Fragmento de La Nueva Inquisición,
de Robert Anton
Wilson
Fragmento del Capítulo Escepticismo y Fe Ciega, de La
Nueva Inquisición (1987)
Por Robert Anton Wilson
Traducción:
Mazzu
La
ciencia fundamentalista es similar a otras formas de fundamentalismos. Sin
sentido del humor, sin misericordia y sin cierta medida de duda sobre sí misma,
se comporta de manera intolerante, fanática y salvaje contra todos los “herejes”. Con el tiempo, al igual que todos
los sistemas ideológicos cerrados, se vuelve cómica y ridícula. (...)
Y
debido a que provee algo de drama o de mala comedia, escribiré como si los
nuevos fundamentalistas estuvieran firmemente enraizados en estructuras de
poder en todo el mundo moderno y realmente actuaran como una Nueva Inquisición
en contra de quienes rechazan a su ídolo. Confieso que esta retórica es, como
todas las polémicas, exagerada y malintencionada. Los hombres del Fortín nunca
quemaron libros o conspiraron para suprimirlos; nunca falsificaron pruebas para
apoyar su propio perjuicio o participaron en campañas calculadamente oscuras
contra los que diferían con ellos. Ellos son hombres de honor, todos hombres
honrados. Naturalmente.
Sin
embargo (véase The Quest for Wilhelm
Reich, de Colin Wilson), en octubre de 1957, agentes del gobierno de EE.UU.
se dirigieron a la Editora del Instituto Orgón en la ciudad de Nueva York;
confiscaron todos los libros, los cargaron en un camión de basura, fueron hasta
la incineradora de calle Vandivoort y los quemaron.
Esto
no sucedió en la “Edad Media”, sino hace unos pocos años. No sucedió en una
dictadura fascista o marxista, sino una nación cuya constitución prohíbe esta
manera pirómana de eliminar las ideas poco populares. El evento no fue instigado
por fanáticos religiosos, sino por los fanáticos de la “ciencia”, a quienes
J.B. Priestly bautizó como soldados del Fortín.
Los
libros eran del Dr. Wilhelm Reich, un estudiante de Freud con ideas políticas
radicales. El Dr. Reich había sido comunista por un breve período y socialista durante
un tiempo, para finalmente desarrollar una ideología propia llamada Democracia
Laboral, que puede ser descrita concisamente como el socialismo gremial de
Chesterton, el anarquismo de Kropotkin y el marxismo liberal actualmente en
boga entre los rebeldes contra el marxismo ortodoxo. El Dr. Reich también creía
que todas las ideologías, incluyendo la suya, eran inviables hasta que ocurriera
una revolución sexual de naturaleza psicológica (no política) y las personas ya
no se avergonzaran de sus funciones corporales.
Reich
enfureció a la Asociación Médica de Estados Unidos al asumir una posición
“psicosomática” extrema, con el argumento de que casi todas las enfermedades
eran causadas por la represión, tanto
en el sentido freudiano como en el sentido político, es decir, que los primates
domesticados habían sido entrenados en una especie de sumisión masoquista que, literalmente,
los enfermaba “física” y “mentalmente”. Reich también irritó a la poderosa
Asociación Psicoanalítica Americana, indicando que la terapia freudiana no curaba
nada en sí misma y debía complementarse con “trabajo del cuerpo”: diversas
técnicas para relajar los músculos y normalizar la respiración. Por otra parte,
ofendió mortalmente al Fortín al insistir en que toda la energía nuclear
(incluso en la industria “pacífica”) era perjudicial para la salud humana, y –
para asegurar su impopularidad – desafió directamente al Nuevo Fundamentalismo,
alegando la existencia de una nueva característica de la energía de los seres
vivos, que llamó orgón, una idea
sospechosamente similar a la “fuerza vital” presentada por antimaterialistas
como Bergson y Bernard Shaw.
