia zonas de mayor realidad. Estos cambios tendrían lugar simultáneamente fuera del tiempo lineal. Estamos hablando aquí de un proceso que es una transformación, una especie de Metamorfosis que se realiza de forma invisible pero muy real. Y muy importante.

 

Han seguido ustedes mis conjeturas, y se dan cuenta tan bien como yo de la posibilidad de que exista un número indefinido de mundos superpuestos. Quizá algunos vivamos en uno, otros en otro, otros aún en otro diferente, y todo acontecimiento de cada surco no pueda ser percibido por los habitantes de otro surco.

 

Tanto en mis relatos como en mis novelas, hablo a menudo de mundos trucados, de universos semirreales, de pequeños mundos privados y locos que a menudo son habitados por una sola persona mientras que los demás personajes permanecen en su propio campo hasta el final o son aspirados a uno de los mundos extraños. Este tema es constante en la totalidad de mis veintiséis años de escritor. Durante todo este tiempo jamás he logrado una explicación teórica consciente de mi interés hacia los pseudomundos pluriformes. Pero ahora creo comprender. Presentía que la multitud de realidades parcialmente formadas rozaban aquella que nosotros llamamos real. Aquella que, por consenso de la mayoría, compartimos. Al principio presumía que las diferencias entre estos mundos provenían tan solo de la subjetividad de los diversos puntos de vista, pero no necesité mucho tiempo para preguntarme si no había más que eso... si de hecho las realidades plurales no se superponían las unas a las otras como una serie de diapositivas. Lo que aún no comprendo es como una realidad entre la totalidad de realidades se actualiza a expensas de las demás. ¿O quizá no lo hace? ¿O quizá depende del hecho de que un número suficientemente grande de gente comparta el mismo punto de vista? Pero probablemente el mundo matriz, aquel que contiene el verdadero núcleo de la existencia, ya no debe estar determinado por el Programador. El (o «ello») articula - imprime, si puede expresarse así, la elección de las matrices y les da su sustancia. El corazón o la esencia de la realidad qué la recibirá, qué la esperará, y hasta qué punto-, he aquí el proyecto del Programador; selecciona y selecciona en el trayecto de su creatividad, la construcción de los mundos parece ser su tarea. Quizá intente resolver un problema, y nosotros formemos parte del proceso de resolución.

 

Presumo que tales alteraciones, la creación o la selección de los calificados «presentes paralelos», llegan constantemente; y el simple hecho de que podamos comprender conceptualmente esta noción (considerarla como una idea) constituye la primera etapa que conduce al descubrimiento del propio proceso. Pero jamás seremos capaces de demostrar esto realmente, de probar científicamente la existencia de tales cambios laterales. Todo lo que obtendríamos como prueba probablemente serían vestigios de recuerdos, impresiones fugaces, sueños, intuiciones nebulosas que nos revelarían que había algo diferente... no antes sino ahora. Buscaríamos a tientas el interruptor del cuarto de baño para descubrir que está donde siempre ha estado- en otro lugar distinto. Querríamos hallar la toma de aire de nuestro coche allá donde no está... un reflejo dejado por un presente anterior, aún activo a nivel subcortical. Soñaríamos con gente y con lugares que jamás habríamos visto, y eso de forma tan clara como si los hubiéramos conocido realmente. Pero no sabríamos qué hacer con estas sensaciones, ni siquiera aunque nos tomáramos el tiempo de reflexionar sobre ellas. Probablemente nos obsesionaría interminablemente una impresión muy clara, sin dejarnos jamás una explicación: la sensación acerada, absoluta, de que un día hicimos aquello que estamos realizando ahora, que hemos vivido ya, por decirlo así, una situación o un momento particular... ¿pero cómo podría ser llamado esto «ya vivido», cuando tan solo hablamos del presente, y no del pasado? Tendríamos la abrumadora impresión de revivir el presente, quizá en sus más pequeños detalles, de escuchar las mismas palabras, de pronunciar las mismas frases... Presumo que estas impresiones son válidas y significativas, y llegaré incluso a decir que tales sentimientos son el índice de que en un cierto punto del pasado hubo una variable que cambió, fue reprogramada, y que así emergió un mundo paralelo, halló su realidad reemplazando a uno precedente, y que de hecho vivimos de nuevo exactamente esta porción particular del tiempo lineal. Una brecha, un cambio, ha tenido lugar, pero no en nuestro presente... ha afectado a nuestro pasado. Tal transformación tendría, por supuesto, un extraño efecto sobre las personas implicadas; se verían por así decir retrocedidas una o varias casillas sobre el tablero del ajedrez que constituye su realidad. Esto podría ocurrir un número indefinido de veces, afectando a gran número de gente en el tiempo donde serían programadas nuevas variables. Deberíamos revivir cada programación sobre la línea consecuente del eje temporal

 

En mi novela Ubik, propongo la noción de un movimiento sobre un eje entrópico retrógrado, en términos de forma platónica más que en los aspectos habituales de degradación y de regresión. Allí es posible que el movimiento normal hacia adelante a lo largo del eje y alejándose de la entropía, la acumulación en vez de la pérdida, o sea un eje idéntico al eje que yo caracterizo como lateral, que llamo ‘tiempo ortogonal’ en oposición al lineal. Si esto es exacto, Ubik contiene por descuido lo que podríamos llamar una idea más científica que filosófica. Me permito aquí hacer suposiciones. Pero puede que el autor de ficción escriba mucho más de lo que cree saber.

 

Lo que nos impide ver la jerarquía de las formas que evolucionan a cada nueva síntesis, es nuestra ceguera a los mundos inferiores, no actualizados. Y este proceso de interacción, que está continuamente formándose, anula en cada etapa lo que existía anteriormente. Lo que a cada instante del presente poseemos el pasado es doble pero dudoso: retenemos las huellas externas y objetivas del pasado fijadas en el presente, y también poseemos nuestros recuerdos internos. Pero ambos se hallan sujetos a las leyes de la imperfección, ya que simplemente son fragmentos de realidad, pero no su forma intacta. Lo que guardamos de ella tanto fuera como dentro no son entonces más que señales inadecuadas para guiarnos. Esto está implícito en la simple emergencia de lo realmente nuevo; si es realmente nuevo, debe matar lo antiguo, “aquello que antes era”. Y especialmente “aquello que aún no estaba completo”.

 

Ahora tenemos necesidad de localizar, de llevar al estrado de los testigos, a alguien que haya conseguido de la manera que sea retener recuerdos de un presente distinto, las sensaciones latentes de un mundo paralelo, de un lugar significativamente diferente al nuestro, al que es real en este momento. Según mis hipótesis teóricas, estos recuerdos fluidos serán seguramente los de un universo peor que este.