Peronismo
Esotérico (Parte 4)
Por
Sirius Mazzu
Isabelita
En
mayo de 1965 Isabel fue enviada por Perón a visitar a Jorge Antonio, en Paraguay. Antonio fue consejero, amigo y financista del General, a quien
conoció en 1943; como director de la General Motors y la Mercedes-Benz en el
país, se dice que fue uno de los testaferros del dinero nazi que llegó al país
para ser lavado luego de la Segunda Guerra Mundial. También era uno de los
encargados de “mantener” a Perón enviándole dinero a Madrid. En la casa de Antonio,
Isabel recibió a sindicalistas y militantes peronistas y anunció que en breve viajaría
a la Argentina.
La
tercera esposa de Perón llego a la Argentina el 10 de octubre de 1965. La
misión de Isabelita era deponer al líder metalúrgico Augusto Vandor, apodado
“El lobo”, que desde el gremialismo había adquirido peso en la escena política
y promovía “un peronismo sin Perón”. Luego de varias escenas de repudio y
violencia por parte de los Comandos Civiles de la derecha católica, Isabel fue alojada de manera provisoria en la
casa del mayor Bernardo Alberte, ex edecán de Perón, que era miembro de la
logia Anael, junto a otros suboficiales peronistas. Esa semana, en un encuentro
en la casa del barrio de Caballito de Alberte, Isabel conoció a José López
Rega.
La
reunión fue a la hora del té, e Isabelita recibió a una comitiva de la logia
Anael, encabezada por el doctor Julio César Urien, que le habló sobre la
iniciativa de la logia de traer a Perón de regreso a la Argentina. López Rega había
asistido como un miembro más de Anael. Escribe Marcelo Larraquy en López
Rega. El Peronismo y la Triple A (2011):
Pasado
el atardecer, la reunión estaba llegando a su fin y la presencia de López Rega
había pasado inadvertida. Hasta que el impresor de Suministros Gráficos reclamó
un minuto de atención para decir unas palabras. Se presentó como un ser
espiritual, alejado de los avatares de la política, pero dijo que tenía una
visión y que quería transmitirla en público.
—El
regreso del General es una misión eminentemente espiritual, que resplandece
bajo una fase política. Debemos vencer a las fuerzas que lo están dejando
postrado en el exilio, como también fueron abandonados Rosas y San Martín.
Nuestra única misión es traer a Perón a la Argentina, para reivindicar su figura
junto a la de Evita. Su regreso será nuestro triunfo espiritual —dijo.
El
conocimiento esotérico de López Rega había impresionado y fascinado a la esposa
del General; no era casualidad: ella había vivido su adolescencia entre
espiritistas. Isabelita había tomado su nombre artístico del nombre de su
madrina, Isabel Zoila. Se fue a vivir con ella y el marido, José Cresto, en su
juventud, cuando se distanció de sus padres, rompiendo lazos con su familia biológica.
José e Isabel dirigían una escuela espiritista y fueron quienes iniciaron a
Isabelita en las artes ocultas. La “escuela”, sita en Tinogasta 5631, era una
vieja casona de techo de chapa que, tras la muerte de doña Isabel en 1958, se
convirtió en el templo de José Cresto, a quien llamaban El Padre. Don
José era un curandero de barrio administra yuyos y consejos a los vecinos, y
los miércoles realizaba sesiones de contacto con el más allá. Larraquy escribe:
La
muerte de Isabel Cresto fue el impacto más profundo que había sufrido en su
vida. Fue en 1958, cuando ella ya vivía junto a Perón en Santo Domingo. Lloró
durante semanas enteras. Para atenuar su dolor y reencontrarse con su propio
pasado, Isabel Perón había llevado a José Cresto, su padrastro, a vivir junto a
ella y su marido, apenas estrenaron la residencia de Puerta de Hierro en
Madrid.
A
diferencia de Cresto, que era un hombre muy simple, el conocimiento esotérico enciclopédico
de López Rega destacaba de manera prominente, y cuando la logia Anael le consiguió
residencia a Isabelita, ella le comentó al capitán Morganti, miembro de la
logia que estaba ayudándola con la mudanza, que deseaba volver a hablar con “Daniel”,
otro “anaelino”, que había conocido en lo de Alberte.