La
guerra de propaganda contra Reich fue
dirigida por Martin Gardner, un fundamentalista científico a quien
encontraremos varias veces en estas páginas. El Sr. Gardner tiene un método
infalible para distinguir a la ciencia verdadera de la pseudociencia. La
ciencia verdadera es la que está de acuerdo con su Ídolo y la pseudociencia es
la que lo desafía. Colin Wilson escribió: “ojalá yo pudiera estar tan seguro de
todas las cosas como lo está Martin Gardner”. Ni siquiera todos los Papas del
siglo XX juntos se atrevieron a establecer tantos dogmas absolutos como el Sr. Gardner;
ningún hombre tuvo tanta fe en su propia veracidad desde Oliver Cromwell.
Las
bulas papales del señor Gardner contra la herejía reichiana son muy interesantes
y muy típicas del fundamentalismo enfurecido, y uno encuentra en ellas una
inferencia fuerte, muy fuerte, de que el Dr. Reich estaba loco y que alucinaba,
aunque esto nunca es declarado directamente y sin ambigüedades. Incluso es
posible que algún defensor del Sr. Gardner afirme que esta sentencia es
injusta, porque Gardner nunca dijo explícitamente que Reich estuviera tan loco
como un ratón bailarín; él dice simplemente que los libros de Reich suenan
“como una ópera cómica”. Sin embargo, el desequilibrio mental es una sugerencia fuertemente presente en todo
lo que Gardner escribió sobre Reich. Esta sugerencia
casi siempre está implícita en las diatribas fundamentalistas en contra de
aquellos que no aceptan a su Ídolo. Se puede decir que no están seguros de que uno está loco si no está
de acuerdo con ellos, pero tienen una fuerte sospecha.
De
acuerdo a mi conocimiento, y habiendo seguido durante casi treinta años las
publicaciones específicas en relación a la controversia sobre Reich, no hay
ningún escrito de Gardner donde afirme haber repetido los experimentos del Dr.
Reich para obtener resultados contrarios a sus descubrimientos. Como agnóstico,
yo supongo que es posible que el Sr. Gardner haya emitido dicha afirmación en
algún lugar, pero si lo hizo, tal declaración debió figurar en alguna revista
bastante desconocida y con una circulación muy limitada; y los informes de
estos experimentos no fueron reimpresos en ninguna publicación que yo haya encontrado.
Me parece que, según las fuentes disponibles, el Sr. Gardner no ha realizado
ningún experimento para poner a prueba las afirmaciones de Reich. Pareciera que
el Sr. Gardner poseyera, o imaginara poseer, el mismo tipo de conocimiento que
el Dr. Munge: sabía lo que era
posible y lo que era imposible. Por lo tanto, no necesitaba investigar.
Mientras
Gardner, junto a muchos otros, denunciaba al Dr. Reich en todos los medios, los
miembros de la Asociación Médica y de la Asociación Psicoanalítica Americana
presionaron al gobierno para que Reich fuera procesado como un chiflado o como
un “charlatán”. El Dr. Wilhelm Reich, ya por delirio de grandeza o por
compromiso con sus principios e ideales libertarios (hagan su propia elección),
se negó a admitir que el gobierno tuviera derecho a juzgar las teorías
científicas y, como resultado, fue condenado por desobediencia a la corte. Sin
embargo, el gobierno procedió con la quema de libros y con la destrucción a
hachazos del equipo del laboratorio de Reich. Más tarde lo metieron en la
cárcel, donde murió de un ataque cardíaco después de unos meses. El compañero
de trabajo de Reich, el Dr. Michael Solvert, se suicidó poco tiempo después.
Sería
reconfortante pensar que Reich estaba tan loco, tan chiflado, como sugiere Gardner.
Esta sería la actitud sensata y conservadora. Es un tanto inquietante pensar
que los libros que son quemados en las naciones democráticas puedan contener
algo valioso, así como los libros que son quemados en los países no
democráticos.
Aún
así, la quema de libros es un tanto grosera.
Deja un mal olor para quienes crecimos con Burke, Jefferson y Mill.
Y
Reich no fue la única víctima de la Nueva Inquisición. Hubo otros. Los conoceremos
a medida que avancemos.
¿El
Nuevo Ídolo puede ser tan ciego y salvaje como el viejo?
Oh,
no: admito que esto es sólo una retórica melodramática. Pero...
