Por Mazzu
Ishtar, la diosa
babilónica del amor y la fertilidad, Reina de la Noche (el firmamento
nocturno), era hija de Sin (dios lunar) y Nigal (la Luna), gemela de Shamash
(el Sol) y hermana menor de Ereshkigal (diosa del Irkalla, el Inframundo). En
otras mitologías es conocida como – o se la asocia a – Innana (Sumeria),
Astarté (Fenicia), Isis (Egipto), y Afrodita (Grecia).
Su consorte era
Tammuz (o Dumuzi), hijo de Enki (Señor de la Tierra) y Ninsun (diosa de los
ganados), dios pastoral de la primavera, la cosecha y la fertilidad - aunque en
algunas versiones se dice que era su hermano, o que era un mortal o un
semidiós. Este enlace entre divinidades de la fertilidad garantizaba la
fecundidad de la tierra. Pero luego, debido a desacuerdos en la pareja y al
aparente comportamiento indebido de Tammuz para con Ishtar, ésta lo envía al
inframundo (en otra versión se cuenta que lo mató un jabalí). Sin embargo, la
diosa se arrepiente al ver que la tierra ha perdido su fertilidad, y bestias y
seres humanos no desean aparearse, y decide descender al reino de su hermana
Ereshkigal para rescatar a su amado.
Ishtar/Innana y Tammuz
Ya a las puertas
del Irkalla Ishtar se enfrenta al portero, quien le exige despojarse de una de
sus prendas para poder ingresar. Luego tuvo que sortear otras seis puertas, en
cada una de las cuales tuvo que dejar otra prenda de vestir, hasta llegar
completamente desnuda e indefensa ante Ereshkigal, quien le da muerte durante
la lucha. En una de las versiones de la leyenda, Enki logra resucitar a ambas
deidades con el “agua de la vida” luego de enviar a unos seres sin género que
engañan a Ereshkigal para hacerse con los cuerpos. En otra, es el fiel
sirviente de la diosa, Papsukal, quien intercede ante los dioses por el
rescate. La cuestión es que ambos reviven, pero deben pagar un precio: Tammuz
debe permanecer en el inframundo durante seis meses del año (a partir del solsticio de verano), para luego poder salir y reunirse con Ishtar (su retorno comienza luego del solsticio de invierno hasta su plenitud durante el
equinoccio de primavera). Una bella metáfora del transcurso de las estaciones
similar al mito de Perséfone y Hades; y también al mito egipcio según el cual
Isis debió recoger los fragmentos del cuerpo de Osiris, descuartizado por Seth
– siendo Osiris un dios de la vida, la muerte, y la resurrección al igual que
Tammuz y otras divinidades masculinas solares.
Aquí podemos ver
claramente el carácter calendárico del mito, marcando la muerte y el
renacimiento de la fertilidad de la tierra, las épocas de siembras y cosechas,
etc. En efecto, en todo el antiguo Oriente Medio, se realizaban ritos de
“duelo” a partir del solsticio de verano (21 de junio en el hemisferio norte),
que era el momento en el cual Tammuz debía volver al inframundo, así como
importantes festejos por su resurrección luego del solsticio de invierno, llegando plenamente al 'mundo de los vivos' durante el equinoccio de primavera
(el 20 de marzo septentrional), que incluían la preparación de comidas, huevos
pintados (el huevo es un símbolo casi universal de la fertilidad), y ritos
sexuales, como por ejemplo la cópula entre el rey y la sacerdotisa de Ishtar.
A pesar de que en
el judaísmo esté prohibido hacer honores a otro dios que no sea Yahveh, el
décimo mes del calendario hebreo moderno se llama Tamuz (junio-julio en su
equivalente gregoriano) durante el cual, precisamente, ocurre el solsticio
boreal de verano, es decir, el momento calendárico a partir del cual la luz
solar comienza a declinar – y el momento en que la deidad comienza su camino de
regreso al Irkalla. Los judíos adoptaron el nombre del mes del calendario
babilónico cuando fueron desterrados allí entre 586 y 536 a. C. por el rey
Nabucodonosor II. El culto a Tammuz estaba tan extendido por toda la
Mesopotamia que ni siquiera la religión judaica – tan prohibitiva al respecto –
pudo deshacerse de la influencia del antiguo dios babilónico, y el rito
funerario en su honor es mencionado en la Biblia: “Me llevó a la entrada del
pórtico de la Casa de Hashem que mira al norte, y vi que allí estaban sentadas
las mujeres, llorando a Tammuz” (Ezequiel 8:14). De hecho, la supuesta ‘muerte’
del dios griego Pan también podría estar basada en los ritos de luto dedicados
a Tammuz; según Robert Graves (en Los Mitos Griegos):
Pan es el único dios que ha
muerto en nuestra época. La noticia de su muerte la dio un tal Tamo, marinero
de un barco que iba a Italia pasando por la isla de Paxi. Una voz divina gritó
a través del mar: «¿Estás ahí, Tamo? Cuando llegues a Palodes cuida de anunciar
que el gran dios Pan ha muerto», lo que hizo Tamo; y la noticia fue acogida en
la costa con gemidos y lamentos (Plutarco: Por qué guardan silencio los
oráculos). El Tamo egipcio al parecer oyó mal el lamento ceremonial Thamus
Pan-megas Tethnece («¡El todo grande Tammuz ha muerto!») y entendió: «¡Tamo, el
Gran Pan ha muerto!» En todo caso, Plutarco, sacerdote de Delfos en la segunda
mitad del siglo I d. de C, lo creyó y lo publicó; pero cuando Pausanias hizo su
viaje por Grecia alrededor de un siglo después encontró templos, altares,
cuevas sagradas y montañas sagradas dedicados a Pan todavía muy frecuentados.