Durante
unos segundos Morganti buscó en todos los archivos de su memoria. Al fin debió
responder que no conocía a nadie de la logia con ese nombre.
—Ese
petisito de ojos claros... —insistió Isabel.
—¿López
Rega? —preguntó Morganti.
Ella
le decía “Daniel” porque sus palabras le habían hecho recordar al profeta Daniel. Personaje bíblico, Daniel era un joven hebreo deportado a Babilonia que
fue capaz de interpretar un sueño que había perturbado al rey Nabucodonosor II,
y por ello fue nombrado consejero de la corte real.
—Daniel
fue un hombre iluminado por Dios —continuó Isabel—. Por eso, cuando los
enemigos de la religión lo echaron a la jaula de los leones, no fue atacado.
Entonces el rey lo llevó a su Corte.
—Conozco
a Daniel. Era esenio —acotó López Rega.
—Daniel
era el más sabio de todos los adivinos que tenía Nabucodonosor en el palacio.
Fue el único que supo interpretarle los sueños al rey, y por eso logró encumbrarse
en la Corte y guiar sus actos. Llegó a ser primer ministro durante el reinado
de cuatro reyes —dijo Isabel.
López
Rega le mostró viejas fotos suyas que lo mostraban custodiando al General. El
Brujo le contó con gran angustia a Isabelita que había intentado absorber el
mal que había consumido a Evita, pero que en esa época sus poderes no estaban
tan desarrollados y no había podido salvarla. Isabel trató de consolarlo
—Lo
único que nos puede redimir, a Evita y a mí, es que usted alcance todo lo que
ella no pudo. Y yo estaré a su servicio para que lo consiga —predijo.
Isabel
se sonrojó un poco. Quiso frenarlo.
—Yo
no soy Evita.
—Lo
será.
—¿Cómo?
—dijo Isabel, y encendida por una ambiciosa luz de esperanza, volvió a
preguntarle:
—¿Cómo
va a hacerlo, Daniel?
López
Rega no vaciló:
—Es
una visión que tengo. En algún momento podré transferirle su espíritu. Quien
domina la mente puede dominarlo todo.
Isabel
le pidió a López Rega que la protegiera de los males y daños que la acechaban a
ella y a su marido. Quería que fuese su secretario y “protector espiritual” privado.
López
se sintió reconfortado, aunque después, cuando relató el encuentro a sus amigos
José Vanni y Carlos Villone, prolongó el suspenso sobre cuál sería su decisión.
—Si
acepto, cambia todo. Acá se bifurcan los caminos que emprendimos hasta ahora.
Pero ahora estoy viendo el final de este camino.
—¿Cuál
es? —preguntó Vanni.
—Perón
vuelve —dijo López Rega, solemne. Y luego agregó—: Este show lo vamos a ganar
nosotros.
Lopez
Rega, hasta entonces ajeno al mundo político, comenzó a acompañar a Isabelita a
todas las reuniones con sindicalistas y militantes: realizaba cartas astrales
para determinar qué momento era el más adecuado para una reunión, qué planeta estaba
rigiendo para elaborar un mantra con la nota musical que se correspondía con
ese astro, etc.: le brindaba una apoyatura astral a la gira de Isabel.
Isabel
empezó a conversar con la logia Anael acerca de la posibilidad de llevar a
Madrid a una persona del grupo para que trabajara junto con su marido. Urien, se
negó diciendo “soy el jefe de una logia secreta. No puedo hacer política en
público” y delegó la distinción en la persona del suboficial mayor Rafael
Munárriz, pero la esposa de Munárriz se opuso al viaje fue. Entonces Isabel
preguntó por qué no enviaban a “Daniel”. Escribe Larraquy:
Los
miembros de la logia aceptaron con cierta resignación. López Rega había sido el
último en llegar. Alberte no le tenía mucha confianza. Urien se mostró
indiferente, porque sabía que el impresor de Suministros Gráficos tenía
atrapada a la Señora. Los miembros de la logia la trataban con una formalidad
casi militar, por respeto al General, mientras que era evidente que López había
alcanzado afinidades que ellos desconocían.
Finalmente,
Anael acordó que el viaje de López a Madrid como referente de la logia fuese
sólo por tres o cuatro meses, para cumplir la primera parte del plan del
regreso de Perón.