Sólo
supongamos que el Dr. Reich, parcial u ocasionalmente, estaba en lo cierto.
Después de todo, incluso un reloj roto da la hora exacta dos veces al día. Pero
el Fortín quemó todos sus libros. Treinta años de investigación científica
arrojados a las llamas en un incinerador de basura, una ofrenda al Moloch de la
ortodoxia. Los libros quemados incluían La
Personalidad Impulsiva, La Función
del Orgasmo, Análisis del Carácter,
La Psicología de Masas del Fascismo, La Revolución Sexual, Gente en Problemas, El Asesinato de Cristo, La
Biopatía del Cáncer, y otros. Treinta años de informes sobre la práctica
psicoterapéutica; observaciones sociológicas de los miembros del partido nazi y
del partido comunista, su situación en el trabajo y sus relaciones familiares;
investigaciones de laboratorio sobre a la carga y descarga bioeléctrica durante
el orgasmo; estudios clínicos de la psicología de pacientes con cáncer y asma;
docenas de presuntos experimentos con la supuesta energía “orgónica”. Todo
quemado, consumido.
No
tengo ni idea de qué porcentaje de todos esos años de trabajo pudiera haber
sido sólido. Sé que la fórmula de Reich del orgasmo de cuatro fases de excitación
y relajación psicológica fue confirmada por Masters y Johnson, que su análisis de la personalidad fascista
fue ampliamente aceptada por otros psicólogos, y que muchas técnicas terapéuticas
en las que fue un pionero (cómo enseñar al paciente a gritar, llorar y atacar
con los puños) todavía son ampliamente utilizadas en los Estados Unidos. Frente
a este hecho, no deduzco que todas
las ideas Reich fueran correctas. Creo que se tardaría dos décadas de trabajo -
involucrando a varios grupos científicos independientes - para distinguir las
partes de la teoría de la energía “orgónica” que puedan ser sólidas de las partes
que puedan ser tan locas como Gardner y los otros materialistas fundamentalistas
decían. Sólo veo una certeza en toda esta tragedia de quema de libros e intelectos
independientes encerrados en una prisión: no blasfemarás contra el Nuevo Ídolo.
Debo
hacer hincapié en que ni el Sr. Gardner, ni ninguno de los otros
fundamentalistas que publicaron diatribas contra el Dr. Reich fueron los
responsables de la quema de libros; este acto fue total responsabilidad de los
científicos y burócratas que trabajan para el Gobierno de Estados Unidos, los
músculos del Fortín, por así decirlo. Sin embargo, el Fortín observaba
impasible. Sólo 18 psiquiatras de todo el país firmaron una protesta contra la
quema de libros.
El
propio Sr. Gardner, en la edición revisada de uno de sus libros – Fads and
Fallacies in the Name of Science, Dover Publishing, Nueva York, 1957 – expresa
disgusto por la quema de los libros de Reich.
Sin
embargo, la Nueva Inquisición continuó avanzando. Ninguno de los libros del Dr.
Reich se pudo editar legalmente en los Estados Unidos hasta 1967. Aquellos a
quienes les hubiera gustado formarse una opinión independiente sobre las cuestiones
científicas no podían ver, ni tocar, ni incluso oler las páginas prohibidas.
Y
este espíritu inquisitorial continúa en la actualidad. Mientras que muchos psicólogos
admiten una cierta racionalidad en algunas de las ideas de Reich, para el
Fortín en general no es “respetable” y los biólogos y los físicos nunca
mencionan su supuesto “orgón”, excepto para ridiculizarlo. Esta actitud
sobrevive a pesar del hecho de que nadie haya publicado – en ninguna revista
científica importante o en alguna publicación menor conocida para mí – los
experimentos que refuten o contradigan las afirmaciones de Reich. Al parecer,
para el Fortín no es necesario poner a prueba sus ideas. La seguridad intuitiva
de Gardner y del Prof. Munge parece ser generalizada, casi omnipresente en el
Fortín. Todo el mundo “sabe” que el Dr. Reich estaba equivocado, así que nadie
se toma la molestia de investigar el asunto. Algunos herejes lo han hecho,
claro, pero han sido ignorados.