Si bien los judíos
celebran el Pésaj en conmemoración de la huida de su pueblo de las tierras de
los faraones (Éxodo), y el cristianismo celebra la Pascua en evocación a la
mítica resurrección de Jesús, es evidente que la celebración de la llegada de
la primavera es mucho más antigua y que, en ambos casos, fue adaptada a las
creencias de sendas mitologías. De hecho, el rito de bienvenida a la primavera
y muerte del invierno parece ser una de las festividades más pretéritas de la
humanidad. La vuelta del sol y la celebración de la vida. El término hebraico פסח
(pésaj) significa “pasaje”, “paso”, y aunque se lo asocia al “pasaje” o salida
de los hebreos de Egipto, posee también una fuerte reminiscencia al “pasaje”
del inframundo al mundo de los vivos que deben realizar Ishtar y Tammuz, al
igual que otras deidades aún más antiguas, para volver a traer la fertilidad al
mundo de los vivos. Probablemente, la incierta fecha del Éxodo fuera concordada
posteriormente para que coincidiese con la ya existente festividad primaveral.
En el caso de la resurrección de Cristo es obvio que la fecha de Pascua fue
puesta a dedo para coincidir con el Pésaj y, a su vez, para concordar con las
fiestas de primavera en honor al renacimiento de otras divinidades solares
cuyos paralelismos evidentes con la figura de Cristo ya han sido ampliamente
estudiados y documentados.
Otro dato
llamativo es la similitud de la palabra inglesa Easter – pascua – (pronunciada
Ister) y el nombre Ishtar. Pues bien, Easter viene de Ostara; de Wikipedia:
Ostara (antiguo inglés, Eostre) es el nombre de una antigua divinidad germánica de la primavera. Ēostre deriva del proto-germánico *austrō, como también de la raíz proto-indoeuropea *aues-, “brillar”. Ostara como diosa de la fertilidad asociada al comienzo de la primavera, es una diosa del “amanecer” o del “despertar” de las fuerzas germinativas y está relacionada con rituales y fiestas diurnas que se celebran alrededor del equinoccio de primavera. Ostara es uno de las ocho grandes festividades en la Rueda o Cruz del Año. Es celebrado durante el equinoccio de primavera, alrededor del 21 de marzo en el hemisferio norte. En el libro “Eight Sabbats for Witches” de Janet Farrar y Stewart Farrar, el festival de Ostara es caracterizado como la reunión de la Diosa con su consorte, amante e hijo, quien pasó los meses del invierno en la muerte. Otras variaciones incluyen al Dios joven ganando fuerzas después de su nacimiento en Yule y la Diosa retornando a su aspecto de doncella.
Si el culto a esta diosa teutónica realmente existió - es muy probable, aunque han habido debates sobre la validez de la reconstrucción de su leyenda y su compilador, San Beda - obviamente Ostara fue la Ishtar nórdica a la que se le dedicaban rituales de fertilidad; y aquí otra información significativa: su animal asociado era el conejo, símbolo de la fertilidad y la sexualidad (la frase “hacerlo como conejos” sigue usándose, el conejo de Playboy, etc). De allí el conejo de Pascua, o Easter Bunny tan común durante semana santa en los países anglosajones.
Ostara
En cuanto al huevo
de pascua, como ya hemos dicho, es un símbolo de fertilidad, nacimiento y vida
casi universal; muchas teogonías comienzan con un huevo. La costumbre de
decorarlos y regalarlos o intercambiarlos estaba presente en muchas culturas
anteriores a la edad moderna: egipcios, asirios, y etruscos (por ejemplo). El
arte de decorarlos es antiquísimo: el jarrón etrusco de Tragliatella
(aproximadamente 700 a. C.) muestra al héroe Teseo, según Robert Graves en Los
Mitos Griegos, presentando el huevo de la resurrección (un huevo decorado) como
contra-hechizo a la manzana de la muerte de Hécate. Retrocediendo más en el
tiempo, en África se han encontrado huevos de avestruz decorados de 60.000 años
de antigüedad.
Fragmento de la ilustración del jarrón de Tragliatella
(De Wikipedia):
Se piensa que el origen de la
tradición de comer huevos al finalizar el invierno es una reminiscencia de la
Edad de Hielo. Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con
la llegada de la primavera volvían las aves desde el sur (esto solo es aplicable
al hemisferio norte) y empezaban a poner huevos, de los que se alimentaban los
seres humanos hasta que podían volver a cazar con la llegada de mejores
temperaturas (Josef H. Reichholf (2008): La invención de la agricultura)
Como vemos, esta fecha (en el hemisferio norte, aquí sería en septiembre) siempre ha tenido relevancia para nuestros antepasados desde tiempos prehistóricos: un momento calendárico de resurrección de la fertilidad, de la vuelta del sol y de la vida. Y aunque la religión judeocristiana dominante ha querido opacarla o apropiarse de ella con sus mitos oscurantistas, no lo ha logrado del todo.