(…)
Al enterarse de su designación, López Rega pidió que se cumplieran algunas
condiciones: la primera, el pasaje en avión. Nadie de Anael quiso costearlo y
tuvieron que embargar maquinarias de Suministros Gráficos para obtener el
dinero. López insistió en que la logia por lo menos le solventara un traje. (…)
No tendría problemas en comunicar el viaje a su esposa: la relación con
Chiquitina estaba terminada. Bastaba con ser persuasivo para que ella lo
entendiera.
Antes
de irse, López Rega viajó a Paso de los Libres para ver a su Maestra, Victoria Montero,
y pedirle autorización para ir a España y trabajar como asistente de Isabel
Perón. Victoria no se la concedió.
—Usted
no ha sido preparado para eso. No vaya. No tiene que ir —le dijo.
López
Rega no le hizo caso. Los hermanos espirituales estaban estupefactos por la decisión
de López. En 15 años de prácticas espirituales jamás había desobedecido una
orden de Victoria.
—Éste
acá no vuelve más —le oyeron decir a la Maestra Espiritual. Algunos entendieron
que la sentencia respondía a una decisión suya. Otros, a una decisión de López,
que elegía otro camino.
López
Rega voló a Madrid junto a Isabel Perón y sus secretarias el 11 de julio de
1966. En el aeropuerto, lo despidieron los miembros de la logia Anael quienes
le reclamaron que les comunicara las novedades de su misión en forma urgente.
Reproduzco
de manera extensa un fragmento de una nota de Marcelo Larraquy que no tiene
desperdicio. La nota, publicada en Infobae, relata el último encuentro entre el
Brujo y la Maestra:
Pero
López Rega volvió a la Casa cinco años y medio después. Cuando acompañaba a
Isabel en un regreso a Buenos Aires, se enteró que Victoria Montero estaba muy
mal de salud. Por entonces vivía en la cama. Hacía meses que no se levantaba.
Durante 18 años había ocultado que tenía una fístula cancerosa en la mama.
Victoria había rechazado siempre la visita de los médicos. Decía que debía
soportar ese estado porque su cuerpo estaba absorbiendo todos los males de la
humanidad.
Una
medianoche de fines de diciembre de 1971, López Rega volvió a la Casa. Hacía
justo 20 años que había entrado por primera vez a esa casa en busca de una guía
que lo llevara por el camino de la Divinidad. Entonces era joven, vivía
atribulado por la muerte de su madre, sufría el derrumbe de su matrimonio y se
sentía poseído por los deseos de Verdad.
Victoria
le pareció un monstruo.
Tenía
el pecho, la nariz, la boca, los pómulos, toda la cara carcomida por la
enfermedad. López Rega se arrodilló ante ella y le pidió perdón por haber
abandonado la Casa para involucrarse en la tarea política. Intentó explicarle
el profundo sentido de su misión, pero ella no lo aceptó.
—¿Para
qué pide perdón? Usted no debería haberse ido.
—El
General me necesitaba a su lado, Madre.
—Perón
no lo necesita, porque usted no fue preparado para la política. No sabe nada. Y
yo tampoco lo necesito. Váyase, López. Usted nos engañó a todos. Nos
abandonó. No pertenece más a la Casa. Ya no lo precisamos. Váyase.
López
Rega tomó su mano y empezó a llorar sobre su cuerpo.
—Váyase
—volvió a repetir Victoria.
Con
los ojos llorosos, López Rega abandonó el dormitorio ante la vista de los
hermanos, incómodos testigos de lo que había sucedido. Victoria había acogido a
mendigos, soldados, delincuentes, prostitutas, pero a López lo había echado. El
secretario de Isabel permaneció solo en el patio, sollozando en la oscuridad, y
luego se fue, definitivamente.
Victoria
Montero moriría cuatro meses después, el 27 de abril de 1972.
El
Brujo había utilizado a Anael para llegar a la mujer de Perón, y ahora –
logrado su objetivo – se abría de la logia para consumar sus propios planes.
Habia traicionado a su Maestra Espiritual y estaba traicionando a la logia que
lo había acogido. Pronto tomaría la teoría de los vértices de la Triple A, la
fórmula esotérico-política de la logia Anael que promovía el regreso de Perón, para
la creación de la sigla de una de las organizaciones terroristas paraestatales más
sangrientas que atestiguaría este país.
Continuará...