Los
gnósticos y el movimiento retrógrado de los planetas
Por
Mazzu
Sabemos
que los gnósticos (por usar el término general con que se engloba a varios
movimientos cristianos místicos de principios de la Era Común) de distintas
denominaciones eran famosos por subvertir los valores religiosos – consideraban
al dios supremo judeocristiano un mero demiurgo “idiota e ignorante”, a la
serpiente del Edén como un salvador, etc. –, pero lo que no es tan conocido es
que apreciaban como algo “bueno” al movimiento retrógrado de los planetas – hoy
en día considerado “malo” en general por las personas aficionadas a la
astrología popular.
Para
varios grupos gnósticos, los poderes planetarios y zodiacales eran los Arcontes
y los ángeles malvados que encadenaban y esclavizaban a los seres humanos a un
destino predeterminado por los astros, coartándole así el “libre
albedrío”.
Conocen
la historia: el eón Sophia, queriendo imitar al Propator y crear sin su sicigia
(su pareja divina), sufrió una pasión y “parió” al deforme e idiota demiurgo
Ialdabaoth; el Pleroma (“la Plenitud”, el reino superior de emanaciones divinas
donde moran los otros Eones como la propia Sophia), al ver el desequilibrio
generado por Sophia y su hijo los expulsaron al mundo inferior (Kenoma) creando
el Horos, o “Límite” infranqueable. Más adelante, Sophía es restituida al
Pleroma, pero su pasión, Achamoth, y su hijo Ialdabaoth quedaron en el Kenoma.
Ialdabaoth, olvidando a su madre y creyéndose el dios supremo creó, junto a
Achamoth, a seis Arcontes y sus respectivas sicigias, que junto a él serían la
hebdómada planetaria. Cada uno de los seis Arcontes creó a 60 ángeles,
completando así los 360 grados de la rueda zodiacal.
En
el Apócrifo de Juan, Ialdabaoth
alardea ser el único dios, pero su madre, Sophia, como una figura de luz,
aparece en lo alto y lo refuta. Furiosos al saberse inferiores a otros poderes,
los Arcontes copian el reflejo de Sophia en las aguas y crean al hombre. Adán al
principio es débil, no puede incorporarse y se arrastra como un gusano; entristecida
por este hecho, Sophia, a través de su hipóstasis Achamoth, convence a
Ialdabaoth de que le insufle espíritu con su aliento, espíritu que él había
recibido de su Madre. El Demiurgo lo hace, pero a su vez pierde su chispa
divina, y el hombre termina siendo superior a los arcontes.
Locos
de envidia, los Poderes destierran a Adán a la materia (hyle) y encadenan su espíritu a Heimarmene, el destino que todo lo
gobierna, dictado por el movimiento de los planetas y de los astros. Así
encadenado a los caprichos astrales, Adán pierde el “libre albedrío”. La
historia es un poco más larga y compleja, pero la resumo así para no perderme
en detalles.
A
pesar de que Hipólito de Roma en su Refutación
de todas las herejías acusase a los gnósticos – a los peratas en particular
– de tomar su doctrina “no de las Sagradas Escrituras, (...) antes bien sus
opiniones se basan (...) en las elucubraciones de los astrólogos”, los
gnósticos en general creían que los adivinos, astrólogos, y augures eran gente
de baja calaña, ya que al leer los astros vivían de la desgracia del ser
humano, es decir, de su pérdida del “libre albedrío”.
En
otro famoso texto gnóstico, el Pistis
Sophia, Jesús (reaparecido luego de su ascenso al Pleroma), en diálogo con
María Magdalena, dice que, para liberar al ser humano de sus cadenas astrales
impuestas por los Arcontes, él – en su forma divina eónica, claro – había
cambiado el giro de las esferas para que los Poderes del Destino no pudieran
ejercer sus influencias: “he cambiado el Destino y la esfera sobre los cuales (los
Arcontes) tienen autoridad de tal modo que pasen seis meses volteados a la
izquierda y logren sus influencias y que vean seis meses a la derecha y lograr
sus influencias” (aquí izquierda se lee como “mala influencia” y derecha como
“buena influencia”).
Aquí
se ve que un “cambio” en el giro o en el movimiento de los planetas provoca un
“cambio” en su influencia; básicamente, lo mismo que se postula en la
astrología popular. Existe un cambio aparente de las órbitas planetarias llamado
retrogradación de los planetas. Es una retrogradación o retroceso aparente porque el planeta no retrocede
en realidad, sino que desde nuestra posición orbital terrestre, el planeta
parece ir deteniéndose, retroceder y volver a avanzar en el transcurso de
varias noches de observación, pero se debe a la diferencia entre las
velocidades rotacionales de los planetas vistos desde un punto también en
movimiento.
De
Wikipedia
El
retroceso va precedido de una pérdida en la velocidad de avance hasta pararse;
luego, retrocede hasta alcanzar otra vez una posición estacionaria y reemprende
el movimiento normal de oeste a este.
Mediante
una observación cuidadosa los antiguos observaron que los periodos entre las
retrogradaciones o periodo sinódico y aunque variaban eran por término medio
116 días, para Mercurio; 584 para Venus; 780 días para Marte; 399 para Júpiter
y 378 para Saturno.
La
retrogradación ocupa una parte mínima del movimiento del planeta que
normalmente se desarrolla en sentido directo. Las duraciones de la
retrogradación para los diferentes planetas son para Mercurio 23 días, Venus 42
días, Marte 73 días, Júpiter 123 días y Saturno 138 días.
“He
retirado un tercio del poder de los Regidores de los Aeones y cambiado su destino
y su esfera sobre los que ellos tienen mando para que cuando la raza humana los
invoque en los misterios – ésos que los ángeles les han enseñado para llevar a
cabo sus propósitos diabólicos e ilícitos en el misterio de sus hechicerías –, no
logren sus propósitos ilícitos; les he retirado su poder y de los adivinadores
y sus consultores y de aquellos que dicen al los hombres en el mundo lo que va
a suceder, para que ellos, a partir de este momento, no sepan cómo predecir lo
que viene”
Entonces,
mi Señor, ¿los adivinadores y consultores no declararán en adelante, a los hombres,
lo que habrá de ocurrirles?
Y
Jesús respondió a María: Si los profetizadores o adivinos, encuentran el
Destino y la esfera vueltos hacia la izquierda, de acuerdo con su primera extensión,
sus palabras tendrán lugar, y dirán lo que habrá de ocurrir. Pero si encuentran
el Destino o la esfera vueltos hacia la derecha, sus palabras no dirán la
verdad, pues yo he cambiado sus influencias y sus escuadras y sus triángulos y
sus octágonos”
Para
la astrología, que un planeta se encuentre en retrogradación implica que
muestra su faceta negativa o acentúa sus aspectos negativos; ejemplo tomado de
una página de astrología:
“Si
Júpiter está en Leo podemos asegurar un éxito en general gracias a las
cualidades, ambición y aprovechamiento de las oportunidades, pero si Júpiter
está retrógrado, no tendrá ambición ni sabrá aprovechar las oportunidades para
obtener ese éxito, no sabrá mandar ni tendrá tanta suerte, o incluso se verá
limitado”.
Si
bien esta cuestión de “movimientos a la derecha y a la izquierda” es un tanto
vaga y alguien podría objetar que el Jesús gnóstico no está hablando del
movimiento retrógrado de los planetas, podría decirse que en realidad utiliza
lenguaje técnico muy propio de la astrología con “sus escuadras y sus
triángulos y sus octágonos” y habla explícitamente de astrólogos y adivinos,
así que parece evidente que habla sin muchos ambages de eso. Y dado a que
Hiparco de Nicea (190-120 a.C.) ya había introducido la noción de la
retrogradación planetaria, no es extraño que fuese conocida en tiempos del Pistis Sophia (aprox. siglo II d.C.).
Así
que tal vez el viejo Hipólito de Roma no estaba tan errado después de todo: los
gnósticos tenían conocimientos astrológicos bastante avanzados – como el
conocimiento de la retrogradación. Pero vemos que los gnósticos subvierten
también esta creencia astrológica haciendo de la retrogradación planetaria,
negativa en general para la creencia popular astrológica, la acción positiva de
un Eón Superior (Jesús en su aspecto pleromático) que le brinda libertad al ser
humano de las cadenas con que Hermaimene (el Destino) lo tiene atado al mundo
inferior.